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San Juan Bautista de la Concepción Obras IV – S. Juan B. de la C. IntraText CT - Texto |
II
Para otra plática
A algún hábito, particularmente si fuere niño, de cómo Cristo luego, en naciendo, acude a poner a sus cuestas el yugo de la ley, cargándola sobre sus hombros y abrazando la pobreza tan en el principio de su vida. San Juan, en el punto que sintió a Dios en su casa, no aguardó a nacer, sino que en el vientre de su madre dio saltos de contento 1 y se aprovechó de la ocasión para volverse a Dios. Jacob dende el vientre de su madre se enpezó a pelear por el mayorazgo 2. Fares y Zara antes de tiempo porfían por quién ha de nacer primero y [Zara] asoma la mano, como quien lo pide en porfía antes que su hermano nazca 3. A este propósito, de cómo la penitencia y el convertirnos a Dios no se ha de dilatar, hay muchas cosas y muy buenas en Barradas, la fiesta de la Purificación de nuestra Señora, en el tomo primero 4, folio 851. En la margen dice: Dies purificationis nostrae sit idem qui est peccati 5.
III
[224r]
Jhs. M.ª
A un hábito, domingo de Ramos, en Salamanca. Quid petis? R.: Misericordiam Dei, Ordinis paupertatem, et fratrum societatem
Todas tres cosas que el hermano pide están divinamente dibujadas a en el evangelio de hoy 1. La misericordia de Dios, en quererse entrar por las puertas de sus enemigos, de los que ayer hacían juntas para lo prender 2, de los que despachaban alguaciles para lo traer 3 y de los que tomaban piedras para lo apedrear 4. Y con todo eso, entra hoy manso 5, humilde, etc., ofreciendo paz y diciendo: Si cognovisses et tu, quidem b in hac die tua, etc., nunc autem c abscondita sunt ab oculis tuis. Sed venient dies in te, et circumdabunt te inimici tui vallo 6. Lo segundo, que es la pobreza de la Orden, está bien figurada en la desestimación que hacen de sus vestidos echándolos por los suelos 7, en el desprecio de las cosas de la tierra desgarrando y desgajando árbores 8 para que con ellos signifiquen el triunpho de Cristo. Lo tercero, la compañía de los buenos, en los dos discípulos que envía a que desaten el asna 9, mostrando cuán a una andan los justos ayudándose unos a otros para mejor acudir a los mandamientos de Dios.
Estas tres misericordias usa hoy Dios con el hermano y le concede estos tres bienes. La primera, que habiéndole ofendido una y muchas veces, y en lo que es de su parte, con cualquier peccado mortal, le ha procurado vender, entregar, prender y apedrear, no obstante eso, llega el día de hoy a tanto la mansedumbre y misericordia de Dios que se entra manso y humilde en su alma, ofreciéndole paz en este día. Entra en su alma triunfando como en una ciudad. Y no parezca mucho compararlo a ciudad, pues es el hombre un mundo abreviado y no es este triunpho de menos consideración ni con menos circunstancias. Si allí hubo entriego d de voluntades, aquí rendimiento de obediencia. Si allí arrojan e las vestiduras f exteriores en el suelo, aquí interiores y exteriores. Si allí desgajan árbores g y rompen ramas, aquí se desgajan y desencuadernan las potencias, que con afectos desordenados estaban asidas al mundo; aquí se desgajan los sentidos, que tan pegados estaban al gusto de la carne, y se ofrecen al triunfador para no mirar ni hablar ya, si no fuere a gusto del mismo Dios. Si allí triunfa Cristo en h una jumenta i y un pollinillo j, aquí se entriega carne y espíritu al mismo Dios, cuerpo y alma a Cristo para que, como dice David, le pueda alabar con su alma y con todo lo que hay en el hombre 10, y para que todo el hombre se regocije en Dios, según aquello del psalmo: Cor meum, et caro mea exultaverunt in Deum vivum 11. Si allí se desata una pollina k, aquí se desata y despega el alma y el cuerpo de los respectos de padres, amigos y parientes. Allí envía dos discípulos l que hagan aquel officio, aquí muchos religiosos que hagan hermandad y compañía. Allí manda a sus discípulos m que le traigan una asna y ellos hacen más de lo que les mandan, puniendo encima sus vestiduras, aquí manda Cristo al hombre guardar los mandamientos y se ofrece a hacer más el hermano de lo que le mandan, quiriendo también guardar los consejos. Allí reciben a Cristo alabándole n y diciéndole cantares los niños, aquí el hermano, abrazando la simplicidad de los pequeños, entra y viene a sólo eso. Allí entra en el templo y derrama o las mesas que en él estaban de dineros por los suelos 12, aquí hace lo proprio con los pocos o muchos bienes que el hermano tiene.
