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San Juan Bautista de la Concepción
Obras IV – S. Juan B. de la C.

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Ad habitum. Pregunta: Quid petis? Responde: Misericordiam Dei, Ordinis paupertatem, et fratrum societatem

Una de las tres cosas que pide es compañía y unidad con los que desean servir y agradar a Dios. Y ésta es grande e inmensa misericordia de Dios. Y para que la estimemos hemos de considerar que, entre otros títulos y nombres que se da a la ley de Dios y a la perfección evangélica, ésta es una metáfora y comparación de que usa la Scriptura en muchos lugares, porque ningún otro nombre ni comparación así le viene como éste. Es como si dijera: yugo de almas y corazones que los une y hermana y atrae a su hermano, apareados y vueltos hacia sí mismos, arando y labrando las labores de Dios, ayudándose unos a otros. Eso dijo quien la llamó yugo y eso dijo de ella el sancto rey David, psalmo 18: Lex Domini inmaculata, convertens animas 1. Estaban opuestas, torcidas y desavenidas, llegó la ley de Dios hecha yugo y convertiólas, juntólas debajo de esta misericordia y merced. Estaba prometido el Hijo de Dios y por esto los prophetas lo pidieron. Y eso fue lo que, habiendo venido, cumplió, como dice: Qui fecit utraque unum 2; hizo una obra poderosa de sus manos, de dos cosas tan apartadas, tan distantes, como era la sinagoga y la gentilidad, hacerlo uno, ponerlo debajo de un yugo. Y el mismo Cristo pide eso a su Padre, diciendo a: [Pater, ego pro eis rogo: ut omnes unum sint 3]; eso te ruego, Padre: que sean una misma cosa.

No tratemos ahora de las excelencias y grandezas de la unidad, que fuera nunca acabar, que todas ellas se resumen en lo que dice [12r] el artista: que ens, verum, unum convertuntur 4; que para que sea ha de ser uno; y la verdad es una y, en no siendo uno, se destruye y se deshace. Como dijo el mismo Cristo: que el reino en sí dividido es destruido 5. Pero tratamos de los efectos de la ley evangélica y una misericordia que por ella hizo a los hombres, que fue hacerlos unos, unirlos y hermanarlos. Y fue este efecto tan conocido en la Iglesia que al principio de ella se llamaba la profesión evangélica hermandad, y los profesores de ella llamarse hermanos antes de llamarse cristianos. Y así los apóstoles, cuando predicaban y llamaban a los hombres a su Iglesia, los llamaban debajo de título de hermanos y de bien avenidos, según aquello de Esaías 66 b: [Et adducent omnes fratres vestros de cunctis gentibus donum Domino, in equis, et in quadrigis, et in lecticis, et in mulis, et in carrucis, ad montem sanctum meum Jerusalem, dicit Dominus 6]. Que es como si dijera: Traerán a todos vuestros hermanos de todas las gentes do están esparcidos en don y presente para Dios, y traerlos han en caballos, coches y literas, mulas, en carrozas, al monte sancto mío, de mi Iglesia. Donde da Dios a entender cómo su evangelio y divina ley es una hermandad, do todas las naciones se hermanan de tal manera que el nacido en Italia, Francia, el inglés, español, finalmente el de Europa, Asia, etc., todos los une y hermana este yugo del sancto evangelio. Y vendrán, dice más, a mi Iglesia enjaezados, etc., significando la majestad y la autoridad con que la nobleza del mundo entraba en esta hermandad, no contentándose el pobrecito apóstol de traerla y entrarla en la Iglesia menos que con majestad y triunpho para más honra del omnipotente Jesús, que lo sería ver un pobrecito pescador, roto, descalzo, que va haciendo la guía a la majestad y grandeza de un rey, presa hecha, ofreciéndolo por nuevo hermano a la hermandad de la Iglesia. A cuya semejanza se hace este acto el día de hoy, cuando, triunphando los pies descalzos, la pobreza, la desnudez de los aparatos y arreos del mundo, le ofrece al mismo Dios un nuevo hermano y hijo para mayor honra y gloria suya.

