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San Juan Bautista de la Concepción
Obras IV – S. Juan B. de la C.

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Otra plática a los hermanos de Villanueva

Y advierta, si algún hermano leyere esto, que no puedo citar los lugares y los dejo algunas veces por scribir en propio latín, porque todo esto que está escrito en este cuaderno, antes y después, es dicho de repente como en la ocasión me cogían y Dios lo daba, y aun escrito muchos días después de lo haber dicho, como ahora hago.

Yo, hermanos a, me junto con sus charidades a hacer esto, no en cuanto prelado, que no lo soy de sus charidades, sino hermano, y menor de todos cuantos estamos aquí. Y cuando me ponga aquí con sólo título y nombre de hermano, ese nombre obliga a decir algo, si Dios lo da. Y pues soy hermano [186v] y como hermano hemos de hablar, no hemos de tratar de culpas, que eso es para jueces y prelados, pero trataremos de penas, que es de hermanos. Cuando tratáremos de culpas y todo, si las hubiera, a todo le obliga Cristo al hermano. Si peccaverit in te frater tuus, corrige b eum c 1. Si vieres a alguno cargado con carga de pena y culpa, corrígele y ayúdale, consuélale, enmiéndale; mira que le tienes obligación, que es tu hermano. ¿Quién ha de remediar y dolerse de los males de un hermano sino otro hermano? Alter alterius d onera portate 2; mirad, dice san Pablo, que sois hermanos, ayudaos a llevar las cargas que tuviéredes.

Advirtamos, hermanos, que hay muchas maneras de cargas: unas hay de culpas, y ésta es tan pesada que ni el cielo ni la tierra la puede sustentar en el propio que hubo culpa. En los ángeles: cayeron y bajaron hechos demonios 3. Con ser los cielos tan grandes, tan anchos que en él caben tantos millares, no cabe en él una culpa ni la puede sustentar. Y con estar el cielo tan lejos —si echasen de allá una rueda de molino, según algunos autores, tardaría en llegar quinientos años—, en el momento que los ángeles pecaron bajaron con tanta velocidad, que dice de ellos Cristo: Vidi satanam sicut fulgur de caelo descendentem 4. Y la tierra, con sufrir tantos montes, etc., no sufre un pecador, pues se abre para tragar a Datán y Abirón 5, etc. Y lo propio hiciera ahora si no nos sustentara la poderosa mano y misericordia de Dios.

Y pues nuestro intento no es tratar ahora de culpas, ni las debe haber entre religiosos descalzos, tratemos del mal de pena. Y ésta es en dos maneras: una, la pena que se debe por las culpas; otra, las penas voluntarias que tomamos con la Religión, unas veces para satisfacer y hacer penitencia de lo pasado, otras veces para más agradar y obligar a Dios. Y cualquiera de estas penas es de tal manera carga pesada que, si somos hermanos, tenemos obligación a ayudárnoslas a llevar. Cristo nuestro Dios, como padre, hermano y señor que tanto nos ama, viéndonos cargados con tantas cargas y tan pesadas, acordó su bendita [187r] infinita sabiduría de nos las ayudar a llevar, tomando sobre sí los males de pena; no de culpa, porque eso era imposible e implicaba a su sabiduría y infinita limpieza. Y con no tomar más de nuestras penas, fabricadas en su cruz y puestas sobre sus benditíssimas espaldas, fueron cargas tan pesadas que, con ser Dios, el brazo derecho del Padre —fecit potentiam in brachio suo 6—, le hicieron arrodillar con la cruz y, como dicen acá, bajar la cerviz, pues inclinato capite tradidit spiritum e 7. Ahora, pues, mis hermanos, si las penas sin culpas hacen esto en Dios, las penas con las culpas ¿qué carga será en el hombre? Díganme ¿es razón que, siendo hermanos, acudamos unos a otros, etc.? Y ésa baste por obligación para haber de hablar: ser hermanos y estar la Religión llena de penas, de mortificaciones, etc.

Y para mí es grande ayuda sólo el hablar, el estarnos aquí un ratico tratando cosas de Dios. Está el otro buey arando y una campanilla que le echan al cuello ésa es bastante a le animar, un grito, una voz del gayán que va tras él. ¿Por qué no lo ha de ser el grito y voz de un hermano que nos desea tanto bien y nos trai escritos en su corazón? Está el otro soldado en la guerra y el ruido de la caja, el sonido de la trompeta y relincho del caballo le anima y da bríos. ¿Por qué no ha de ser ayuda las palabras que manda Dios que se digan como voz de trompeta: quasi tuba exalta vocem tuam 8?

Pues lo que tengo que decir, sólo es el bien que por esas penas a sus charidades les está aparejado. Y para que lo vean, quiero que consideren dos comparaciones que el sposo dio de su sposa y dos epítetos, diciendo: statura tua assimilata est palmae, et ubera tua botris 9, etc. De esto no digamos, porque estas dos comparaciones las tengo scritas en una plática a un hábito. Truje también qué era la causa por qué aquel caballero del Apocalipsi tenía scrito en el muslo el rex regum 10. Está en la propia plática 11. Etc.




ams. hermano



bms. corripe



c Si-eum subr.



1 Lc 17,3.



d Alter alterius subr.



2 Gál 6,2.



3 Cf. Ap 12,7-9.



4 Cf. Lc 10,18.



5 Cf. Núm 16,31-33.



6 Lc 1,51.



e inclinato-spiritum subr.



7 Jn 19,30.



8 Is 58,1.



9 Cant 7,7.



10 Ap 19,16.



11 Alude a la plática 6, donde cita ambos pasajes bíblicos, pero, respecto a las palabras del Cantar de los Cantares, también allí remite a otra donde dice haber desarrollado el tema. Esta última plática no se halla en el ms. apógrafo actual.






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