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San Juan Bautista de la Concepción
Obras IV – S. Juan B. de la C.

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Jhs. Maria

Capítulo segundo de culpas que hice en La Solana

Quiera Dios me acuerde. Para que me entiendan, es necesario saber las culpas que hubo, que no es negocio que [no] importa, pues de otra manera no se puede escribir. Dos religiosos habían puesto botones de sayal en las alpargatas. Y uno, habiendo quince días que se le a había quitado la calentura, se traía túnica de lienzo. Y habían dado crédito a un seglar que, dicen, les dijo que se había de acabar nuestra Religión. Y algunos otros defectos de poca consideración, aunque de mucha para nuestra Religión, pues no es razón que en ella, en materia de faltas, haya cosa que podamos llamar poco.

En ningún capítulo, me parece, me he hallado tan atajado como en éste, tan falto de pensamientos, de palabras y de cosas con que poder reprehender [144r] y castigar los defectos y faltas que en esta casa he hallado. Parece me veo tan pobre de pensado, que tenía necesidad me diera Dios de repente un spíritu grande, fuerte y poderoso, cual convenía para el remedio y reparo de las faltas y defectos que yo aquí he hallado. Y que me sucediera lo que a Sansón cuando repente irruit Spiritus Domini in Sansonem b 1, y arrimándose a una columna, dio con la casa abajo y mató millares de philisteos 2, etc. Veamos qué es esto y para qué le dio Dios aquel spíritu y de qué tomó venganza Sansón derribando la casa y matando hombres. Digo que, siendo Sansón fuerte soldado, de suerte que con una quijada de un jumento desbarataba ejércitos y mataba millares de philisteos 3, y siendo hermoso, enamorado, que regalaba, honraba, acariciaba y enriquecía a su enamorada y le descubría y declaraba millares de enigmas, le hicieron muchos agravios y traiciones. Uno fue que, tiniendo él la fortaleza en los cabellos, descubriéndoselo a c [Dalila], su enamorada, se los cortaron estando durmiendo sobre su regazo; y cuando lo dejaron sin fuerzas, lo cogieron, le sacaron los ojos y lo pusieron a que moliese en una tahona. Juntáronse un día en la casa donde él estaba muchedumbre de philisteos a fiestas, y entonces, cuando los vido juntos, arrímase a una columna en que estribaba la casa y, cayendo de repente el Spíritu de Dios sobre él, dio con ella abajo y derribó la casa, cogiendo debajo a cuantos allí estaban y matándolos 4.

Nuestra sagrada Religión tiene su fortaleza no sólo en las cosas muy esenciales, sino en los cabellos, en las cosas muy pequeñas: en los pensamientos, en el recogimiento, en la modestia de las palabras, en unas pobres alpargatas. [144v] Es hermosa, como hija de rey y desposada con toda la Sanctíssima Trinidad, hermoseada in vestitu deaurato d 5, etc. Hallo que quien en vida se ha vuelto philisteo le ha quitado su fortaleza cortándole sus cabellos, cercenándole su rigor, aunque sea en cosas pequeñas, quebrantando el silencio, etc.; veo que le han quitado la hermosura de sus ojos. Que entrambas a dos cosas eran con que llagaba y hería el corazón de su sposo, como él propio dice: Vulnerasti cor meum in uno crine colli tui, in uno oculorum tuorum e 6. Con los ojos y cabellos enamora. Con las buenas vistas y sanctos pensamientos tiene hecho soga y cadena, con que ase, liga y tiene a Dios, que es su fortaleza. Diga: Un mal religioso y alma traidora, y habiéndole Dios descubierto en qué tiene la Religión esta fortaleza y hermosura, toma las tijeras de su atrevimiento y corta esos cabellos, sácale los ojos; quebrántale el silencio, huye del recogimiento, apártase del rigor y aspereza, deseando el lienzo blando orilla sus carnes. ¿Qué se sigue a esto? Que luego le pongan en una tahona; que, como a sposa maltratada, desdorada, pobre y desnuda, y destituida del bien con que perdió a su sposo, la desprecien, la arrojen, la acaben y la hagan moler en una atahona; y que crean al diablo, que pronostica y dice que se ha de acabar esta Religión. No me espanto que sus charidades lo crean, que fundamentos tienen para eso mirándose a sí propios, a su vida y costumbres. ¡Qué mucho, si en esta casa la tienen sin cabellos ni ojos, en que tiene y consiste su hermosura y fortaleza, que crean que se acaba y, como f esposa afeada por su parte, por su parte piensen que se ha de acabar! Dios de mi alma y de mi vida mill veces, [145r] si tú con tanta sabiduría no me consolaras en las palabras dichas de los Cantares, en que confiesas que tu sposa te llagó, hirió y prendió con un ojo y con un cabello, que fue decir: Ea, religiosos míos de la Sanctíssima Trinidad y prelados que visitáis las casas y los conventos, si halláredes algunos en que algunos religiosos desalmados a vuestra Religión le hubieren sacado el un ojo y trasquilado los cabellos, no desconfiéis, que, para estar yo siempre con vosotros, para no dejaros y apartaros, basta que le quede un ojo y un cabellito que se quedase escondido: in uno oculorum tuorum et in uno crine colli tui. Basta y conténtome yo con un frailecito escondido allá en el noviciado, con un cocinerillo humilde, etc. Cuánto más, donde hay tantos que con perfección sirven a Dios, no se habíe de desconfiar por dos ni tres imperfectos, en quien en semejantes ocasiones no se ha de poner los ojos, como queda dicho.

