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San Juan Bautista de la Concepción Obras IV – S. Juan B. de la C. IntraText CT - Texto |
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Otra plática, habiendo de recibir los hermanos el Sanctíssimo Sacramento
Tratamos, la última vez que sus charidades habían de recibir el Sanctíssimo Sacramento, cómo hacía este pan fuertes. Ahora digo que de dos maneras se puede uno entender ser fuerte: o por tener buenas fuerzas y [ser] hombre nervudo, y esto hace en el hombre este sancto sacramento, según dijimos en el capítulo pasado; lo segundo, uno es fuerte que, siendo él flaco, las armas que trai para defensa son fuertes, y de esta fortaleza diremos ahora, que no sólo da fuerzas, pero sirve de armas fortíssimas para defendernos del demonio, siendo nosotros flaquíssimos. Es lo que dijo David: Parasti in conspectu meo mensam, adversus eos qui tribulant me 1. Aborrece uno mucho las armas con que fue vencido y, como los demonios lo fueron con carne y cuerpo de Cristo puesto en la cruz, huyen y aborrecen mucho este sacramento.
Andaba David por los desiertos y huyendo de Saúl (1 Regum 21), [175r] y llega al sacerdote Aquimelec. Dícele: Si habes gladium aut hastam ad manum, da michi. Et dixit sacerdos: Ecce hic gladius Goliath Philistaei, quem occidisti in campo therebinthi, est involutus pallio post ephod; si istum vis tollere, tolle. Et ait David: Non est hic alter similis, da michi eum 2. Di la historia de lo que hacía el gigante y cómo David lo mató y cortó la cabeza con sus armas; y, en memoria de tal hazaña, lo ofreció al templo, donde se guardaba envuelto en un paño muy blanco 3, etc. El demonio triunfa del mundo, sus armas eran la carne, con ésta venció al fuerte como Sansón 4, al sancto como David 5, al sabio como Salomón 6. Viene el Hijo de Dios a entrar con él en campo y con sus armas, con su carne puesta en la cruz, le corta la cabeza; y en memoria de tal victoria, la ofrece a la Iglesia, do se guarda para siempre debajo de aquellos blancos accidentes. El hombre, huyendo de sus enemigos, acude al sacerdote, diciéndole si tiene algunas armas. El responde lo que el sacerdote Aquimelec: no tengo otra sino la carne de Cristo, con que el mismo Cristo cortó la cabeza al demonio. Responde tú: Da michi, quia non est alter similis, etc.