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San Juan Bautista de la Concepción Obras IV – S. Juan B. de la C. IntraText CT - Texto |
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Jhs. Maria
A la profesión del hermano fray Cipriano en el día de san Francisco de Paula 1 de repente, porque se entró al coro preparado para hacer su profesión sin saber nada. [119v] Quid petis? Misericordiam Dei, Ordinis paupertatem, et fratrum societatem
Propiedad es de chiquillos entrarse al descuido a la cama do está su padre y, sin pensar, pedirle y cogerle lo mejor que tiene, porque estos chiquillos doquiera caven y por doquiera se entran. Quién dijera que yo no lo pensé que el hermanito viniera ahora a pedirnos lo mejor que tiene y hay en la Religión, que es pobreza, castidad y obediencia. No es nuevo para Dios que le lleven los niños sus ojos, quia humilia respicit et alta a longe cognoscit a 2; que atiende y mira a los pequeñuelos de cerca para mirar y hacer lo que quieren y de lejos conoce los grandes, etc. Sinite parvulos venire ad me b 3. Apartaos, no estorbéis ni detengáis los pequeñuelos que quieren venir a mí, dejadlos, no les cerréis las puertas, entren, porque a ellos amo y quiero.
Miremos lo que hoy dice el evangelio que se ha cantado en la fiesta de san Francisco de Paula 4: Nolite timere pusillus grex, quia complacuit Patri vestro dare vobis regnum c 5; no temáis pequeñitos, porque tiene pensado vuestro Padre y determinado y tiene particular agrado en daros el reino. De donde consta que a los niños pequeñitos hace Dios reyes. Unius anni erat Saul cum regnare coepisset 6; que era niño de un año cuando le dieron el reino; que tenía inocencia, pureza y rendimiento de niño de un año cuando lo hacen rey. Y aun en el modo de eligirlo y ungirlo se echó eso de ver 7. Andaba Saúl buscando las asnas perdidas de su padre y habla Dios al propheta Samuel para que, aportando a el pueblo donde estaba, lo unja por rey, porque, dice, tiene determinado de salvar en él al pueblo de Israel. Pasando, pues, Saúl y su compañero de pueblo en pueblo buscando sus jumentas, estando ya determinado Saúl de volverse, el compañero que llevaba [120r] persuadióle que pasasen adelante y consultasen al propheta de Dios, que entonces se llamaban videntes. Llegando, pues, al pueblo do estaba Samuel, do había venido a ofrecer sacrificio a Dios y tenía grande convite, dícele Dios que salga al camino a recibir a Saúl. Después de encontrados mano a mano y de palabra en palabra, lo trujo a convite y lo sentó en cabecera de mesa entre más de treinta convidados que había en la fiesta solemne. Sentado allí, llama Samuel d al cocinero y dícele: Da partem quam dedi tibi, et praecepi ut reponeres seorsum apud te. Levavit autem cocus armum, et posuit ante Saul. Dixitque Samuel: Ecce quod remansit, pone ante te, et comede, quia de industria servatum est tibi, quando populum vocavi e 8. Otro día, después de muchas cosas, saliéndose entrambos la ciudad abajo para despedir Samuel a Saúl, tulit Samuel lenticulam olei, et effudit super caput eius, etc., et dixit: Ecce, unxit te Dominus super haereditatem suam in principem 9, etc. f
Aquí hallo dos cosas: la una de niño y la otra de grande. De niño, que, antes que Saúl llegue a la ciudad, ya Samuel le tiene preparada la merienda como a niño y mandado al cocinero que se la tenga preparada y apartada. Válame Dios, ¿qué misterio tiene esto: que lo quiere, por mandado de Dios, hacer rey y ungirlo en príncipe de su pueblo, y le guarda para esa ocasión el propheta la ración y la merienda, como a niño? Sí, que, como Saúl es niño de un año cuando empieza a reinar, es menester engañarlo, si assí se puede decir, para que acepte el officio y quiera echar sobre sí tal carga. Oh buen Dios, ¿y qué misterio está ahí declarado? Que, para tomar el officio, el mando y la dignidad y el reino, ha menester uno ser niño de un año, no tener ojos, no considerar ni pensar. Que, si conociese sus obligaciones, es certíssimo [no] las hiciera. Y assí busca Dios el que ha de ser el primer rey de Israel [120v] que sea inocente como niño de un año, y aun que le engañen, si assí se puede decir. Y bien puede, que lícito es en semejantes ocasiones engañar la flaqueza del niño para que acepte y no rehúse la carga. Y assí le habíe mandado Samuel al cocinero que para aquella ocasión guardase ración, comida o merienda para Saúl.