Considerando el glorioso san Pedro que el stado evangélico es un yugo que hermana y junta (1 Pet 2 et 3) c, dijo: diligite fraternitatem 7. —Ahora, padre, si la ley de Dios es yugo que nos une y hermana, y de esta excelencia gozamos en la Iglesia, ¿qué nueva merced y misericordia es la que hoy pedimos y se nos hace? Ahora adviertan que, aunque es verdad que la ley y el evangelio nos ha hecho hermanos, pero la malicia, la d maldad y el peccado nos tiene apartados, desiguales y desconformes. Como en casa de un padre donde hay muchos hijos, pero cada uno sigue su natural y su inclinación: uno sastre, otro pintor; pero mayor hermandad fuera si todos fueran de una complexión, de un humor y de un natural e. Así en la Iglesia veo tres maneras de hermanos. Unos son como los de Adán, Abel y Caín, que, aunque hermanos, se beben y derraman la sangre el uno al otro 8; como los hermanos y hijos de Rebeca, Jacob y Esaú, que dende que nacen del vientre todo son contiendas, engaños y embustes, quitándose las haciendas, los mayorazgos, etc., riñas [12v] y fugas 9; como los hermanos e hijos de Jacob, vendiéndose unos a otros, armándose las traiciones 10, etc.; como los hijos de David, Absalón, Tamar, quitándose la honra 11, etc. Y fuera nunca acabar.

Aunque la ley de Cristo es un yugo que une y hermana, pero la malicia y peccados siembran diferentes humores y bandos, pretensiones, etc. Viendo la Iglesia estas disensiones entre hermanos, funda religiones, donde no sólo con el yugo sean hermanos, sino con los consejos sean unos, que eso es lo que en cualquier hábito cantamos: qué bueno y qué jocundo es que los hermanos sean unos 12. En el siglo son hermanos, pero no unos. Y si no, decidme quién en el siglo cumple aquello que dice san Pedro (1 Pet 2 et 3) f: «Sed todos de un mismo ánimo, compadeciéndose unos de otros, amadores de la verdad [sic], misericordiosos, modestos, humildes, no dando mal por mal, porque para esto sois llamados» 13; como si dijera: para ser una misma cosa. Decidme ¿quién en el siglo cumple aquello que dice san Pablo: Alter alterius onera portate, et sic adimplebitis legem Christi? 14 Porque ésta es la ley de Cristo: que seamos tan unos, que digamos con san Pablo: Quis scandalizatur? 15.

El g querer decir los males que hay en el mundo, la poca fee, lealtad, verdad, amistad, compasión, etc., es nunca acabar, porque no hallaremos sino mill enredos, tramas y engaños, etc. Está ya tan perdida esta fee y hermandad y, por el consiguiente, la ley de Dios en sus corazones, que no se halla sino un Caín para un Abel, etc., un león para un cordero, una raposa para un polluelo, una ave de rapiña para una simple paloma. Viendo esto nuestro buen Dios, él desde el cielo toma por officio y a su cargo juntar a los hermanos que por el mundo eran disparcidos en el monte alto de la religión, donde muchos habiten unos en una fee, en una verdad, en un amor, en un spíritu, en una charidad. Y no sólo en esa unidad que es de tanta importancia, sino también en las cosas muy pequeñas: un sustento, un lecho, un vestido, un trato, etc. Y ésta no es pequeña gloria ni misericordia, que de esta gloria, de este stado, de este lugar y ocasión y tiempo dichoso había dicho Esaías: Simul in unum morabuntur agnus, lupus et leo (vide totum locum) 16. Quién ve que el que en el siglo repetía para lobo, verlo tan uno en el uno, etc., que no sé si me diga que en él se hallan ambas cosas, que en echándole esta mortaja a cuestas, queda ya uno con el que en el siglo quizá se lo comiera, y acá está y estará tan lejos de eso que le ha de pisar la boca y le ha de dar la bofetada y mortificarlo 17. De esta hermandad dijo también David: Simul in unum dives et pauper 18. Di, si quieres, y compara a los del mundo al mismo mundo en los ríos, etc., y la religión a la mar, donde todo es uno.

