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San Juan Bautista de la Concepción Obras IV – S. Juan B. de la C. IntraText CT - Texto |
57
[155r]
Jhs. Maria
Visita de Valdepeñas
Lo propio que me hace scribir estas pláticas, eso propio me hace causar temor y vergüenza en el scribirlas. Scríbolas por no ser cosas pensadas, sino dichas tan de repente que, juntos los hermanos, hasta que enpiezo a abrir la boca no sé qué decirles. Y por ser assí cosas tan de repente, me parece que deben de tener algo más que las de pensado. Y por el propio caso que no son cosas de pensado, me da vergüenza el scribirlas. Si para alguno de mis hermanos no valieren, quedarse han por papeles viejos, y yo con esta ocupación entretenido y dado muestras de que quisiera yo que nada en mí hubiera que no fuera muy de provecho para todos mis hermanos: mis palabras dichas para los presentes y escritas para los absentes y venideros. O, dicho por otro romance, quisiera vivir siempre para siempre servirlos y aprovecharlos. Y lo que en la propia persona no es posible, eslo en los escritos, cuando son palabras vivas las que en ellos se dicen, pues, viviendo en ellas el que las scribió, vivifica a quien las lee. No digo bien, sino que, estando el Spíritu de Dios en ellas, que es vida 1, dilata y tira la pasada del que las scribió para que no pase, sino que dure; y dala al que sólo vive en carne haciéndolo spíritu, para que sólo viva para Dios. Que eso tiene la vida del hombre en Dios: seguridad y eternidad, porque, allí guardada, nadie se atreve a contrastarla, según lo que dice David 2: Non accedet ad te malum, et flagellum non appropinquabit tabernaculo tuo a. No llega allá la muerte ni los azotes [155v] y trabajos que deshacen la vida.
Y assí, como dice san Joan 3: Quod factum est, in ipso vita erat b. Pregunto yo, cuando uno da sus dineros en confianza o a censo, ¿no busca una persona muy rica a quien darlos? Es llano, que, mientras más dinero tuviere la persona a quien los da, más seguridad tendrá. ¿Quién tiene más vida que Dios, pues dice san Joan que vita erat c, que es la misma vida? Y el hombre, la muerte. Pues depositar nuestra vida en el hombre y en las criaturas, que de suyo son muerte y corrupción, acabándose ellas se acabará mi vida depositada en ellas. Como los bancos cuando se alzan y pierden, que junto con ellos acaban los depósitos hechos en ellos. Pero, como Dios es vida y vida eterna, la nuestra depositada en este gran Dios está y queda segura y aumentada. Porque, como es un Dios, que bonorum meorum non eges d 4, no tiene necesidad de mi vida, sino que sólo la recibe por nuestro bien. Y assí del depósito nos paga tributo y censo perpetuo, de suerte que, acabada esta vida que nosotros vivimos, corre otra vida perpetua que Su Majestad está dando a la persona en la otra vida, y en ésta a sus escriptos y a todas las demás cosas que hizo y dejó con spíritu y spíritu de Dios. Y demás de dar estas diferencias de vidas a la propia persona que hizo el depósito, acabado él, paga este fidelíssimo Dios censo de aquella vida en él depositada a sus herederos. Y assí con los scritos, si son vivos, y con este Spíritu vivifica Dios a quien los lee y les paga de la vida en él depositada vida.
Por esto deseo yo que todos mis hermanos hagan todas sus cosas en Dios y por Dios, por la [156r] seguridad y mejoro que en él tienen todas nuestras cosas. Y si es verdad, como lo es, que todas cuantas cosas hay desean su perpetuidad, no siendo perpetuas las cosas de acá abajo, hemos de huir de hacer nuestros empleos en ellas, sino en sólo Dios, que lo es, como dice el ángel a la Virgen: et regni eius non erit finis e 5. Los ríos y las fuentes los vemos con ímpetu particular correr a la mar, porque saben que, si se tardan, seríe posible secarse y consumirse; y allí su poca agua, mezclada con aquella inmensidad, es certíssima su conservación. Y assí de todas las demás cosas. El ave vuela al aire y la piedra a la tierra, su firmamento, por tener allí su conservación. Y el hombre ha de ir y acudir a Dios, haciendo en Dios y por Dios todas sus obras, para que ahí queden perpetuas para sí y para sus herederos. Dénos Dios su gracia, que me divierto.