Pregunto yo p ¿es pequeña misericordia la que hoy usa Dios con el hermano, de darle gracia y que el Spíritu Sancto se haya mostrado con él tan largo que pueda preparar en su corazón una fiesta tan solene para Dios, que la podamos comparar a la mayor que el cielo y la tierra le pudo ofrecer al mismo Dios? Y será fiesta mayor q si fuere fiesta de perseverancia, porque la de hoy en los judíos no lo fue, pues dentro de pocas horas no halló Cristo quien le diese una jarra de agua. ¡Oh dichoso hermano! ¡Oh dichoso r y bienaventurado el hombre que hoy y en este día recibe a Dios pacífico, manso y rey todo para él, y que juntamente le dice que quiere deshacer los agravios de los judíos recibiéndole en su alma para siempre!, no para lo sacar de la ciudad con una cruz a cuestas 13, sino para lo tener en su alma regalándolo con su proprio corazón y tomar él la cruz y abrazarse con las ignominias y afrentas de Cristo, para tomar él los azotes y las bofetadas; no como los judíos, que hoy le echan los vestidos y el viernes se los quitarán 14, hoy con ramos verdes y el viernes se los ponen secos sobre su cabeza s 15. Oh hermanos, si Dios nos abriese los ojos para ver y considerar las mercedes que el hermano hoy recibe, ¡cuánta [224v] sería la envidia que todos le tendríamos! En lo que es de parte de Dios, nadie se tenga por menos dichoso, pues a todos ofrece la entrada, la misma paz y la propia mansedumbre. ¡Oh qué de veces, si Dios nos abriese los ojos, veríamos a Cristo a la puerta de nuestra voluntad llamando —ad ostium sto, et pulso 16— para que le t recibamos!
¡Oh qué cruel amenaza la que hoy hace Cristo a quien no conoce esta misericordia! Miremos lo que dice. Ha dicho: In hac die tua; y dice luego: Venient dies in te, quae ad pacem tibi; y dice luego: Et circumdabunt te inimici tui vallo 17. ¡Qué terrible contraposición: a un día, muchos días; a la paz, guerra! Un día es, hermano mío, el que vives, una hora, un momento, y en él te convida Dios con la paz y a ese día han de corresponder días eternos, días que para siempre han de durar en el infierno; aquí es tiempo de paz y allí de guerra, etc. Dic. Entramas a dos cosas u las veo hoy obradas en el evangelio. Entra manso para los buenos, para los que le reciben, hecho rey tibi para ellos 18; y porque los malos no piensen que esa mansedumbre excluye y aparta el rigor que ellos merecen, éntrase en el templo, hace uno como azote y empieza a echar a los que allí estaban comprando y vendiendo 19. No se descuide nadie por ver el día de hoy a Cristo manso y humilde y todo para el hombre, que no pierde el rigor de su justicia, el cual será tan grande para los que en el mundo se quedan a comprar y vender, aunque sean letras y luz a medios celemines, como el mismo Cristo dijo 20 de aquellos que procuran letras por propios intereses y ganancias. Digo, pues, que este castigo será tan riguroso que dice que hizo uno como azote, porque todos los castigos que hace Dios acá no son azote y castigo, sino como azote. Anegar el mundo, abrasar ciudades, abrirse la tierra, perder la hacienda, la honra, la salud, la vida, no es azote, sino como azote. El azote verdadero v para los que no le oyen y le abren la puerta, para los que no le reciben, será en el infierno, etc.