Veamos esto y esta diferencia de juicios en aquella visión de san Joan en el Apocalipsi 7. Vido una mujer preñada y con dolores de parto, estando desterrado en la isla de Patmos y en aquella soledad. Vido a sus pies un dragón que aguardaba que pariese para le ahogar la criatura. Juzgad con ojos de carne el fin de este parto: la preñada sola, sin comadre, sin padre, amigo ni conocidos que la favoreciesen; en despoblado, que no le servirá dar voces; detener el parto es imposible, porque llegó ya el mes, pues la dispiertan y avivan los dolores, y reventaría si lo detuviese un momento; ¿parir?, está un dragón a los pies por comadre para recibir el niño y ahogárselo, y éste es tan fuerte que con su cola derribó [tres] partes g de las strellas del cielo. Aquí parece que no hay que sentenciar, dicho se está ello que peligre [145v] mujer, la mujer y la criatura, que acabe este linaje y descendencia puesto en semejante aprieto. Pues aguardá y veréis qué diferentes son los juicios de Dios a los de los hombres. Acude Dios en aquella ocasión, a cuyo cargo estaba la madre y la criatura, y pone mill remedios. Vístela con el sol, dándoselo por manto. Y éste no fue pequeño, porque aquella bestia que tenía a sus pies sus presas las hace de noche, como dice David 8: Posuisti tenebras, et facta est nox; in ipsa pertransibunt omnes bestiae silvae h, etc. Ortus est sol, et congregati sunt, et 9, etc. Dic. En saliendo el sol, huyen. Y assí había de huir aquel dragón, porque tiene Dios divididas las tinieblas de la luz. ¿Qué hizo más? Púsole a los pies por chapines la luna. Porque, como las mujeres no saben correr ni andar apriesa, es menester que se le dé por posta el astro y planeta que con mayor ligereza y velocidad hace su curso, que es la luna. Y no para ahí, sino que el tocado se lo siembre de strellas, dando a entender que no había que temer el parto ni al que nacía, que debajo de buena strella nacíe; y no una sino muchas que le son en su favor.

¡Oh misterioso Dios, que, porque no se acabe este linaje de esta honrada mujer que ve Joan, desencuadernas tus cielos y lo que tú estimas tanto como el sol, la luna y strellas, pues, siendo planetas, solos bastan para que alumbren y hermoseen el mundo! Como si tuvieras muchos soles y muchas lunas, arrojas el uno a que sea manto de una mujer de parto, para que deslumbre a una bestia en cuyos dientes peligrará el niño que ha de nacer, y la luna la echas y pones a sus pies, que es la parte más baja, y las strellas las pones en el tocado, como argentería y cosas de poca [146r] consideración que el aire se las lleva. Mirad qué traza para peligrar el parto y que se acabe aquella casa y linaje. Pues advertí que no para ahí, que más ayuda de costa tiene, que se hace Dios su partera y comadre, y toma el niño en sus manos y lo lleva a un trono alto, levantado y subido, seguro, que se lo da por cuna; y a la mujer le nacen alas, con que vuela i, y la lleva a un monte alto, donde le tiene echa la cama de parida y mill regalos esquisitos 10.

