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San Juan Bautista de la Concepción
Obras IV – S. Juan B. de la C.

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EXHORTACION 56

De cómo es natural el gusto a todas las cosas para que se conserven en sus operaciones y al alma para que dure en sus ejercicios y vida espiritual perseverando hasta el fin

1. No quería pareciese pongo demasiado a de afecto y gusto en tratar de los consuelos y gustos spirituales, respecto de la doctrina común que está en contrario, que vale más un poquito de trabajo por amor de Dios que cuantos gustos se pueden imaginar; una cruz, una mortificación y pena interior de las que Dios sabe dar, que todos los consuelos que se pueden imaginar. De donde decimos que los bienaventurados, si supiesen ser voluntad de Dios que bajaran a padecer mill tormentos, antepusieran esos trabajos a los gustos de la gloria. Lo propio digo yo. Y quería ser entendido que yo no trato de los gustos truncados, cortados y gustos en sí propios, sino en aquello que fuere Dios servido, en aquello que fuere su voluntad por arduo y dificultoso que sea, en eso digo yo que es de grandíssima consideración el gusto y el consuelo espiritual. Como san Pablo decía: Superabundo gaudio in omni tribulatione 1, etc. No hemos de pedir la salsa sola, que eso ya fuera mucha golosina, sino la salsa para comer lo duro y áspero de que tiene necesidad la vida spiritual para se conservar.

2. Y no digo yo solamente este gusto y consuelo spiritual es necesario para perpetuar en sanctos exercicios nuestra vida spiritual, pero Dios de eterna sabiduría de tal manera dispuso y ordenó todas las cosas, que en sus operaciones y ejercicios puso pegado un gusto y contento natural, sin el cual fuera inposible poderse b conservar. Y así dijo el Philósofo: Absque delectatione vitam ab animantibus transigi minime posse (Aristóteles, 10 Ethica 4). Y tanto cuanto son más necesarias las cosas para la conservación de la vida, tanto mayores gustos train consigo, como el comer, beber, dormir y engendrar. Pues, si para cosas semejantes pegó Dios gustos a la naturaleza sólo porque se conserve y perpetúe, ¿cuáles son los gustos spirituales que Dios debe dar para la conservación y perpetuidad del spíritu, habiéndose de sustentar, como quien dice, con lechugas amargas, con cruz, mortificación y penitencias? Y en éstas o en otras cualesquier cosas que fuere la voluntad de Dios, es en lo que pedimos librados los consuelos de la mano de Dios.

3. Y no digo yo que los gustos se deseen a secas y se libren en sólo gustos, que ésos están guardados en el cielo para los bienaventurados, los cuales están ya de tal manera fortificados con el lumbre de gloria que sin destemplarse podrán llevar tanto dulce como se les comunica de aquella dulcedumbre que es Dios. De donde echo de ver la prudencia y discreción de la sposa cuando deseaba y pedía estos consuelos, que decía: Osculetur me osculo oris sui 2. Pide que su esposo la bese con el beso de su boca. No pide beso inmediato de la boca de Dios, que ése es el que reciben y gozan los bienaventurados en el cielo, sino beso con el beso de la boca de Dios. De suerte que aquel llamaremos beso que es obra y ejercicio según el gusto y voluntad de Dios. [215v] Y en la junta de mi alma con esa obra y ese poner c en ejecución la voluntad de Dios, en eso quiere la esposa beso y gusto. No se atreve a pedir beso inmediatamente con los labios y boca de Dios d, porque eso ya fuera demasía y atrevimiento.

4. Pide, como si dijéramos, el beso y gusto dado por tercera persona, que es su divino Spíritu, el cual es consolador y da paz y contento en las cosas más arduas y dificultades de cuantas se pueden imaginar. La boca del Padre es el Hijo y el Padre eternamente besa al Hijo, amándole eternamente y siendo de él amado, de suerte que se diga: Ego et Pater unum sumus 3. De aquí podríamos llamar al Spíritu Sancto beso. El Padre besa, el Hijo es besado y el Spíritu Sancto es el beso. Y con ese beso pide la esposa beso, que fue decir, como hemos dicho: El Spíritu Sancto, Padre eterno, que es consolador, ése me dé beso, gusto y consuelo en todas las cosas que yo hiciere, de suerte que, aficionada a ellas, en solo aquello me ocupe y ejercite que fuere voluntad de Dios.

5. Esto propio nos enseña y dice Moisés en las primeras palabras del Génesis. Después de nos haber dicho la creación y formación del hombre, dice: Tulit igitur Dominus hominem, et posuit eum in paradiso e voluptatis, ut operaretur 4. Sabía muy bien Dios la naturaleza del hombre y así, para que se inclinase al trabajo que se le daba tan al principio, lo pusieron en un paraíso de gustos y de deleites, ut operaretur. Plantaverat autem Deus paradisum voluptatis a principio, in quo posuit hominem quem formaverat (Gén 2,8). ¿Para qué puso ahí al hombre? Para que obrase. ¿Cuándo lo puso? Al principio. Y ¿cuándo crió el paraíso de deleites? Al principio, para que dende el principio del trabajo anduviesen gustos y trabajos todo junto.