Lo segundo que se ofrece es que, pues como a niño le guardan la merienda, con que lo pretendían engañar en el sentido dicho, ¿por qué no le guardan comida de niño, y no una espalda de carnero, que es comida de un hombrazo y segador? Digo que, aunque en el convite le encubrieron lo que le querían [hacer], en lo que le dieron se lo descubrieron, que fue decirle: para aceptar a ser rey, es menester ser niño; para exercitarlo, hombre de grandes fuerzas y de grandes espaldas. ¿No ve, hijo mío, cómo busca Dios niños para hacerlos reyes y, para que lo acepten, los regala y previene con bendiciones de dulcedumbre 10? Pero advierto que, si para ser electo en rey, para hacer profesión, bastaba ser niño, que en la profesión rinde el entendimiento, la voluntad y promete obediencia, castidad y pobreza, que para prometer basta ser niño, pero, para pagar lo que uno debe y para ser rey y exercitar el officio, ha menester ser grande y haber comido espalda, de suerte que, siendo niño para lo aceptar, para lo cumplir ha menester tener espaldas de ganapán. Ha menester ser muy hombre para cumplir con sus obligaciones. Si niño para que hoy le den el reino de su Padre, hombre para guardar lo que promete, hombre para guardar obediencia, castidad y pobreza, etc. Porque a Saúl niño le dan el reino, y [a] Saúl hombre, y tan hombre que a todos los de Israel les llevaba ab humero et sursum g 11, le dan espaldas para que lleve la carga y que acuda a sus obligaciones, etc.
[121r] Luego h, según esto, bien dice Cristo: «No temáis pequeñitos, que le ha agradado a mi Padre daros el reino» 12. Pues advirtamos por charidad, para que nos conservemos reyes, lo que hemos de hacer. Digo que a Saúl niño lo hacen rey y Saúl grande pierde el reino, porque, aunque es verdad que ha de ser uno grande para exercitar el officio, ha de procurar ser niño siempre para conservarlo. Digo niño obediente, porque, en el punto que traspase los preceptos de Dios y sus mandamientos, ya no es niño; y no siendo niño, perderá el reino. El obediente es comparado al niño. El niño no hace lo que quiere, sino lo que le mandan. El niño no ofende ni se defiende; tráenle atados y envueltos los brazos para que no los juegue ni se mande si no fuere a la voluntad del ama que lo cría, de suerte que, si ha de andar, comer, beber o mamar, no ha de ser por su querer, sino por el querer de la persona a cuyo cargo está. Pues esto es ser obediente: nada hacer por su querer y voluntad, estar rendido a la de sus prelados. No ha de tener pies para andar ni manos para obrar ni boca para comer. Todo ha de ser al querer de la obediencia y prelado que lo cría.