¡Oh Dios mío, y qué diferentes juicios éstos y los de denantes! ¡Oh qué locos los que denantes juzgaban, por no aguardar un poco a hacer su consecuencia! Bien entiendo, hermanos, que, si sus charidades miran esto por encima y primero que ven en esta sagrada Religión, que juzgarán los desatinos que oyeron una religión con dolores de parto preñada y con un vientre, como dice el sposo de su sposa, sicut acervus tritici j 11; como un montón de trigo, que, aunque es uno, son casi infinitos los granos. Y ansí han de ser los hijos de esta sagrada Religión. La preñada parece sola, sin padres, sin amigos ni conocidos; sin hombres, sin predicadores, sin letrados, sin gente grave, sin prelados y provinciales de fuerzas y valor; finalmente, no parece que tiene partera ni comadre, en quien nazca la criatura. Por otra parte, está un dragón, que es todo el infierno, la boca abierta para tragarle el nacido. Detener el parto para otra ocasión, cuando tenga más hombros —quiero decir, no hacer tantas fundaciones ni dar tantos hábitos hasta que tenga más fuerzas—, no es posible porque tiene dolores ya de parto y reventaría llegada la hora que Dios tiene determinada si el parto se detuviese. Juzguen, hermanos, ¿qué dicen a esto? [146v] Que la Religión se ha de acabar. ¡Oh ciegos, oh miserables, oh consecuencia de satanás! Si, para el parto de una mujer que sólo ha de parir una criatura, hace Dios tales diligencias porque no se acabe aquel linaje y prosapia, que desencuaderna el cielo y se hace Dios partera, etc., ¿qué hará para ayudar a esta sagrada Religión, sposa de la Sanctíssima Trinidad, cuya preñez, casta y linaje es y ha de ser tan alto como el nombre que adquiere de tal Padre y Señor? ¿Por qué habíe de consentir menoscabo y fin de lo que tanto vale y Su Majestad estima, y no hacer las propias diligencias que hizo con la otra mujer?: vestirla del sol, que deslumbre a las bestias y las haga decir necedades e ignorancias contra ella; le dé por pies y chapines la luna, planeta veloz k, que en breve tiempo corra por Spaña y por todo el mundo, como se ve que ha empezado, pues en tan poco tiempo assí se nos va alejando de la poquedad de sus principios; y le dé no sólo una strella sino muchas, haciéndola bien afortunada con los príncipes y reyes; cogiendo su fructo y nacido y dándole trono y lugar seguro, que es el de la penitencia y mortificación, y a la madre dándole regalos esquisitos, favores extraordinarios, como todo se ve enpezado. Y quien en esto no pone los ojos, juzgará como ignorante, diciendo sentencias para la providencia de Dios malsonantes o, por mejor decir, blasfemias.

Considerando estas imperfecciones, estas faltas y defectos, esta poca fee, este ser de su causa parte, como ellos dicen, para que se acabe la Religión, causa en mí un ardentíssimo deseo para pedirle a Dios, en nombre de toda la [147r] Religión, aunque sin fuerzas por las pocas que ellos con su poca virtud le dan, para pedir, digo, a Dios de repente me diera un spíritu de fortaleza con que, arrimado a la Religión y al edificio de ella, diera con lo material de ella sobre quien ha dicho y pensado tal cosa y hecho tales imperfecciones; y que mueran los philisteos, mueran los engañadores, los ingratos y desconocidos a los favores que Dios les hace. Fuerzas me habíe Dios de dar de un Sansón y spíritu como aquel que, estando a la mira el propheta Elías a la puerta de una cueva, vido que venía arrancando piedras y destripando árbores 12, para que a palos y pedradas vengara yo semejantes blasphemias.