No tratemos de esa suerte desdichada y miserable. Tratemos de la suerte dichosa del hermano, y tan dichosa que hoy se me figura otro Cristo en la entrada que hace en esta sagrada Religión, donde como en ciudad es recebido con un triunfo semejante al de Cristo w. Pregunto yo: ¿Qué significa x el alcanzar tantas victorias, el sujetar su carne, etc.? Ese es officio de rey, que hace que en sí y en su casa todos le obedezcan. Y si como rey muestra hoy su poder enviando por la asna sólo con decir: Decilde: quia y Dominus his opus habet 21, mostrando en esto que el mismo Cristo era dueño más cierto que el propio que tenía, el hermano se muestra hoy poderoso rindiendo a su propia carne sólo con decir que de eso tiene necesidad para salvarse z. Entra rey y manso. ¿Qué significa este estar aquí de rodillas, sino mostrar no ser león que viene a desgarrar y a matar, sino cordero que viene a ser trasquilado por el mismo Dios? Entra Cristo para el hombre, para le dar su vida, su sangre, etc., y el hermano para darse todo a Cristo y servir a la Religión a. Cristo pisa vestiduras, el hermano también las pisa. A Cristo lo alaban, aquí lo honran. Según esto, dos triunphos tenemos b hoy. ¿Dos? ¿Qué digo? Tres, pues en el cielo también se regocijan los ángeles c y hacen fiesta al proprio triunphador. Así lo dice Cristo: que gaudium erit in terra super uno peccatore poenitenciam agente 22. Etc.
Aquí se nos ofrecen dos otras dificultades. Ya que hemos dicho las conveniencias d de entramos triunphos, veamos ahora si contra ellas hay alguna dificultad. La primera es decir que viene Dios manso. ¿Cómo podremos entender esto? Pregunto [225r] yo ¿es mansedumbre la que hoy usa con este hermano? ¿Es mansedumbre desnudarlo y entrarlo en una Religión donde ha de andar desnudo, descalzo, dormir en el suelo, ayunar siete meses, etc? Dic el rigor de la Religión. ¿Es officio de rey manso echar sobre un hombre tal yugo, tal carga, tales tributos, etc.? Respondo que ésta es una e de las mayores mansedumbres que se pueden imaginar. ¿No seríe el juez manso que, habiendo hecho un hombre delitos graves, le dijese que se sentenciase él a sí propio? Eso mismo hace el hermano.
Digo, lo segundo, que si puede Dios f castigar con azote, no castigar sino con uno como azote ¿no es mansedumbre? Considerad todas las penitencias que en la Religión se hacen. Todo es rigor pintado y como aspereza, según aquello que dice David: Qui fingis laborem in praecepto 23; trabajo fingido, etc. Digo, lo tercero, que es tan pesado el yugo del demonio y la carga del peccador, los cuidados con que vive, las trazas con que se sustenta, las obligaciones al mundo, que, en su comparación, cuando un hombre hiciera todas juntas las penitencias de los sanctos, se podía decir que Dios venía hecho manso a quitar penas y g cargas y dejar a los hombres libres. Lo cual lo dio admirablemente a entender el propheta Esaías, capítulo 9, tratando de esta venida al mundo del Hijo de Dios: Laetabuntur coram te, sicut [qui] laetantur in messe, sicut exsultant victores capta praeda, quando dividunt spolia 24. Alegrarse han, Señor, con tu venida como los labradores cuando han cogido su cosecha abundante y como los vencedores cuando, después de una cruenta y sangrienta batalla, dividen entre sí los despojos y ricos haberes de los contrarios.