Y a estos niños da Dios el reino. Y por ser niño obediente como de un año Saúl, se le da el reino. Fuelo Dios tratando como a niño y como a verdadero obediente. Dícele Dios a Samuel, que era el ama que criaba al niño, que fuese y diese batalla a [Amalec], y que el Señor le daría la victoria, porque él tenía determinado, como si dijera, de tratarlo como a niño, que otro le riña sus pendencias y alcance sus victorias; y los niños se lleven las ganancias y los despojos de la guerra. Y que eso hará con Saúl, a quien lo tiene y trata como a niño. Y que, pues lo es, que advierta que en aquella batalla se le ha de dar recepta, como a niño, de todo lo que ha de hacer. Y que en nada ha de hacer su voluntad, sino la de Dios. Dale sus documentos y receptas el sancto profeta y, entre otras cosas que le dijo y ordenó de parte [121v] de Dios, fue decirle que no perdonase en aquella victoria a nadie, sino que hasta las bestias y animales pasase a cuchillo. Va el rey y alcanza la victoria, y en ella no guardó las leyes de los niños, que es la verdadera obediencia. Saca las manos, que debía tener ligadas y atadas para sólo hacer la voluntad de Dios y no la suya, hace su antojo y no el querer de Dios. Y viendo muchos ganados lucidos, hermosos y gordos, en achaque de ofrecerlos en sacrificio a Dios, hace su voluntad, carga con ellos, no los mata sino tráiselos consigo. Esperad Saúl, ¿dejáis de ser niño, hacéisos grande, no obedecéis? Pues aguardad y veréis lo que pasa. Háblale Dios a Samuel y dícele que, atento que ha hecho su voluntad y no lo que se le había mandado, que lo repruebe y deseche. Va Samuel a tomar las cuentas al niño rey; pídeselas como se suelen pedir a una criatura. Dícele que si se ha regido por el arancel que se le había dado. Dice que sí. Y al tiempo que dice que sí, están echándolo en la calle su desobediencia los berridos de los toros y balidos de las vacas que había traído consigo y lo están desmintiendo 13. Y assí le dice Samuel: Porque no obedeciste el precepto de Dios, ecce proiecit te Dominus hodie 14, etc. (vide). No quisiste ser niño y verdadero obediente; el Señor te ha reprobado y quitádote el reino.
No sé, mis hermanos, a quién esto no hace temblar. A los niños y verdaderos obedientes se les da el reino de los cielos, el gozar y tener el estado religioso. Y en el punto que uno se quiere hacer grande, hacer su voluntad y desobedecer, pierde el reino y lo echan en la calle sus desobediencias. Y si él dijere que es fraile porque viste este hábito, el quebrantamiento de la obediencia dará voces y dirá que miente. Si quisiere engañar con pies descalzos, el sacar las manos y hacer su voluntad dará voces y dirá que no es niño, sino hombre inobediente y reprobado y desmembrado del reino de Dios. Que eso es lo que hizo la desobediencia en los primeros ángeles y en Adán: que a unos los echa [122r] del paraíso 15 y a los otros del cielo 16. Porque es justo castigo que, al que se rige por su querer y voluntad, salga de casa y vaya a tierra libre y propia; que la que es ajena, como las religiones, sólo ha de vivir en ella el que hiciere la voluntad del dueño de la casa.
Así digo que, habiendo Dios escogido a Saúl niño para el aceptar, había de ser hombre fuerte para el vencerse a sí propio y saber obrar y obedecer, que para eso se le dio la spada, para que fuera fuerte en el cumplimiento de la ley de Dios. Y assí su charidad, aunque es niño y acepta como niño, ha de obrar como hombre, vencerse y rendirse como fuerte, ha de hacer la voluntad de sus prelados; y assí, siendo niño y hombre, aceptará y conservará el reino.
No creo que hallaremos muy escondido un exemplo en que hallemos estas dos cosas juntas. El evangelista nos da un hombre chico y grande. Chico: Zaqueus statura pusillus erat; era Zaqueo pequeño de cuerpo. Pero, luego como supo por dónde había de pasar Cristo, ascendit in arborem sycomorum; subióse en un árbor. Y por entrambas cosas mereció hospedar a Cristo en su casa y que se la dejase bendita 17. Chiquito es, hermano, pero discreto como Zaqueo, porque, sabiendo que por las religiones pasa Cristo, procuró subirse en este árbor grande de nuestra sagrada Religión, por lo cual merece, si no Dios hospedado en su casa, él hospedado en la casa de Dios y que la guía, que es su alma, alcance las bendiciones y misericordias que pide y Dios a los tales tiene prometidas.
