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San Juan Bautista de la Concepción
Obras IV – S. Juan B. de la C.

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EXHORTACION 72

Cuánto debe temer y recelarse el verdadero religioso de cualquier ocasión de pecar

1. Bien entiendo, mis charíssimos hermanos, a quien va enderezada esta plática, que no hay hombre por justo que sea que no pueda servir de zurujano por bien acuchillado en materia de peligros y ocasiones, porque, si en ellas no han caído por particular favor que Dios les haya hecho, por lo menos han conocido su flaqueza y temido la caída. Cristo Señor nuestro ni cayó ni pudo caer ni tuvo que temer, porque era Dios verdadero, inocente e impeccable y, con todo eso, nos enseñó, como padre y maestro verdadero, lo que debíamos hacer en todas las cosas que nos habíen de ser de importancia para nuestro mejoro y bien de nuestra alma. Acábalo a de baptizar el glorioso Baptista y el Padre eterno de conocerlo por hijo 1. Vase al desierto y, después de cuarenta días b y cuarenta noches de ayuno, de mortificación y mill ejercicios de virtudes, viene el demonio y le tienta 2. Pues ¿cómo se atreve a un hombre tan perfecto, a una persona de quien no entendía menos que ser hijo de Dios? ¿A ésa acomete, a ésa tienta y con ésa entra en batalla? Sí, para que entendamos que no hay dejar las [240r] armas de las manos ni hay estado sin pelea. Ni el monje en la celda, ni el ermitaño en la choza tiene carta de seguro. Todo tiene su riesgo y sus batallas y doquiera por lo menos hay que temer.

2. Rara cosa es aquello que dice san Jerónimo en la Epístola ad Eustochium 3. Vivía en las soledades ásperas y desabridas en compañía de las bestias. Solo estaba. Sus ejercicios eran prodigiosos, su cama el suelo duro, su comida hojas de árbores y otras fructas. Su estudio continuo, su oración perpetua, su penitencia rara, sus virtudes heroicas. Y él estaba tal con las penitencias que ponía horror mirarle. Y después de todo esto, dice él mismo que tales representaciones le combatían muchas veces; que entre mujeres se hallaba en los espectáculos de Roma, entre sus danzas y sus coros; sus calles paseaba, sus palabras bebía, su hermosura gozaba. Dando a entender la poca seguridad que hay en cualquier estado por subido y levantado que sea. Oh sancto Dios, si un Jerónimo, durmiendo en la tierra dura, desapiadada y sin abrigo, padecía tales tentaciones, ¿qué hará el pobre hombre que se echa y envuelve en ricos cambrayes y holandas, en colchones y telas curiosas? Si san Jerónimo, apartado a la soledad, se ve tan perseguido y se halla en medio de poblado, ¿qué hará el c otro azotando calles, oyendo comedias y visitando mujeres? Si san Jerónimo, comiendo hojas de árbores y raíces, tan enbebido en la oración y en el estudio, aún no está libre, ¿qué hará aquel para quien se buscan los regalos y se inventan los nuevos potajes y guisados? No hay estado seguro ni vida sin peligro ni profesión sin riesgos.

3. En la última tentación que el demonio hizo a Cristo hay una cosa que notar y es que el demonio, quiriéndole acometer por avaricia, dice el sagrado texto que le enseñó todos los reinos del mundo y su gloria y prométeselos 4. Pues digo yo ahora, ¿en el desierto, donde el demonio tienta a Cristo, hay reinos, hay gloria? ¿En la soledad hay pueblos? ¿En el yermo hay inperios, [240v] hay señoríos y ciudades? Claro está que no. Pues ¿cómo los enseña allí? ¿Saben d para qué? Para que entendamos que las mismas soledades y desiertos más remotos aún no están libres del mundo. Allí el demonio se le representa al monje, allí hace alarde de su gloria, de su majestad y grandeza. Pero hay una diferencia y de grande consideración, y es que en el desierto es representado y en el mundo y e poblado es verdadero. En el mundo es vivo y en la soledad pintado. Y así, cuando refirió otro evangelista (Lucae 4) esta tentación, dice que le enseñó todos los reinos del mundo in momento 5, en un momento. Son representaciones éstas momentáneas, veloces y ligeras; presto pasan, presto se marchitan y perecen. Pero las del mundo ésas son de asiento, son espaciosas y detenidas, y así peligrosas. Y en las unas y en las otras ocasiones debe un hombre abrir los ojos, si con el descuido no se quiere ver atollado y caído, pues en ninguna ocasión y estado f hay seguridad.