[13r] h Y de esta unidad le viene al hombre mill bienes. «¡Ay del solo —dice el Spíritu Sancto—, que si cayere no tiene quien lo levante!» 19. Pues hemos dicho que los del mundo cada uno es de por sí, como dice san Pablo 20, cada uno busca su provecho, podremos decir: ¡Ay de los del mundo, tristes y miserables, que si caen no hay quien les dé la mano! Y si ahora hablara Salomón o hablara de estos tiempos, no sólo dijera: ¡Ay de los del mundo, que no hay quien los ayude!, pero allí junto pusiera: ¡Ay de los del mundo, que en él no hay sino quien asuele, destruya y derribe y dé zancadillas, ponga tropiezos y sirva de piedra de scándalo! Dichosa del alma, por mill partes dichosa, que está en la unidad de la religión, que si cayere tiene a su hermano a su lado, hecho otro Elías, de quien dijo Eliseo que era carro y carretero 21 que le guiará y enseñará el camino, y carro en que podrás cargar tus penas, trabajos y aflicciones. Hallarás luego ascua que te encienda, luz que te alumbre, ciudad que te recoja, sal que te conserve, hermano que te ampare, padre que te sufra, abogado que te defienda.

No digo mucho en decir estos bienes de la compañía del justo, que para más y para todo lo que quisieres es y lo que hubieres menester, que es lo que más se puede decir. Como acá solemos decir: Aquí estoy para todo lo que vuestra merced mandare, siendo mentira. Así lo dice el propheta: Perit iustus, et non est qui recogitet 22; no hay quien se duela. Pero en el justo es verdad, como de sí dijo el divino Pablo: Factus sum omnia omnibus, ut omnes lucrifaciam 23; para levantar al caído hágome un camaleón para su remedio y, si tiene necesidades de niño, me hago una madre, etc. Mirad lo que dice el sancto Job: Oculus fui caeco, pes claudo 24, etc. Y más vale el justo, pues vale para con Dios todo lo que quisiere. Mira que los pone Abrahán en precio con Dios cuando quiso destruir aquellas ciudades, que le ofrece tantos justos y, viendo que llevaba mucho, se los fue disminuyendo hasta cinco 25. Mirad lo que vale Moisés para con Dios enojado, que dice David: Si non Moyses, electus eius, stetisset in confractione eius 26, etc. Es muy ordinario de un padre no azotar a su hijo habiendo en su casa quien se lo quite. ¿Por qué pensáis que en el mundo hay tantos castigos, y los mayores que ha habido que son peccados, que son los mayores castigos, etc. i, el entregar los reinos a los tiranos con las guerras? No hay justos. Más tiene la compañía del justo, que da fortaleza a su hermano. Funiculus triplex difficile rumpitur 27; lo cual tiene una varilla sola. Una hebra de hilo fácilmente se quiebra, una tela no, etc., porque no es hilo sino paño entretejido. Eso tiene el hombre, que solo él es la misma flaqueza, pero entretejido, etc. Convenerunt in unum [13v] adversus Dominum et adversus Christum eius 28; para contra la fortaleza del Hijo de Dios se hicieron a una. Interficitis vos tanquam inclinato parieti 29; hiciéronse a una para derribar la pared, de quien dice la sposa: Stat post parietem 30.