Esto propio me parece veo figurado en aquel árbor que vido Nabucdonosor, de quien dice el propheta Daniel que era alto, grande, frondoso, espacioso y extendido, de suerte que con las ramas más altas llegaba al cielo y con las bajas a los confines de la tierra. De lo que servían estas ramas altas y grandes, dice que servían de que en ellas [122v] se asentasen y viviesen las aves y pájaros del cielo, y que debajo a la sombra estaban tendidas las bestias de la tierra 18. Cosa notable que los pajarillos y jilguerillos, aves tan pequeñuelas, puestas en las ramas altas, podíamos decir que llegaban al cielo y que, siendo pequeños, eran grandes. Pequeños, pues eran, digamos, jilgueros; grandes, por estar asentados en ramas tan altas que llegaban al cielo. Pongamos exemplo de este árbor en nuestra santa Religión. Unas ramas más altas, por ser de la Sanctíssima Trinidad, llegan al cielo y pasan a Dios, pues tiene su sanctíssimo nombre. ¿Cuáles son estas ramas? Las tres que su charidad pide: obediencia, castidad, pobreza; penitencia, mortificación, humildad. ¿Cuáles son las ramas bajas que llegan a los confines de la tierra? La charidad que tiene para con todos. Debajo de estas ramas y a su sombra descansan y se recrean los enfermos que tenemos obligación de curar y los captivos que debemos redimir. Y en estas ramas altas que hemos dicho ¿quién se sienta? Las aves que vuelan, los varones contemplativos. ¿Quién? Los niños, que, siendo pequeñuelos como jilguerillos, volando y subiendo arriba se hacen grandes, de suerte que llegan al cielo. A estos pequeños, mis hermanos, es a quien Dios da y promete el reino de los cielos y a quien dice que no teman, que, si ellos en sí son pequeños, Dios tiene en su casa árbor grande, donde se empinen y suban, donde, como aves celestiales, se ocupen en alabarlo y bendecirlo.
¡Ojalá, mis hermanos, estas pocas palabras, aunque dichas de repente, las guardásemos en el corazón, como decía David 19: In corde meo abscondi eloquia tua i; si guardásemos que, para ser reyes en la casa de Dios, es menester ser pequeños y niños, y que ser niños es ser verdaderos [123r] obedientes, ser pequeños para obedecer y grandes para obrar, pequeños en nosotros y grandes en Dios, pequeños en nuestra consideración y pensamientos y grandes por haber subido en árbor y ramas altas de la Religión, que son obediencia, castidad y pobreza! ¿Por qué pensarán que un religioso anda y lo hallan cada momento desapercebido? Porque no guarda; que quien guarda, dicen, halla. El que en su corazón, cuando promete obediencia, la guarda y las demás virtudes, cuando se le ofreciese obedecer y guardar castidad, hallaría todo lo que hubiese menester para el cumplimiento de esas obras en su corazón. ¿No decimos acá: en casa llena presto se apareja la cena? Es llana cosa que en un alma, como [el] corazón está lleno de los pensamientos, leyes y preceptos de Dios, que presto y de repente apareja todo lo que Dios quiere y manda. En la casa vacía, pobre y desproveída ¿qué banquete se puede hacer con concierto, si de repente viniese un güésped? ¿Qué güésped, si viniese cansado y muerto de hambre, había de aguardar que fuésedes a buscar los manteles para la mesa a casa de la vecina y por carne a la carnicería, pan a la plaza y vino a la taberna? Es menester para eso, y para daros lugar a hacer esas preparaciones, que de comida se vuelva cena, y aun plega a Dios no sea puerca.