4. Nadie nos pudo dar a entender esto como el glorioso san Pablo, Ad Romanos octavo. Pone carteles desafiando a todas las criaturas y dice: Quis nos separabit a charitate Christi? 6 ¿Quién será bastante a tener victoria de nosotros? Vengan las tribulaciones, vengan las angustias y trabajos, los ahogos y tempestades, las fieras g, los tiranos y demonios, lo presente y lo futuro. Descuélguense los tercios del cielo, bajen los potentados de la gloria, la muerte y la vida, cuanto hay y puede haber de Dios abajo, que todo lo reto y desafío h en defensa de mi Dios. Pero, en comenzando a bullir el apetito, en enpezando los incentivos de la carne y en desenfrenando la concupiscible sus deseos, lo veréis decir unas palabras con que asombra: Infelix ego homo, quis me liberabit de corpore mortis huius? 7 Oh hombre infeliz, ¿y quién me librará del cuerpo de esta muerte? Notemos todas sus palabras, que son del cielo. Infelix ego homo; hombre infeliz. Pues ¿cómo os llamáis infeliz, Pablo sancto? ¿Vos no sois aquel que paseó los cielos, pisó las strellas y conversó con los ángeles 8? ¿Infeliz llamáis aquel que es doctor de las gentes y vaso scogido 9? Sí, para que veamos lo que el mundo tiene. Había Dios depositado en él tantos bienes y ve la guerra tan sangrienta y el riesgo tan al ojo. Infeliz se llama viendo sus felicidades puestas en aventura. Que, en fin, mientras [241r] más sancto es un hombre y tiene más que perder, más ha de recelar las tentaciones.

5. ¿Qué dice más? Ego homo, yo hombre. Pues ¿no se llamará apóstol de Cristo, discípulo de Dios, maestro del mundo, lengua de la Iglesia, o tomará otros apelidos o blasones de cuantos tenía? Hombre se llama, para que entendamos que la gracia de Dios no saca i a un alma de su esfera, el ser justo no hace ángel confirmado y el ser sancto perfecto y aventajado en las virtudes no saca a uno de ser hombre, ni pone treguas entre él y sus enemigos, ni le saca del estacada y coso y lo sube j y pone en el tablado. Hombre se queda y como hombre ha de sustentar la batalla. Y así no hay que fiarse ni descuidarse mientras vive.

6. Dice más: quis me liberabit?, ¿quién me librará? Pues ¿cómo vos, que desafiábades al mundo, a los ángeles y a todo lo criado, buscáis valedores, soldados y defensas? Sí, para que entendamos cuán diferentes son las firmezas que un alma tiene cuando en la oración está devota de la k que después pasa al tentar las corazas con el enemigo. Con un adarme de devoción que Dios da cuando acaba un alma de comulgar, le parece que todo un mundo no le hará contraste ni le enpecerá. Pero, salido de ahí, un mirar risueño de una mujer, un ademán de la conocida, una palabrilla amorosa de la dama le pondrá como una cera, le hará temer y temblar, titubear y trasudar. Pues ¿qué mudanza es ésta? ¿Saben qué? Que es fácil antes de la batalla vencer al enemigo, y muy dificultoso salir con victoria de ella. Y así es necesario traer uno, por sancto que sea, la barba sobre el hombro.

7. ¿Qué dice más? De corpore mortis huius; del cuerpo de esta muerte pide que le libren. Pues veamos, ¿cómo llama cuerpo de muerte al que con tanta fuerza sustentaba contra él la batalla? ¿Cómo llama cuerpo muerto al que tan vivos y fuertes tenía los bríos? Digo que usa de este lenguaje para que veamos cuán fuerte es la batalla, cuán terrible la batería que con las pasiones deshonestas traemos. En los ejércitos o presidios lo más fuerte y pertrechado es el cuerpo de guardia. Eso es lo más fuerte y defendido, porque, acosados los soldados por diferentes partes, en el [241v] cuerpo de guardia hay perpetua centinela y de allí proveen lo que es necesario en los demás sitios. Tiene la muerte repartidos sus soldados por diferentes partes del mundo. Apenas hallaremos alguna parte donde la muerte no tenga valedores, pero su cuerpo de guardia es nuestro cuerpo, la plaza suya nuestro apetito. Los soldados, que están de posta y siempre velan y nos train siempre inquietos, son nuestros deseos. De día y de noche nos tocan al arma; mill veces corren la tierra del alma, entran en sus castillos y derriban sus almenas. Y como éste es el que mayor daño hace, contra éste pide san Pablo ayuda para que nosotros recelemos y nos guardemos de este enemigo, pues así hace temblar a quien es columna de la Iglesia, doctor de las gentes y apóstol escogido por el mismo Dios.

8. Estas son las ocasiones, los estorbos e impedimentos que nos hacen detenidos l y lerdos en la virtud, para que sepa un religioso que, aunque se apartó del mundo y haya llegado a cualquier estado de perfección, hay quien le combata m con porfía, de quien se debe guardar y con quien no debe hacer treguas ni amistades. Si quiere caminar, debe n abrir los ojos, vivir con recelo, miedo y temor, y pedir a Dios grande ayuda para llevar adelante lo comenzado.




acorr. de acábanlo



1 Cf. Mt 3,13-17. 



bsigue de ayunar tach.



2 Cf. Mt 4,1-11. 



3 7  (Hieronymi tentationes in eremo): ML 22,398-399.



csobre lín.



4 Cf. Mt 4,8.



dcorr. de sapen



e mundo y sobre lín.



5 Lc 4,5.



fsigue no tach.



6 Rom 8,35.



gsigue y tach.



hsigue de Dios abajo tach.



7 Rom 7,24.



8 Cf. 2 Cor 12,2-4.



9 Cf. He 9,15.



ims. sacan



jcorr. de supe



kcorr. de las



lcorr. de estorbados



msigue p tach.



nsobre lín.






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