Fuera nunca acabar decir los bienes que al hombre se le pegan de la unidad, hermandad, compañía de los buenos. Un Saúl, de sólo llegarse y entretejerse entre los prophetas, se le pegó la profecía 31. Ahora si un hombre estuviese convidado de un noble y éste llevase consigo otro que no lo fuese j, sería posible que le habría de alcanzar parte, algún plato o algún bocado. El justo siempre es convidado a la mesa de Dios; si el peccador se le arrima, no hay dudar de la franqueza de Dios, sino que por la intercesión del justo le ha de arrimar algún plato y ponerle delante algún bocado. Notan de Temístocles que, vendiéndose una heredad de bienes raíces, mandó al que la vendía pregonando añadiese al pregón que tenía un buen vecino, conociendo el provecho que siempre viene de eso. Un justo en el mundo entre los malos, por lo que se le puede pegar, parece que le hace valer menos, y un peccador entre justos y en compañía de buenos vale por los buenos vecinos. Y lo propio que dijo el mismo: mostrándole una casa muy bien edificada, dijo que tenía una falta y era no andarse como un torno a la redonda para que, cuando tuviese un mal vecino a la puerta, pudiese volverse del otro lado. Es estorbo la compañía de los malos para mill cosas. Moisés, cuando vio que su pueblo había peccado, para tratar y hablar con Dios sacó el tabernáculo y desviólo de donde estaban los peccadores para que no le fuesen estorbo, como notó el texto sagrado (Exodo 33) k: [Moyses quoque tollens tabernaculum, tetendit extra castra procul 32]; teniendo Moisés el tabernáculo fuera de los reales l. Estaba Cristo con sus discípulos en la cena, y era Dios, y como estaba allí Judas, de quien dijo Joan 13: Unus ex vobis m diabolus est 33, parece que estaba a raya y como detenido en su real condición; y así, al punto que salió el traidor a concluir la traición, que ya tenía forjada, dijo luego: Nunc Filius hominis clarificatus est 34. Como si dijera: ahora que ha salido de aquí este mal hombre, está este cenáculo hecho un pedazo de cielo, parece que ya estoy bien aventurado en el cuerpo, etc.

De todo lo dicho, hermano, entenderá cuán señalada merced le hace hoy Dios en darle compañía de hermanos, para que sean una misma cosa, para que con ayuda los unos de los otros mejor y más presto se camine para el cielo. Si fuésedes un camino largo, qué afligida cosa es ir solo, porque se ofrecen mill dificultades, ya en el camino, ya en el tiempo, ya por la falta del dinero; y así es dichosíssima cosa topar una camarada, [que] hecha n a o humor y medida, que nos quita mill pesares y da mill gustos y nos entretiene con sus palabras buenas y alegres y largas historias que nos cuenta, etc. Esta dicha tiene su charidad: que en el camino de Dios lleva muchas camaradas que le ayuden. Etc.




1 Sal 18,8.



2 Ef 2,14.



asigue espacio en blanco



3 Cf. Jn 17,1.9.21.



4 STO. TOMÁS, In I Sententiarum, d.8 q.1 a.3: «Ens, verum, bonum, et unum sunt aequalis simplicitatis: quod patet ex hoc quod ad invicem convertuntur»; d.19 q.5 a.1: «Haec quatuor convertuntur, ens, bonum, unum et verum».



5 Cf. Mt 12,25.



bsigue lín. y media en blanco



6 Is 66,20.



cal marg.



7 1 Pe 2,17.



dsigue la tach.



esigue as tach.



8 Cf. Gén 4,1ss.



9 Cf. Gén 27.



10 Cf. Gén 37.



11 Cf. 2 Sam 13,11ss.



12 Cf. Sal 132,1.



fal marg.



13 1 Pe 3,8-9 (traducido de la Vulgata).



14 Gál 6,2.



15 Cf. 2 Cor 11,29.



gms. Es



16 Cf. Is 65,25.



17 Alusión a algunas mortificaciones extraordinarias que se practicaban en el refectorio. Cf. De los oficios más comunes..., 16.



18 Sal 48,3.



hms. al inicio de p. Jhs. M.ª Joseph



19 Ecl 4,10.



20 Cf. 1 Cor 10,24.



21 Cf. 2 Sam 2,12.



22 Is 57,1.



23 1 Cor 9,22.



24 Job 29,15.



25 No fueron cinco sino diez los justos que Abrahán invocó al final de su súplica para salvar las ciudades de Sodoma y Gomorra. Cf. Gén 18,23-33.



26 Sal 105,23.



isigue en tach.



27 Ecl 4,12.



28 Sal 2,2.



29 Sal 61,4.



30 Cant 2,9.



31 Cf. 1 Sam 10,10-12; 19,23-24.



jsigue no tach.



kal marg.



32 Ex 33,7.



lsigue y tach.



mms. vestrum



33 Jn 6,71.



34 Jn 13,31.



ncorr. de echar



osigue me tach.






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