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San Juan Bautista de la Concepción
Obras IV – S. Juan B. de la C.

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Jhs. Maria

A la profesión de un hombre que, estándosela ya para dar, los hermanos juntos, se la procuró el demonio estorbar con particular sugestión

Desnudo ya para hacerla, le dio en decir que no estaba para hacerla. Y diciéndole que le diesen su vestido para irse, decía que no quería irse. Cuando vido el diablo que no podía más, pidió de partido que se le dilatase hasta la Pascua y, no quiriéndoselo dar, conociendo que el demonio le atormentaba, inviámosle delante del Sanctíssimo Sacramento a que le pidiese a Dios favor y socorro. Dentro de un cuarto de hora vino a mí llorando, pidiendo favor y perdón, diciendo particulares cosas y alegando razones por donde merecía ser perdonado 1.

[35v] Quid petis? Misericordiam Dei, Ordinis paupertatem, etc.

En el punto que dejé a su charidad, víneme a la celda melancólico por ver que con algo el demonio había salido, aunque no fuese más de haber dilatado este acto media hora y volverse los hermanos, que ya estaban juntos, a sus celdas, porque yo tengo por particular afrenta que en cosa se le dé entrada al que es tan enemigo de los justos. Como hombre ya desembarazado, entréme en la celda y abro un libro 2 y las primeras palabras que leí fueron éstas: Tu es refugium meum a tribulatione quae circumdedit me, exultatio mea, erue me a circumdantibus me 3. Tú eres mi refugio en la tribulación que me ha cercado, alegría mía, líbrame de los que me rodean. Dije yo entonces: Díselo tú, Dios mío. Y para que su charidad entienda en el peligro que ha estado y la misericordia que hoy Dios le hace, será bien expliquemos ese verso.

Dios es justicia que castiga; y, viéndose a el hombre acosado de esta justicia, huye por la penitencia al mismo Dios, que es refugio y amparo. Y allí un alma amparada, y ya de su corazón desterrada la tristeza que antes tenía por el castigo de sus peccados, lleno de contento vuélvese a Dios y dícele: Exultatio mea, tú eres mi alegría y mi contento. Y porque al que se escapa de la justicia, puesto en refugio, allí le cercan y rodean las guardas, alguaciles y porquerones para tornarle a prender, dice: Erue me a circumdantibus me; pues tú has tomado la mano a librarme de lo pasado, defiéndeme también en lo por venir. La Religión, hermano, y este convento es casa de refugio, donde se acogen los que por sus culpas y delitos vienen huyendo de la justicia. Esta propia justicia, aquí metido, le pone cerca de alguaciles, que son demonios, de quien dijo san Pedro: circuit, quaerens quem devoret 4. Y es de advertir que de ordinario las guardas entran y hablan con el retraído, procuran persuadirle y engañarle salga de sagrado para tornarle a echar mano. Todo esto lo vemos cumplido en su charidad, que, habiéndose retraído por los peccados que en el siglo [36r] había cometido, púsole el demonio guardas, las cuales con particular sugestión, tiniéndole casi convencido, estaban ya para echarle mano y llevarle a su perdición. Pero, habiéndole amparado en semejante ocasión con tan grande caudal la misericordia de Dios, podrá su charidad decir: Tu es refugium meum a tribulatione. Y con el contento de verse libre de semejantes penas, decirle: exultatio mea 5. Quién ve la perdiz que, habiéndola sacado el perro por el viento, le da vueltas y la rodea, por no ser sentido no ladra, por no dispertarla no hace ruido. La perdiz, cuando se ve de aquella manera, llena de miedo se cose con la tierra, que parece se quiere meter debajo, busca el rinconcillo más escondido de entre las matas y allí está aguardando verse libre a circumdantibus 6. El demonio, por alguna presunción o soberbia secreta, sacóle por el viento, que es lo que acá decimos: sacar por el rastro, que es más seguro para el demonio. Es la soberbia. Disimulóse todo lo que pudo, no ladró, no hizo ruido ni mostró ser demonio, procurándole engañar con aparencias de virtud para, en sacándole de sagrado, echarle mano. Pero Dios ha querido ser en su escondridijo refugium a tribulatione. Y ahora que se ve libre diga: exultatio mea, etc.