Vengámonos a nuestros dos capítulos de Valdepeñas. No me ha sucedido, mis hermanos, en ningún convento haber tenido tanto silencio como en éste, pues ni aun para haber hablado una palabra he tenido disposición. Parece que, habiendo aquí novicios y poco que hacer, vine con este presupuesto de descansar y aflojar el spíritu. Que, aunque es verdad que, cuando al spíritu lo apretamos, da su fruto y licuor, como el racimo de uvas en el lagar, y el que corre la posta se aprieta y constriñe, pero tiempo hay que el que la corre afloje la cinta para comer y descansar, y el racimo de uvas esté colgado de la vid tomando el sol, el fresco y el aire. Todas las cosas en la casa de Dios tienen sus misterios y sus altíssimos fines: el apretar el spíritu y el aflojarlo y, particularmente, el hablar y el callar, que es el intento que se nos ha ofrecido ahora entre manos.
[156v] Y si decimos del callar, me parece es muy celebrado en la sagrada Scriptura, pues entró Dios en el mundo callando, encerrando en su callar y silencio grande doctrina. Y por eso quiso nacer a la medianoche, cuando todos callan: dum medium silentium conteneret f omnia g 6; a la medianoche, cuando todos callan. Y como esta obra y en esta ocasión era obra de silencio, a quien admite junto a ella son animales mudos: una mula y un buey. Y aun quizá consideraba este tiempo y ocasión el sancto rey David cuando dijo 7: ut jumentum factus sum apud te, et ego semper tecum h. Es menester muchas veces callar para que Dios nos admita en muchas ocasiones junto a sí. Y quien en esta ocasión podía hablar, era la Virgen y san Joseph a los ángeles, porque a los demás estaba este misterio encubierto; y ésos callan. La Virgen y san Joseph conservan y guardan estos sacramentos 8 allá en su pecho. Los ángeles que hablan allá se quedan en el aire y apartados; están por las cabañas de los pastores para decir sus canciones y pedir sus albricias 9, por no interrumpir el sancto silencio que se guarda en el portal y establillo. Bueno i fuera que no hubiera que decir de la Virgen más alabanza que de las palabras que habló y que hubiéramos de callar lo que calló, pues es verdad que el callar es hablar, como dice el Spíritu Sancto de todas las cosas criadas, que, siendo mudas, dice que scientiam habent vocis 10; que j con alta sabiduría dan voces. ¿Por qué a los siervos de Dios, cuando callan, no hemos de decir que hablan con sabiduría y acuerdo?
Vamos probando esto. Y digamos que no sólo es sabiduría del hombre el callar, pero lo es de Dios dar hombres que callen y tengan silencio, porque [157r] de esta doctrina vamos sacando algo para nuestros hermanos. En tres cosas dice David que se muestra Dios admirable: en la mar y en sus alturas y en el hacer sanctos: Mirabiles elationes maris; mirabilis in altis Dominus 11; et mirabilis in sanctis suis k 12. Es Dios admirable, dice, en las olas de la mar. Quién ve la mar cuando se ensoberbece y levanta, que habla tanto que nadie entre en ella que no le enseñe a hablar, pues dice el Spíritu Sancto 13: Qui navigant mare, narrabunt pericula eius l. Pues Dios es tan poderoso que sabe echarle un freno y ponerle una mordaza en la boca y hacerle que calle; y que aquella braveza y olas que subían y llegaban al cielo y se tragaban navíos y se volvían sepulcros de millares, ya está mar en leche callando, como el niño que toma leche del pecho de su madre, que no sabe hablar; y las olas altas y encumbradas hechas un poquito de estiércol a la orilla. Como quien dice: ya se acabó mi brío, ya feneció y se puso silencio a mi hablar. Mostrándose en todas estas obras Dios admirable en lo uno y en lo otro.