Ahora vean, por amor de Dios, de qué dos semejanzas usa el propheta: de los labradores cogido su pan, porque hasta entonces todo ha sido trabajo para bestias, amos y criados atareados todos al yugo, las bestias al arado, a la reja y al trillo h y al carro y los demás al hielo, al frío, agua y aires; sin cesar un momento, ya aran, cavan, siembran, siegan, trillan, etc. Pero después de haber cogido la cosecha, ya no hay yugo para el buey ni aguijada que lo moleste y pique; el labrador descansa a la sombra de su casa, duerme en su cama, etc. Lo proprio es el officio del soldado. En tiempo de guerra todo es afán y trabajo marchando, velando, peleando, sin comer, entre el fuego y las picas, cargados de hierro y en mill peligros. Pero acabada la batalla y alcanzada la victoria, todo es reposo, ya no hay sobresaltos, no son necesario centinelas, no hay verter sangre, sino dividir despojos y celebrar triunphos i scaramuceando, etc. ¡Oh qué verdad y grande semejanza tiene esto en el hermano! Cuando j uno vive en el siglo, anda con más cuidados que un labrador, cargado con yugo de mill pesadumbres, etc. Dic vive en el mundo como soldado en la guerra, con sobresaltos, cargado de armas ofensivas y defensivas, etc. Dic. Pero ya hoy se quitan esos yugos, se acaban esas guerras. Y si al hombre le parece que es yugo el que ahora se le pone y guerra la que le queda, considere que es dichosa cosecha en comparación de la vida del siglo y que esta guerra es paz en comparación de la que allá se tiene. Y así lo dice el proprio Esaías en el mismo capítulo: Jugum enim oneris eius, et virgam k humeri eius, et sceptrum l exactoris eius superasti, sicut in die Madiam 25. Veniste a quitar el yugo pesadíssimo de la ley vieja, de quien dice san Pedro, Actorum 15: quod nec nos, neque patres nostri portare potuimus 26. Veniste, Señor, a quitar una ley de enojos y a darnos una ley suave y amorosa. Así lo hace con el hermano, y así viene manso para él. Di, si quieres, el exemplo m del que lava, etc.
Lo tercero, ¿cómo podemos decir que viene a dar y para el hermano, pues hoy se desnuda y deja [225v] cuanto tiene? Digo que eso es darle: quitarle lo que le estorba para caminar con los perfectos. Cuando un médico ha dado salud a un hombre mediante algunas evacuaciones, no decimos: quitóle la vida y la salud, sino diósela. Así hoy viene a dar al hermano vida de ángel, vida perfecta; como buen médico, lo desnuda y sangra de todos los haberes de la tierra. Y si n desnuda mi cuerpo viste mi alma, si parece que me desangra con las disciplinas me da la suya, y si pierdo mi salud y vida me da la suya, y si me desnuda del hombre viejo me adorna del hombre nuevo 27. No es este rey como los reyes o de la tierra, que a costa de la sangre de los vasallos se hacen los reyes; aquí es al revés: que a costa del rey se hacen los vasallos. Los reyes de la tierra, a quien los hombres sirven, son como la zarza que aceptó el ser rey (Judicum 9) p, que a quien se llega junto lo ase, lo coge, lo desnuda, deslana, despluma y, si no halla ropa de que echar mano, saca sangre. Pero Cristo es rey como la oliva, la higuera o la vid, a quien fueron los árbores a dar el cetro para que entre ellos fuese rey, que, demás de ser árbores suaves y mansos y tener natural blandura, como se ve en el aceite, uvas y higos, confesaron que el officio real era dar, aunque fuese quitándosela a sí. Y por eso no quisieron aceptar el officio, diciendo: Numquid possum deserere vinum meum, quod laetificat q Deum et homines? 28; obligándose a dar sus esquilmos y repartir sus fructos a sus vasallos.
¡Oh Cristo sancto, y qué buen rey eres, que no eres rey a la traza de los otros! Tú te desnudas para me vestir a mí, mueres para que yo tenga vida, tienes hambre para que yo tenga hartura r. ¿Qué tienes, Señor mío, que al hombre no lo hayas dado, pues en esa cruz vaciaste hasta lo más scondido, que fue tu corazón? ¡Qué bien dices, Señor, que eres vid s verdadera y nosotros sarmientos (Joan. 15) t! Qué diferente está la cepa de los sarmientos: ella apocada y humilde y cosida en la tierra, ellos levantados y extendidos; ella fea y denegrida, ellos vestidos de pámpanos y de hojas verdes; ella sin fructa, ellos cargados de racimos dulces y sabrosos. Y si bien se mira, todo ese bien de los sarmientos es a costa de la vid. Esa hermosura, frescura y fructos de ellos procede de la fealdad y humilde bajeza de la vid. Qué de valor tuvieron los mártires, qué de esfuerzo las doncellas u tiernas entre ruedas de navajas, peines de hierro y hogueras de fuego. ¿De dónde procedió tanta valentía en ánimos de suyo tan pusilánimes? De aquella desnudez de Cristo, de aquella humildad profunda, de que todo fue a costa y a cuenta del crucificado. Bendito sea tal rey, que viene a fundar reino a costa de su sangre y a dar y no a pedir.