Y, si no, miremos lo que le pasó a la sposa. Acostóse descuidada y desapercibida de su sposo, que por buen güésped le había de venir. Llama a la puerta de madrugada cansado y su cabeza llena de rocío, necesitado de descansar y tomar algún refresco. Llama a la puerta, responde su sposa. Y diciéndole que le abra, dice que está desnuda, que se quitó la túnica y no sabe cómo se la ha de vestir, y que se lavó los pies, etc. 20 Que es decir que está desnuda y descalza, como acá decimos, [123v] de cualquier género de provisión para lo haber de regalar. Yo no sé lo que hizo esta sposa o en qué se detuvo, si acaso por los corrales saltó a buscar algún aderezo, que, cuando salió a abrir, ipse iam transierat et declinaverat j 21; ya se había ido y absentado. Y eso merece que haga Dios con un alma que la halla desapercibida y que no tiene escondido o guardado en su corazón lo que ha menester. ¡Oh mis hermanos, y si acabase un fraile descalzo de entender esta doctrina! ¿Por qué piensan, mis hermanos, que, cuando bajan algunos a este coro, no tienen oración, y al otro, cuando se le ofrece ocasión de obedecer, se halla turbado y no sabe vencerse, etc.? Porque no está preparado; está desnudo y descalzo de lo necesario, tiene su corazón vacío. Que ha menester para orar que toda la hora se le vaya en preparación, de suerte que, cuando quiere abrir y llegar a meditar, ya se le acabó la hora y se le habíe ido la ocasión. ¿Por qué el otro no obedece? Porque en su corazón no tiene rendimiento y ha menester ir a la celda a leer en el libro que se lo enseñe.
Pero el siervo de Dios aparejado y apercibido, guardando en su corazón lo que promete y las palabras, capítulos, amonestaciones que oye a su prelado, este tal en un momento se halla aparejado para lo más dificultoso; en un momento, en hincándose de rodillas, se queda unido y pegado con Dios. Sabía esta alma que Dios madruga, que viene a medianoche y otras veces, como ladrón, sin pensar 22. Y assí hace como las buenas criadas, que saben que sus amos han de madrugar: que a prima noche dejan todas las cosas apercibidas y la lumbre encubierta, de suerte que a cualquier hora que la llamen, no hay más de soplar la ceniza y llegar la olla, que luego hervirá. Oh, dichosa alma que, envuelta en cuidados y negocios de [124r] sus officios, debajo de esa ceniza y de esos cuidados trai escondido el fuego y todo preparado, de suerte que, en el punto que llaman a la puerta que viene Dios a cenar en ella, no tiene más de soplar esos cuidados, descubrir el fuego encendido que está en el corazón y llegarle la olla, que hierva la voluntad a borbollones cociendo y guisando altíssimos pensamientos para Dios.
Pero quiéroles, mis hermanos, advertir a este propósito una doctrina muy importante para que no erremos el banquete que cada uno tiene obligación de hacer para este buen convidado: que en las casas discretas siempre se pregunta, según lo que hay en aquella tierra, a qué es aficionado el convidado, porque es llano que, si a mí me convidaran, me habían de dar rábanos y no dulce, y a otro dulce y no rábanos, etc., y assí en los demás manjares, uno es amigo de carnero y otro más de gallina o tocino. Pues adviertan, mis hermanos, lo que come Dios en las religiones, según en la tierra do vivimos, que lo que come, quiere y gusta es obediencia, castidad, pobreza, penitencia y mortificación. Bueno fuera que viniera Dios a nuestra casa y que le diéramos por colación dineros, limosna al pobre. No, hermanos, que en esta tierra no corre esta moneda ni se dan esos manjares. A casa del seglar, que le hagan banquete de limosnas, visitar hospitales. En la Religión, banquete de recogimiento, de oración, etc. Y esto, para que se dé presto y limpio, ha de estar en casa y no irse a buscar fuera, porque la tardanza ofrece peligro.