Pero, Señor, no quiero yo sentenciarlos, pues las cosas en tus manos tienen diferentes fines que no en las manos de los hombres. Yo determino de poner en las tuyas a estos hermanos con sus culpas, para que tú los reprehendas, castigues y enmiendes, que, pues son diferentes los juicios de los hombres mirando las cosas en sí, diferentes serán los fines mirándolas en ti. Y si de mis manos habían de salir con la casa a cuestas y con las piedras sobre su cabeza y palos sobre sus espaldas, podrá ser que, poniéndolos en tus manos, salgan perdonados, y yo escusado de no haber castigado semejantes hechos y atrevimientos, que, aunque parecen pequeños, no deben serlo para hombre que tú has dado cargo de almas. Bien veo cuán diferente eres tú, pues, castigando el hombre cosas pequeñas, perdonas tú cosas graves. Yo quiero, Señor, echar esta vez por ese camino, para quedar yo escusado, [147v] tú, Señor, satisfecho y estos hermanos perdonados y libres.

No andaba fuera de esta cuenta el sancto rey David cuando, dándole a escoger el propheta Gad uno de tres castigos por el peccado que había cometido contando su pueblo, en que le dio a escoger siete meses de guerra 13 o tres [años] (no sé el tiempo, vide) l de hambre o tres días de peste, escogió la peste diciendo: Melius est michi incidere in manus Dei quam in manus hominum m 14. El se pondría a pensar: la guerra, cuando se envía por peccados, vencido tengo de ser; pues siempre el vencido queda a merced del vencedor; hambre, en ella queda el pobre a merced del rico; en la peste, el rico y el pobre están a merced de Dios; más quiero caer en estas manos, que, en fin, es mi Dios y yo criatura suya y se compadece en viendo un corazón humillado y lágrimas en los ojos. ¡Oh Señor, y seas tú mill veces bendito! ¡Y qué verdad tan grande es ésta: que perdona Dios a su pueblo, porque adoraron el becerro, y se lo pide Moisés y intercede y lo alcanza, y baja del monte y llama a sus amigos y incítalos a que cada uno tome su espada, y dan tras los malhechores y transgresores de sus leyes y mata treinta y tres mill n hombres 15! ¿Qué les parece, hermanos, de la cortesía que les hago de no sentenciarlos, sino remitirlos a Dios? Porque si yo, como hombre, hubiera de castigar, no sé si diga que, después de me haber mostrado cédula de perdón, tomara la espada en la mano. Tómela Dios, que la toma con la boca, como dice san Juan en su Apocalipsi 16. Y assí, hiriendo en la ropa al culpado, se honra Su Majestad en lo más delicado de su persona, que es su boca y lengua.

[148r] Vamos en este sentido dando remedio a estas culpas, para que yo quede libre y sus charidades reconciliados. Un día, por el propheta Jeremías, fue Dios haciendo alarde de los peccados de su pueblo y calidad de ellos. Y compáralos al pecado del adulterio, porque, entre los delitos y pecados que se cometen, éste es el pecado de mayor ingratitud, porque en él y con él ofende a su sposo y marido, cuyo officio es regalar a su sposa, favorecerla y acariciarla y ampararla; y, en fin, en este pecado da mal por bien y ofende a quien le ama. Es peccado que, aunque Dios le perdona, el hombre le castiga y en él hace la ley una cosa que con otro ninguno la hace, y es que hace juez a la parte, de suerte que quien castiga, sentencia y ejecuta es el ofendido; y siendo assí, pocas veces perdonará. Y da la ley la razón diciendo: quia dolorem mitigare non potuit o. Y assí, para encarecer Dios la gravedad del pecado y cómo es ofensa hecha contra quien os ama, quiere, regala y ampara, y que, mirando la culpa y el culpado, no merecía perdón, por eso lo llama peccado de adulterio. Todo esto está en Jeremías (pienso en el capítulo cuarto 17), donde dice 18: Tu fornicata es cum amatoribus multis p; hiciste pecado de fornicación y adulterio, y no te contentaste con irte con un hombre, sino que te fuiste tras muchos. In viis exspectabas eos qui ambulabant q (vide locum) 19; no te contentaste con ofenderme en todos los lugares y rincones de poblado, sino que te saliste al campo a aguardar los que pasaban por el camino r.

