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San Juan Bautista de la Concepción Obras IV – S. Juan B. de la C. IntraText CT - Texto |
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Dominica prima Adventus, habiendo de recibir los hermanos el Sanctíssimo Sacramento
Si algún día había obligación a hablar, era hoy; a hacer los capítulos ordinarios, era el día de hoy, día en que se nos avisa que Dios viene cerca. Todas las cosas, hermanos, mientras más llegan a su centro, más se apresuran y llevan más propensión y inclinación, como la piedra cuando cai de alto lleva más velocidad. El caminante, cuando llega cerca, dic; el relox cuando quiere disparar. Y aunque es verdad que hasta el día de hoy nos hayamos procurado disponer para Dios, hoy, pues es nuestro fin y centro, hemos de llevar más presteza y presuración. Así le ponen por nombre a Cristo: accelera, festina 1, acelera. Si no, accelera hoc est, qui facit accelerare venientes ad se. La piedra imán con mayor fuerza lleva tras sí las cosas más pegadas. Esta fuerza y aceleración da a entender aquella palabra: traham, cuando por san Joan dice: Si exaltatus fuero, omnia traham 2. Esta aceleración hemos de tener nosotros, [175v] pues nos dice la Iglesia que ya viene Dios.
Si el rey hubiese de venir a este pueblo de aquí a un año, con mucha moderación se aprestarían cosas, pero, cuando hubiese poco tiempo para su entrada, allí sería la priesa del aprestar todas las cosas: darse hía un pregón, pena de tantos días de cárcel y tantos mill maravedises al que no barriese su pertenencia y pusiese luminaria y estuviese aprestado con tales y tales cosas, que viene el rey. Nuestra madre la Iglesia, viendo que el deseado de las gentes viene cerca, viendo los hombres descuidados y que con tibieza y flojedad se disponen, hoy, en el evangelio que nuestra madre nos ha cantado, da un pregón: que todos limpien sus corazones, barran sus conciencias, no admitan gente ninguna forastera en los ojos, etc., y en los demás sentidos y potencias, porque ha menester Dios toda la casa, tengan luminarias y luces encendidas y estén alerta. Que es lo que Cristo dijo 3: et lucernae ardentes in manibus vestris a. La pena que pone, es privación de Dios para siempre jamás; no cárcel de quince días, sino pena eterna. Con estos temores y amenazas nos persuade la Iglesia que nos preparemos.
Los médicos traen una porfía sobre si la cura del enfermo se ha de empezar por purgas y sangrías. Empiece por donde quisiere, que la Iglesia entrambas a dos cosas hace hoy en el cristiano con las palabras de tanto temor y asombro como hoy pone delante los ojos a los malos, diciendo: Ite maledicti 4, etc. No hay purga que ansí revuelva el estómago ni lanceta que assí rompa las venas como pensar un alma que se ha de ver delante de Dios dando estrecha cuenta. Y, si no, mirad lo que dicen los sanctos y los profetas, en cuya consideración está aquel juicio de Dios, que sólo el olor de la purga les hace dar mill arcadas. Y aun, por no bebella, dice Job que se esconderá en el infierno de muy buena gana donec transeat furor tuus 5. Y antes que saque la lanceta de la caja, ya están desmayados, con ser gente de buen ánimo.
Entre las cosas de temor que a mí me asombran y espantan, es aquella palabra que dice Cristo: Id, malditos de mi Padre, al fuego que os está aparejado 6. Y por otro propheta dice que está [176r] Dios aparejando y preparando tormentos para los malos 7. Señor, que un rey de pocas fuerzas muchos días antes prepare para la guerra, junte soldados y armas, no hay que espantar junte soldados, pero, si un rey poderoso hiciese eso muchos años antes, tocando cajas, señalando capitanes, preparando espadas, lanzas y arcabuces, etc., grande guerra, sangrienta b batalla se aguarda. Dime, hermano, si viniese aquí un pesquisidor a Alcalá y por muchos días gastase en hacer una cárcel muy grande, calabozos, grillos, cadenas, diferencias de instrumentos para dar tormentos, grande sería el temor que concibirías. ¡Mi Dios, qué asombros! Pues ¿qué si te dijesen que ha sucedido un grande mal entre Madrid y Alcalá, que ciertos hombres han sido alevosos a la persona del rey quitándole y matándole su hijo? Luego te pondrías tú a pensar si tenías culpa en aquella muerte. Cuando no la tuvieras, mirarías si trataste, hablaste, conversaste o comiste o acompañaste algunos de los desdichados que se hallaron en aquel hecho. Y cuando hallases que no habías tenido culpa alguna, sino que estuviste metido en tu aposento, sin salir de él, encomendándote a Dios, estarías tamañito aguardando si de golpe o de resultida te cabrían parte de aquellas penas que se preparaban, como de ordinario suele suceder en casos semejantes.