6. Lo propio es que dice Dios por Oseas: Ecce ego lactabo eam, et ducam eam in solitudinem, et loquar f ad cor eius 5; yo daré leche al alma devota, llevarla he a la soledad y hablaré a su corazón. Ante g todas cosas lleva Dios el pecho y la leche de los consuelos y con ellos previene para la soledad y para el hablar y pedir a un alma lo que debe hacer en la nueva conversión y soledad. Que parece la madre amorosa que le muestra el pecho y la merienda al chiquillo que le quiere mandar algo, y el pescador que al pez le enseña el cebo y esconde el anzuelo; así Dios h a las almas que él pretende sacar del mundo, el pecho les muestra la leche y el cebo y en él sconde y entra su palabra.

7. O, creo, diría mejor que la palabra de Dios es su pecho y ella es la que trai la leche y dulcedumbre. Quam dulcia faucibus meis eloquia [tua]! Super mel ori meo 6. No hay miel tan dulce para mis labios como son, Señor mío, tus palabras y ordenaciones. Ellas parece que se train consigo los premios y entretenimientos gustosos. Así dice san Jerónimo sobre estas palabras: Loquar ad cor eius; que Dios en la soledad había de hablar al corazón del alma devota. ¿Qué habla y locución es esta, Señor, que tenéis con el corazón? Pues ordinario es hablar a las orejas: Qui habet aures audiendi, audiat 7; oigan los que tienen orejas. No dice Cristo: Oigan los que tienen corazón. Responde y dice: Locutio ista fit verbis consolatoris ac blandis 8; fueron estas palabras blandas y de consuelo, y por eso fueron enderezadas al corazón. Aun acá decimos [216r] que hablan y entienden los corazones que se i aman, porque ninguna locución hay tan íntima, secreta ni cierta hecha por palabras exteriores como aquella que se hace y traba entre dos corazones que se aman y quieren, entendiéndose por cualquier seña exterior. Este es el modo que Dios tiene de hablar a un alma: derramarle mill consuelos y gustos spirituales en su corazón, con quien, como con ramilletes de flores y presentes gustosos, envía mill recados al alma con quien él se entiende para que entendiéndose en lo secreto se hagan obras heroicas en lo público.

8. Y como sea de Dios y tan de su cosecha enviar estos j consuelos y misericordias como joyas y arras de esposo a esposa, y más propio que deshacerse la madre en leche para sustentar y alimentar a su chiquillo, el día que a un alma le faltan, no es posible menos, hacer tiene naturalmente su sentimiento, derramar tiene sus lágrimas, temerse tiene que Dios está lejos, pues no hay pechos sino para los [de] cerca. Así decía David 9: Defecerunt oculi mei dicentes: Quando consolaberis me? ¡Oh qué ansias, oh qué fatigas son las mías, Señor, cuando me acuerdo de la palabra que tú das a los tuyos de entretenerlos y llevarlos como madre a su hijuelo puesto a sus pechos y yo me veo sin jugo! Sáleseme el alma y no entiendo sino en decir ¿cuándo, Señor, cuándo, Señor, me habéis de consolar? Acábaseme, Señor, el juicio, agótanseme los sentidos, desfallecen las potencias, desmaya el corazón acordándose de vuestras promesas en los principios de mi conversión, cuando os veía k tan manirroto cayéndoseos de las manos celestiales consuelos. Ahora, viéndome absente de ese bien, todo se me tornan gritos y voces diciendo ¿cuándo, Señor, cuándo, Señor, tengo de tornar a gozar aquellos antiguos entretenimientos y divinos gustos, con que me alimentábades como a niño en el principio de la virtud?

9. De aquí es que la esposa no sólo pide un consuelo sino muchos, según la lección de los hebreos en las palabras que hemos traído de los Cantares. Donde nosotros leemos: Osculetur me osculo oris sui, tienen los hebreos 10: Osculetur me osculis oris sui. Beso de besos pide la esposa, no consuelo sino consuelos. Como quien dice: Tú, Señor, cuando das no sabes dar poco, manirroto eres. No hay para qué mostrar cortedad con un Dios tan largo y repartido como tú. Beso de besos pido, consuelo de consuelos y gustos de los que se darraman de aquel gusto y beso eterno de que los bienaventurados gozan en tu presencia. Bien veo yo, Señor, que ni mi chalidad ni mis fuerzas ni mi virtud merece beso de boca, porque ahí fuera el morir y el desfallecer. Si tú, Señor, hicieras que yo a la clara te viera y te gozara, allí fuera el deshacerse y el transformarme en ti. Ahí fuera el acabar la vida, como otro Moisés, de quien la Scritura dice, Deuteronomii 34, n.5: Mortuusque est ibi Moyses servus Domini, in terra Moab, iubente Domino; murióse Moisés siervo del Señor, mandándolo así Su Majestad, en la tierra de Moab. Y donde nosotros tenemos «murióse Moisés, mandándolo así el Señor», dicen los hebreos 11: «murióse Moisés super os Domini, sobre la boca de Dios». Murióse, como si dijera, a la vista de Dios, porque nadie lo puede ver y vivir. Ahí es donde no llega nuestra pertenencia ni nuestros límites pueden entrar l.