¡Válame Dios, y qué grande encarecimiento de pecados! Y según los va Dios ponderando s, ¿en qué ha de parar el castigo? Pues aguardá, dice Dios, que no ha parado ahí su gravedad. Facta est tibi frons meretricis, noluisti [148v] erubescere t 20. Una mujer adúltera, en fin, se tapa y encubre y disimula y, cuando sea mala, procura parecer buena, pero tú perdiste la vergüenza, rayósete la cara y no te avergonzaste de ser mala. Ea, señor, sepamos para qué encarecéis estas culpas de vuestro pueblo, a quien vos regalábades, amparábades y favorecíades y él, como si fuera mujer ingrata, os dejó y puso el cuerno, y no se contentó con un hombre ajeno, sino que buscó muchos dioses falsos, etc. Y no se contentaba en los rincones en ofenderos, sino que, como dice vuestro propheta, se subía a los caballetes de los tejados a adorar las strellas 21. Perdíos la vergüenza y desenfrenadamente os ofendía. Sepamos para qué nos habéis dicho tantas circunstancias de estos delitos. Veamos si lo hacéis por justificar vuestra causa y calificar el castigo o apoyar vuestra misericordia, piedad y blandura. Veamos las palabras que luego se siguen en el propheta a las dichas.

Voca me amodo: pater meus, dux virginitatis meae u 22. Ea, pueblo mío, levanta la cabeza, llámame padre y sposo. ¿Qué es esto? ¿Qué tiene que hacer sposo con padre, pues uno no lo puede ser todo junto de una propia persona? Oh mis hermanos, que lo que voy diciendo es: Llámame, pueblo que me has ofendido, padre y sposo. Porque si, en cuanto a sposo, el adulterio me provoca e incita a que tome la spada, mate y degüelle, el ser padre me pide perdone. Vuélvete a mí y no me llames sposo solo y a secas, que, siéndolo solo, siempre te quedará recelo y temor si algún día te tengo de v coger descuidada, si el perdón fue entero y seguro. Llámame también padre, para que, si el nombre de sposo te pone [149r] temor y recelo, el de padre te asegure.

¡Oh buen Dios mío!, verdad es, Señor, que en este capítulo he encarecido las culpas y defectos de mis hermanos que, según ellos, son y se han dicho. Poco era que derribáramos la casa encima, pero todo viene a parar en que, entregándotelos a ti, contra quien son las ofensas, te llamen padre y sposo, de suerte que, si en cuanto a sposo te temieren por haber sido ingratos, como padre te amen y se vuelvan a ti con seguridad y confianza que los perdonarás y de nuevo les harás nuevas mercedes y les darás gracia para que jamás te ofendan.




acorr.



b repente-Sansonem subr.



1 Cf. Jue 14,6.19; 15,14.



2 Cf. Jue 16,26-30.



3 Cf. Jue 15,15-16.



csigue espacio en blanco, al marg. lee este lugar, que no me acuerdo bien



4 Cf. Jue 16,4ss.



d in-deaurato subr.



5 Sal 44,10.



e Vulnerasti-tuorum subr.



6 Cf. Cant 4,9.



frep.



7 Cf. Ap 12.



gal marg. ojo



8 Sal 103,20.



h David-silvae subr.



9 Sal 103,22.



ial marg. vide



10 Cf. Ap 12,5-6.



j sicut-tritici subr.



11 Cant 7,2.



ksigue en tach.



12 Cf. 1 Re 19,11.



13 Más bien tres (1 Crón 21,12).



lal marg.



m Melius-hominum subr.



14 1 Crón 21,11-13.



nal marg. 33 O.



15 Cf. Ex 32.



16 Cf. Ap 19,15.



o quia-potuit subr. 



17 Es el tercero.



18 Jer 3,1.



p Tu-multis subr. 



q In-ambulabant subr. 



19 Jer 3,2: «In viis sedebas, exspectans eos quasi latro in solitudine».



rms. caminos



scorr. de perdonando, al marg. ponderando



t Facta-erubescere subr.



20 Jer 3,3.



21 Cf. Abd 1,3-4.



u Voca-meae subr.



22 Jer 3,4.



vrep.






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