Estaban sus charidades aguardando a su prelado. Habíanles dicho que hacía pláticas, que asombraba, reñía, castigaba, etc. Venlo entrar en silencio, sin hablar, sin hacer plática ni capítulo. Venlo entrar como mar en leche o como niño que no sabe hablar, o hecho un poquillo de estiércol, que assí lo traen los trabajos y caminos. Pues en eso, mis hermanos, es Dios admirable, que quiere que los prelados enseñen de muchas maneras: hablando y callando, levantados en olas y abajados en estiércol. Como dijo Dios a Jeremías: que le había de dar su rostro como el diamante y el pedernal 14, que son dos piedras, una muy alta y de grande valor y otra muy baja y de poca consideración. Dando [157v] a entender que el prelado unas veces entre los suyos habíe de ser estimado y levantado por la grandeza de sus palabras y otras veces humillado y humanado con su silencio. Que si el diamante vale por sus visos y resplandores, el pedernal se estima porque enciende fuego. Salvo que hay una diferencia: que el diamante muestra su valor y hace su officio por sí solo, pero no el pedernal, pues es necesario herirlo con el slabón para que nos aprovechemos de él. Assí el prelado vale como el diamante por sus palabras hechas luces y se estima como el pedernal por su silencio, habiendo esta diferencia: que cuando habla hace por sí solo su officio, mostrando con sus palabras admirables visos, consejos, exemplos y doctrina, pero cuando calla ha menester, para hacer su officio, dar fuego y enseñar callando, que con su consideración el religioso hiera y considere que con aquel silencio le enseña que no siempre se ha de hablar, sino que ha de haber tiempo de callar y obrar, arder y quemar sin ruido ni estruendo, etc.
Pongamos este exemplo que hemos puesto en el prelado en los súbditos, y no lo hallaremos menos misterioso ni Dios menos admirable en tales obras. Qué de ellos de los hermanos novicios que están aquí, estando en el siglo andaban hechos mar ferviente, levantados en olas ya de pensamientos, ya de obras, ya de palabras, porque ¿qué otra cosa era la vanidad con que m vivíamos: aquel desempedrar las calles con nuestros paseos de noche y de día, aquel entrar y salir en las casas no lícitas; y si muy muchachos, muy parleros; y si de poca edad, muy traviesos? Quién ya los ve hoy vueltos, hechos niños y niños de leche puestos a los pechos de su madre la [158r] Religión, para que nos dé leche y sustente. Como lo daba san Pablo a los que, rindiendo el orgullo de su entendimiento y parecer, se le arrimaban hechos criaturas, a quien dice 15: Lac vobis potum dedi n. Ya, mis hermanos, los veo en silencio callando y aun puestos y echados a la orilla del mundo hechos un poquito de estiércol, humillados, para que todos los pisen y huellen, como imitadores de otro Pablo, que de sí y de sus discípulos o dice que facti sunt omnium peripsema p 16. Y en acabando de decir que están hechos estiércol y desecho del mundo, scribe adelante 17: Non ut confundam vos, haec scribo, sed ut filios meos charissimos moneo q. Como si dijera: No callamos y somos estiércol sin falta de misterio. Pues con ese estado que Pablo y sus discípulos tenían, amonestaba y enseñaba. Porque es cierto que el religioso, levantado y estimado, enseña y, callando y en silencio, amonesta.
Vamos a lo segundo. Dice David que Dios es admirable en sus alturas. Veamos, David, ¿subistes al cielo? Y, si subistes, ¿qué vistes, que digáis que Dios es admirable? ¿En el cielo, vistes hablar, cantar, danzar, tañer o hacer otras cosas semejantes a éstas? Lo que debiera de ver y por lo que lo debiera de decir, pudo ser fuese por el grande silencio que en el cielo vido, pues, alabando a Dios en sus alturas, dijo un día: Te decet hymnus, Deus, in Sion, tibi reddetur votum r in Jerusalem 18, y, como dice otra translación 19: Te decet silentium in Sion. Debiera de ver en todos los sanctos y bienaventurados grande silencio, grande quietud, y vuélvese a Dios, viendo s y hallando encerrados tantos misterios en el callar delante de Dios, y dícele: digno eres, Señor, de grande silencio, de que todos los que te vieren y gozaren callen, que este estado más es de gozar que de hablar; y pues, [158v] habiendo aquí tanto silencio, en él te das y comunicas a un alma con un modo tan extraño, aquí te hallo yo admirable. Y assí, mis hermanos, lo es Dios en hacer un retrato del cielo en la Religión, donde el prelado se dé y se comunique a los súbditos en silencio y los súbditos unos con otros se den y comuniquen su charidad, humildad, penitencia, etc., porque Dios es digno de que le alaben con silencio.