Y, si no, mirémoslo qué le pasó a Esaú k con su padre. Llamólo el sancto viejo y dícele: Novi, fili mi, quod senuerim 23, etc. l, y que ya está cercana mi muerte. Procura, como lo tenéis de costumbre, de traer alguna cosa para que coma y te bendiga mi alma. Esaú m sale de allí, apareja su arco y saetas, vístese de campo y va a caza. Rebeca, que habíe oído lo que pasaba, dícele a Jacob: Oído he, hijo mío, [124v] lo que tu padre ha dicho a Esaú n y que ya está viejo y cercano a la muerte; ve presto al ganado y trai un cordero gordo y hazle o un guisado como él acostumbra a comer y bendecirte ha. Hácelo así, guísalo la madre y dáselo a Isaac p. Y coge y gana por la mano lo que el otro perdió por el pie de andar vagueando por los campos. Viene Esaú q, hace sus diligencias, guisa su comida y dala a su padre. Pregúntale quién es. Dice que su primogénito Esaú r. Respóndele que su hermano se habíe adelantado con la comida y le había ganado su bendición y mayorazgo 24. ¿No veis lo que pasa por no s estar apercibido Esaú t? Y en un caso de necesidad en que tanto le importaba tener en casa lo que su padre le pedía, no perdió menos que una bendición tan llena de misterios, un mayorazgo tan lleno de bienes. Jacob, que con presteza acudió, ése se llevó por su buena diligencia lo que el otro por su tardanza perdió. Porque se burle y descuide el religioso de estar apercebido para cuando Dios le pida la cena y quiera venir a su casa, que no le importa menos que quedar lleno de mill bendiciones. Y, si no, miren lo que les pasó a las vírgines locas, que se descuidaron de suerte que, viniendo el sposo a la medianoche, las cogió dormidas y descuidadas y sin aceite en las lámparas, que, no dándoles tiempo para buscarlo en las tiendas y plazas, y no siendo tiempo para que sus compañeras les diesen de lo que tenían, se quedaron sin entrar con el sposo a celebrar aquellas dichosas bodas de que hoy están gozando 25.
Ea, hijo mío, con tener ese corazoncito apercebido, lleno de la ley de Dios, de sus preceptos y mandamientos guardados y escondidos, no se podrá llamar chico sino grande, pues está aparejado y apercebido para el tiempo de la necesidad y para que jamás no le falte qué hablar en alabanza de este gran Dios, que por su misericordia [125r] hace grandes a los pequeños y humildes 26, y qué obrar y con qué regalar a un tan grande güésped, como cada día debemos tener. Procure tener su corazoncillo unido, pegado y asido a este gran Dios, para que, comunicándole de aquella infinidad de bienes, siempre tenga qué revertir por la boca y qué obrar y hacer con el corazón. Porque de otra manera, como decimos acá, donde sacan y no echan cabo le hallan. Porque, si un religioso va gastando de sólo lo que adquirió el año del noviciado, de lo que cogió en la oración, es llano que se le ha de acabar, como se agotará el cántaro que cogió su agua en la fuente y luego se apartó de ella. Pues ¿qué remedio? Que, si el cántaro con la boca vierte, por otra parte esté pegado y asido al caño y fuente que siempre mana. Es llano, mi hermano, que, por sancto y rico que uno sea, si un poquito se aparta de la presencia de Dios, ha de hallar fin y cabo a su sanctidad. Por tanto, doy yo el consejo presente: que, ya que es chiquito, pegue su corazoncillo con Dios, que es mar grande y le comunicará tantos dones y con tanta continuidad, que en él se le haga una fuente perenne, fuente eterna que asombre; [y que] a todos los que lo miraren y dijeren que cómo, siendo tan pequeño u, tiene tanta abundancia, se les pueda responder que todo se puede en Cristo y por Cristo. Etc.