Y en señal que le reciben el día de hoy por rey, le echan las capas por el suelo para que las entre pisando. Fue costumbre muy antigua ser la capa símbolo del reino. Quiérele Dios quitar el reino a Saúl por sus peccados v (1 Regum 15) y para hacerle el propheta Samuel amenaza de este castigo w, rompe la capa 29. Y cuando le significaron a Jeroboán que había de ser rey de diez tribus (3 Regum 11) rompió el propheta diez partes de la capa x y así le dijo el Señor: Tolle tibi decem scissuras 30. Las cuales fueron de la capa que Ahías habíe rompido por mandado de Dios para significar esto. Y cuando eligieron por rey y a Jehú, la ceremonia que hicieron fue z tender una capa en el suelo y ponerlo encima, diciendo: Vivat rex a 31. Lo propio hacen hoy con Cristo: en señal de que lo reciben por rey, le echan las capas [226r] en el suelo. Y lo propio hace el hermano el día de hoy, porque es buen rey. Por qué la capa fuese símbolo del reino la Scritura no lo dice, pero podría ser porque, así como la capa b cubre todo el cuerpo, lo abriga y defiende del agua y otras inclemencias, de esa misma suerte el rey ha de cubrir, abrigar, amparar y defender de cualesquier molestias al cuerpo místico de la república. Y en señal que esto hace Cristo, rey verdadero, le echan hoy las capas. Y lo propio el hermano, en significación que ya de hoy en adelante ha de ser Dios su abrigo, su defensa y amparo, etc.
También una buena c capa tiene esto: que disimula un mal sayo, viejo, remendado, tapa y cubre los defectos de los demás vestidos. Y esto, como buen rey, lo hace Cristo con los hombres tapando y cubriendo nuestras fealdades para que de ellas no tome venganza el Padre eterno. ¿Quién hace no reparar en los remiendos del fraile descalzo, en su desnudez, etc.? La buena capa que le cubre del favor y amparo del buen rey. Pero digo d, demás de esto, que la razón por qué en la capa es figurado el reino es porque, así como la capa carga sobre los hombros, el reino carga también sobre los hombros. Quiere Dios rey para Israel, pues búsquese a Saúl (1 Regum) e, que tenga grandes hombros y que exceda a todos ab humero et sursum f 32. Y aun por eso dijo g Esaías, capítulo 9: Factus est principatus super humerum h eius 33. Traía a los hombros Cristo su reino, cargado sobre sus espaldas.
Pero quiero poner una diferencia de los reyes i de la tierra y entre Cristo. Mirad, cuando uno riñe, coge la capa y arrevuélvela al brazo para que el enemigo dé los golpes sobre ella, las estocadas, las cuchilladas. Así son los reyes de la tierra, que las guerras, las hambres, los pleitos todos cargan sobre el reino. Preguntad a uno de los que vive en el mundo cómo vive tan deshonrado, tan sin salud y tan pobre. Dirá que sirve al mundo y cuantos pleitos tiene el mundo todos han de ser a su costa. Pero Cristo, al tiempo de reñir nuestras pendencias en el monte Calvario, al tiempo del prenderlo y crucificarlo, dice (Joannis 18): Si ergo me quaeritis, sinite hos abire 34. Deja la capa, dice que suelten a los discípulos, etc. ¡Oh qué dichoso es hoy el hermano en echar su capa a Cristo y escogerlo por rey, porque lo amparará y lo abrigará, siéndole la capa con que cubra y tape sus defectos, etc.! ¡Qué discreto anduvo Joseph en dejar la capa en manos de la otra mujer 35, que no la trocó por menos de capa de rey! ¡Qué bien anduvo [Sem], hijo de Noé, que tapó j y cubrió la desnudez de su padre con su capa, con que quedó bendito 36! ¡Dichosas las almas que, viendo a Cristo desnudo en una cruz, le echan la capa, que no es menos que recebirlo por rey! Etc.