Dije denantes que la perdiz, para librarse del perro, parece que se cose y mete con la tierra, que eso hace el miedo y asombro del contrario. Hermano mío, de hoy en adelante el modo que ha de tener para librarse del demonio ha de ser abatirse, abajarse, humillarse, porque no hay cosa que tanto aborrezca el demonio ni cosa de que tanto huiga como es de la humildad. En los libros de los Reyes se lee que, tirándole una lanza Saúl a David, el sancto pastorcillo bajóse, cosióse con la tierra y pasó la lanza por alto y hincóse en una pared 7. Hoy el demonio le quiso atravesar con la tribulación, pero Dios, que es su refugio, diole pensamientos de desprecios del mundo y de humildad, pasó la tribulación y lanza por el aire, etc. Lo propio [36v] vemos que quiso usar el demonio con el glorioso san Joan Baptista, que para mejor herirle lo procuró levantar sobre la misma cabeza de Dios, quiriéndole hacer Dios de Dios. Pero el glorioso sancto, viendo que el de la humildad es eficaz remedio para semejantes victorias, dice: Non sum Christus, non sum Elias; y abájase hasta decir que es un poquillo de aire: Ego vox 8. Que parece que en esto daba tácita respuesta al mismo demonio, porque al aire no se le puede dar cuchillada, que acá solemos decir a las cosas disparadas: Hoc est aerem verberare 9. Es disparate que al que se recogió al desierto y dejó el mundo y tiene por blanco la humildad, quieras tú herir con golpe de soberbia. Con esta humildad se librará su charidad de semejantes golpes.

Dirá su charidad: Hermano, enséñeme cómo tengo de alcanzar esta virtud de la humildad. David nos lo enseña: Afflictus sum et humiliatus sum nimis 10. La aflicción por los peccados pasados, la mortificación, la penitencia, etc. Suélense poner cantos y piedras sobre los tejados para que los aires no se lleven las tejas. Importa mucho el peso de la penitencia y mortificación para que el aire de la presunción no nos lleve, que se harán muchas goteras en el alma, etc. El Spíritu Sancto, en el cap.15 del Eclesiástico, lo dice: Qui timet Deum firmabitur in illo, et non flectetur 11. Es ordinario a un penitente y hombre afligido llamarle temeroso de Dios. Et non flectetur, no tendrá mudanzas. Esa es la razón por qué en el siglo hay tantas y tan poca humildad, tan poca firmeza, porque no hay aflicción ni temor de Dios. Para eso le ha querido hoy Dios cargar a su charidad con esa tribulación, entregándole al demonio para que se humille et non flectetur, y quede aferrado y firme en más servir a Dios.

Demás de esta firmeza y de esta humillación, ha de hacer ahora los tres votos, los cuales sirven de más aferrarle para que no se lo lleve el viento. Con dos cosas se afierra y asegura un navío o galera en la mar para que no vaya a todos vientos y [37r] en la borrasca y tempestad no perezca: con el lastre, arena o piedra con que le cargan. Lo segundo las áncoras de hierro con que le afijan echándolas por en medio del agua a lo firme de la tierra. Con estas dos cosas queda su charidad el día de hoy aferrado y humillado: con el lastre, con las piedras, con la tribulación y aflicción que ha tenido; con las áncoras de los votos que afirma y pone hoy en Dios, nuestro firmamento 12. Con el voto de la obediencia afirma la voluntad, que es la volatería, ut non flectetur; con el voto de la castidad afierra la carne para que no se vaya tras sus antojos; con el de la pobreza se humilla y cose con la tierra para que el viento y el aire que va por lo alto no se lo lleve.