Lo tercero, dice David que Dios es admirable en el modo que tiene de hacer sanctos. Pregunto yo: si mandásemos a un pintor que acabase de pintar y perfeccionar una imagen que ya estaba bosquejada, y tomase un trapo de colores, en que limpia los pinceles, y le diese por el rostro, que diríades ¿eso es pintar, hermano?; y él respondiese: pues de esta manera tengo de sacar esta imagen muy perfecta y acabada, llano es que, si viésemos que éste hacía esto y salía con ello, que lo tendríamos por pintor admirable y hombre cuya sabiduría fuese sobre nuestra capacidad. Pues lo propio hace Dios en el modo que tiene de hacer perfectos a sus siervos: que, estando ellos en la primera vida y camino de perfección como bosquejados y como en borrón, para perficionarlos, acabarlos y realzarlos, Dios los borra, los deshace, de suerte que no haya quien no se maraville y asombre de ver el extraordinario modo que Dios tiene de realzar su imagen en el hombre. Y, si no, díganme, hermanos, ¿qué significa este despreciarnos, este desnudarnos, este negarnos, este silencio y este no hablar? Significa que Dios nos hace perfectos por ese camino. Ahora, pues, si en el callar y en el silencio que, a nuestro parecer, es deshacernos, está el hacer de Dios, bien podemos decir que en el callar y silencio hay misterio secreto y sacramento encerrado. Y ansí lo han [159r] de juzgar del silencio y callar de sus charidades y del silencio y callar de su prelado, de suerte que, cuando hable, le escuchemos, porque nos enseña con sus palabras el camino de la perfección y, cuando calla, lo consideremos, porque con silencio nos amonesta. Como deshaciéndonos, nos perficionamos cual imagen de bulto que, quitándole pedazos de la madera tosca, la vienen a dejar proporcionada y bien acabada. Que para mí es muy cierto que un hombre, cuando viene a ser religioso, viene hecho un pedazo de un tronco y que el mandarle y enseñarle a callar no es otra cosa sino desbastarlo y quitarle pedazos que estorbaban y impedían lo que en el tal religioso se pretende.
Dirán sus charidades: Bien está, hermano, que en el silencio hay grandes misterios encerrados, como en el hablar, que, en fin, como dice san Pablo t: Tempus tacendi et tempus loquendi u 20, pero, por ser este tiempo de visita, parece que habíe de ser tiempo de hablar. Digo que es verdad, pero, como v es convento de novicios y de pocos profesos o ningunos, parece es visita más acertada la que se les hace con el silencio que con las palabras. El pescador, si es de red, hace su pesca con ruido y estruendo y voces, porque huyendo el pececillo dé con su cuerpo en la red y quede enredado. Pero, si es de caña el pescador, le hace con silencio y quietud, para que caiga en el anzuelo y se venga a las manos. Yo confieso que en una communidad grande, de muchos religiosos profesos, que es bien que entre el prelado con un poco más de sentimiento y que con sus capítulos muestre algún ruido con sus palabras y amonestaciones, para que con ellas, concibiendo dolor, paran, descubran y muestren si ha habido algo de imperfección en la tal [159v] communidad. Pero, en este convento donde no hay profesos y el río corre claro y la pesca ha de ser de otra manera, es bien que se haga con silencio, blandura y mansedumbre y quietud, para que, si algún novicio vive descuidado, con ese propio descuido lo coja el prelado, lo conozca y vea, para que, no mereciendo estar entre los demás, lo saque del río que nace de la silla de Dios 21 y corre y pasa regando esta su sagrada Religión; lo saque y eche en la esportilla de la calle con los demás peces y pescados muertos, para que sea manjar del mundo. Quedándose los demás en las vertientes de aquellas aguas soberanas, viviendo y gozando de la fertilidad que en esta tierra sancta hacen producir dando ciento por uno, siendo el uno dichoso y bienaventurado, con que mereció la Magdalena ser alabada de que escogió la mejor parte 22. En el cual uno estaba encerrado el silencio y callar de que vamos tratando, con el cual escuchaba y oía a Cristo, Maestro y Señor suyo. El sea con nosotros.