Hoy, hermanos míos, el poderoso rey Dios toca caja, arma soldados: et armabit creaturam contra insensatos 8; señala capitanes: et sedebitis vos 9; prepara cárceles, prisiones y cadenas. Mirad qué tales serán, pues el que las prepara es Dios, tan poderoso que con copos de nieve y granizo, como dice el sancto Job, que son cosas tan delicadas que a la luz del sol se deshacen, con ésas hace guerra, puede asolar y destruir al mundo: Nunquid ingressus es thesauros nivis aut grandinis, quae praeparavi in tempus hostis, in diem belli et pugnae? 10 ¿Oh buen Dios, qué, si eso haces con copos de nieve, qué harás con los globos de fuego, [176v] que no de repente sino de pensado estás preparando? Tan poderoso que de repente envía mosquitos a tierra de Egipto y, viéndose molestados de ellos, conocen el poder de Dios y dicen: digitus Dei est hic 11. ¿Qué será, Dios mío, que para aquel día no traerás mosquitos, sino pólvora, truenos, relámpagos, temblores de tierra y fuego preparado? Tan poderoso que con una palabra que se le cayó de la boca, hizo esa máquina de esos cielos tan perfecta y acabada. ¿Qué tan acabadas saldrán las penas que ha tanto tiempo las está Dios preparando? Y estas penas ¿para quién son? Para quien con alevosía y atrevimiento han quebrantado la ley de Dios pecando mortalmente, sin arrepentirse de sus culpas, y, en lo que es de su parte, quitado la vida a Dios, como dice san Pablo: iterum crucifigentes 12. ¿Quién no entra en cuenta consigo y con particular temor dice: si soy yo? Y cuando hallen, hermanos, que no son, pónganse a pensar si han ayudado, tratado o conversado con los tales. Porque les digo de verdad que, cuando hayan estado siempre en sus celdas, de golpe o de resultida nos ha de caber parte de los enojos del juez, pues dice el evangelio que, a la luna porque alumbró y el sol y el cielo porque cubrió y la tierra porque acusó, serán escurecidos y arrasados 13; et fiet caelum novum et terra nova 14. Y aun de los mismos sanctos dice que columnae caelorum non movebuntur 15.
Quiero que adviertan, hermanos, que vivimos, particularmente los religiosos, en frontera y, aunque toda la vida del hombre es guerra, particularmente la del religioso: ubi fortissimum est bellum 16; es ahí donde el demonio acude con mayores veras. Para salir con la victoria, unas veces es menester vencer y otras veces ser vencidos: vencerse a sí propios, a sus apetitos, etc.; otras veces ser vencidos, rindiéndose a Dios y al prelado, entregándose por prisionero. Y para haber de alcanzar la victoria venciendo, son menester nuevas fuerzas, nuevas armas, y éstas Dios las da al alma para que salga con la victoria. Cuando [177r] se alcanza la victoria siendo vencidos, ha de ser al contrario, quitándole al cuerpo la comida, la bebida; azotes, etc. Lo primero lo hace Dios, dándole fuerzas al alma; el deshacer el cuerpo, nosotros, con ayuda de Dios. Esta es la diferencia que hay de deshacer una casa a hacerla: que, para hacerla, es menester maestro; así lo dice David: que nisi Dominus aedificaverit domum 17; para deshacerla, peones.
Y como nuestro buen Dios pretende que salgamos con las victorias, hoy enpieza a hacer nuestra alma, sacando los cimientos y fundamentos tan profundos y hondos, como he dicho de las penas que está Dios preparando en los abismos del infierno. La altura de la casa y carga que en ella se quiere poner se echa de ver por la profundidad de los cimientos. Sobre los que hoy ha hecho, no menos carga Dios que todo lo que puede cargar, pues con esos miedos y temores nos dispone para la venida del Hijo de Dios, en cuya dádiva nos dio todo lo que pudo. Con esos propios temores debemos nosotros hacer lo segundo, que es deshacer la casa empezando por lo alto, por los humos, por los pensamientos y propio parecer; y deshacernos hasta que no quede estaca en pared, hasta que podamos decir: ya soy nada, tan nada que nos conozcamos por no merecedores de nada bueno y por vasijas en quien nada cabe. Assí deshechos y humillados, podrá Dios sobre esos cimientos cargar las mercedes que nos promete hacer de dársenos a sí propio.