Es grande excelencia de un religioso que quede aprisionado, atado y ligado con el mismo Dios. Encareciendo las alabanzas del glorioso Baptista, el mismo Jesucristo dice: Quid b existis in desertum videre? Arundinem vento agitatam? Hominem mollibus vestitum? 13, etc. De dos cosas le alaba, de pobre y de firme, que no era como las cañas, que se bamboleaba a todos aires; ni el subirlo ni el levantarlo no le hace inclinar, ut dictum est, ni la persecución en la cárcel y martirio. ¡Qué mayor dicha que podamos decir de su charidad al día de hoy que es pobre, pues hace voto de pobreza y no trae vestidos ricos ni preciosos; que no es caña, pues siéndolo queda afirmada en el mismo Dios, atada y ligada con tres votos de hoy en adelante, tan firme con la humildad que en él no se halle mudanza neque in prosperis c, neque in adversis! Envía Dios a predicar a su propheta y dícele: Ut addamantem et silicem dabo faciem tuam 14. ¿Qué tiene que hacer el diamante con el pedernal? El uno anda debajo de los pies y el otro en los corazones y coronas de los reyes. Fue decirle Dios: Yo te haré tan firme en mi servicio que ni el levantarte sobre las coronas de los reyes ni abatirte debajo de los pies, como si fueras una piedra vil y baja, te haga mudar. Hoy, hermano, queda afirmado por los tres votos, y ha de ser con tantas veras que ni el levantarlo y subirlo la bonanza ni el abajarlo la tribulación [37v] y aflicción ha de ser bastante para mudarlo del mismo Dios, porque, estando firme en él, será libre a tribulatione et a circumdantibus me 15.

Al principio dije cómo era de grande importancia la humildad. Dice el glorioso Gregorio: Qui virtutes caeteras sine humilitate congregat, est quasi qui pulverem in ventum portat 16. Como el que lleva polvo delante del viento, que con el mismo polvo y el viento se ciega, assí es el que tiene virtudes sin humildad, que sus propias virtudes le ciegan pareciéndole ya que es sancto, etc. Assí le ha sucedido a su charidad. Faltándole esta virtud, le cegó el demonio haciéndole encreyente d que en el siglo se podrá salvar [sin] hacer penitencia; que qué necesidad tenía de tanta aspereza, etc.




1 Cuenta más detenidamente el mismo episodio en Memoria de los orígenes de la descalcez trinitaria, 40,5 (Contradicción del cuarto voto). Véase la nota puesta allí (en la presente ed. vol.II, 332 nota 9), que identifica al hermano en cuestión con Fr. Jerónimo de San Miguel, natural de Meco, quien vistió el hábito por el año 1602.



2 Según especifica en ibid., 40,5, se trata de PEDRO DE VEGA, O.S.A., Declaración de los siete Salmos Penitenciales, Zaragoza 1606 (1.ª ed. Madrid 1602), I, Discurso 2.º, 61v-62v.



3 Sal 31,7.



ams. aviéndose



4 1 Pe 5,8.



5 Sal 31,7.



6 Sal 31,7.



7 Cf. 1 Sam 19,10.



8 Cf. Jn 1,20-23.



9 Inspirado en 1 Cor 9,26: «Sic pugno, non quasi aerem verberans».



10 Sal 37,9.



11 Cf. Eclo 15,1.3.



12 Alusión a Sal 17,3.18: «Dominus firmamentum meum». Cf. Sal 70,3.



bms. quem



13 Mt 11,7.



c neque in prosperis subr.



14 Ez 3,9.



15 Cf. Sal 31,7.



16 GREGORIO MAGNO, Homiliae in Evangelia, I, hom.7 (CCL 141,52): «Qui enim sine humilitate virtutes congregat, in ventum pulverem portat».



dms. encreyentes






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