10. No pido yo tanto como esto, dice la esposa, Señor mío. Eso guárdese para su tiempo. Dése a los que ya os gozan, a aquellos que ya [216v] son inmortales y pueden gozar del torrente de esa dulcedumbre. Lo que yo pido, Dios mío, dice la esposa, es que las migajuelas que se cain de esa mesa celestial y mendruguillos de ese pan entero no se me quiten. Osculetur me osculis oris sui 12. Muchos consuelos pide porque, como en este mundo somos pobres, no merecedores del pan entero, desea muchas migajas m y muchos consuelos para que juntos maten la hambre que causa el deseo de aquella mesa celestial. Pide muchas gotas n de aquel agua que en la bienaventuranza se revierte, para que muchas juntas remojen la tierra seca que el fuego y ardor de los trabajos la han enjugado y enpedernido.

11. Beso de besos pide, consuelos de consuelo, porque sabe cuán presto se acaban todas las cosas en la tierra y qué corta es su felicidad, y que un consuelo presto se pasa si no viene asido y eslabonado uno con otro. Besos del beso de la boca de Dios pide, porque pide muchos consuelos para muchas partes de su persona que desean a Dios, según aquello que dice David: Sitivit in te anima mea, quam multipliciter caro mea 13. De muchas maneras te desea mi cuerpo, Señor, porque mis ojos te desean ver, mis orejas oír y mis narices o oler, cada uno te desea de su manera. Esto es pedir muchos besos la esposa. Como p la madre que ama a su chicuelo no se contenta con besarlo en la boca, en los ojos y rostro, le da otros muchos besos, de esa misma suerte desea esta esposa muchos consuelos de su esposo, porque con todas sus potencias y sentidos interiores y exteriores lo está deseando.

12. No hay hombre tan valiente que para el manjar cotidiano no le desee alguna cosa que se le trueque y mude el sabor que de contino tiene. El maná, con ser manjar que bajaba del cielo y aun asado con manos de los ángeles para entretener aquel pueblo ingrato y desconocido que tantos años lo traía Dios por el desierto banqueteándolo, les dio en rostro y desearon carnes 14. No es mucho que, siendo la vida del hombre un continuo desierto y peregrinación donde el principal manjar es pan de lágrimas y de dolor, para que éstas se beban y coman de suerte que no enfaden, den en rostro y el spíritu se acabe no comiendo, necesario es que las guise Dios, les mude el gusto de agua en pan sabroso, como hacía Su Majestad con David cuando él era servido, diciendo el propio David: Lacrimae meae fuerunt panes die ac nocte, dum dicitur michi cotidie. Ubi est Deus tuus? 15 Si mis lágrimas no me sirvieran de pan y entretenimiento gustoso en tan larga absencia como la que tenía q de mi Dios, ¿qué fuera de mí?

13. Nadie diga, por valiente que sea: De este pan no comeré. Que ya hemos visto muchos muy sufridos y desmayados y otros ganosos de unas solas yerbas, y trocarse la disposición y dar todo en rostro y ser necesario tragos de vino y alcorzas de azúcar y conservas. Todos nos humillemos ante Dios, conozcamos lo poco que somos, no despreciemos estos divinos [217r] consuelos si Dios nos los diere. Y si nos viéremos sin ellos, temiendo nuestra flaqueza, lícito será con humildad desearlos para más y mejor conservarnos en la vida perpetua de la mortificación, que, como éstos se deseen para un tan grande fin como es más agradar y servir a Dios, bien los sabrá Su Majestad dar para que al olor de esos preciosos r ungüentos corra un alma en su seguimiento 16. Así lo quiera aquella infinita misericordia de Dios, sin que paremos hasta alcanzar a Cristo en la cruz y en una verdadera semejanza en los trabajos, para que después la tengamos verdadera en la gloria. Etc.




acorr. de demasiados



1 2 Cor 7,4.



bsigue y tanto tach.



2 Cant 1,1.



csigue es tach.



dsigue sino tach.



3 Jn 10,30.



ems. paradissum



4 Gén 2,15.



fms. loqual



5 Os 2,14.



gcorr. de delante



hsigue a los scogidos y tach.



6 Sal 118,103.



7 Lc 8,8.



8 Cf. S. JERÓNIMO, In Osee, 1,2 (CCL 76,26): «... et loquar ad cor eius verba mollia, verba consolatoria, ut tristitiam gaudio temperem...».



isigue lo tach.



jsigue g tach.



9 Sal 118,82.



kcorr. de veían



10 El texto hebreo dice en plural: minne šîqôt pîhû = con los besos de su boca.



11 El texto hebreo dice: wayyamot šam mošeh [...] calpî yhwh (sobre la boca del Señor).



lsigue p tach.



12 Cant 1,1.



mms. migajan



nsigue q tach.



13 Sal 62,2.



ode 2m. sobre lín., en lín. oídos



psigue los o tach.



14 Cf. Núm 11,4.



15 Sal 41,4.



qcorr. de tengo



rsigue g tach.



16 Cf. Cant 1,3.






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