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San Juan Bautista de la Concepción
Obras IV – S. Juan B. de la C.

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Jhs. Maria

A un hábito de repente. Peto misericordiam

Notable fue aquello de la mujer de Serapte 1, de quien dice la Scriptura, en el cuarto libro de los Reyes —que bien no me acordaré, [197r] pero será fácil el mirar la letra—, que acudió al profeta Eliseo llorando y diciéndole: ten misericordia de mí, varón de Dios; yo soy una pobre mujer, no tengo sino un hijo 2, la lumbre de mis ojos, tengo deudas, mis acreedores vienen y me lo quieren llevar y vender, etc. El sancto propheta la consoló y le mandó vaciase los vasos que en su casa tenía y buscase más, y una sola gota de aceite que tenía la fuese echando en los vasos, lo cual hecho, se enllenarían todos. Hasta que dijo que no tenía más vasos vacíos, etc. Vide locum 3.

Todo esto se me ha representado, viendo a este hermano aquí de rodillas pidiendo misericordia. No tiene más de una alma y ésta debe ser amada como la lumbre de sus ojos. En el siglo venía el demonio por ella para vendérsela en pública almoneda por un breve deleite, por una torpeza, con un interés. Y ahora está diciendo: Padre o hermano, duélete de mí, que no tengo más que una alma y ésta perdida, ¿qué será de mí? Ahora, hermano, respondámosle lo que el sancto profeta a la mujer: vacíe sus vasijas, desembarace esos ojos del mirar, la lengua del hablar, el alma de su propia voluntad; y esta gotica de aceite que Dios ha puesto hoy en su charidad de conocimiento y luz, lo multiplicará de suerte que le venga a enllenar todos sus vacíos, y sobre in infinitum, si in infinito se dispusiese y humillase para más recebir.

Dirá su charidad: Pues tal virtud tiene una gota de la divina gracia, que se multiplica de suerte que alcanza de cuenta al vaso en que se recibe, ¿cómo ensancharé mi alma? Respondo que de muchas maneras. David dijo que estiende Dios sus cielos como una piel 4. La piel se estira y, limpiándola de la lana, la ensanchan y aun hacen pergaminos, en que se puede [197v] scribir. Con esto se ensanchará su charidad, con limpiarse de las cosas esteriores; y esos pensamientos que olían a carne y sangre, raerlos, etc.; y entonces el alma, que es cielo, se ensanchará. Lo segundo, con horma mayor se ensancha un zapato. Dios es grande; entrando en el alma se hará mayor que el cielo: quem caeli capere non possunt 5. Lo tercero, picando el zapato, que de suyo era chico, después cabe y es grande. Picarse con las disciplinas y penitencias.




1 Alusión a la viuda de Sarepta, pero éste es otro episodio, ocurrido a Elías (cf. 1 Re 17,8-16).



2 Dos hijos, según el relato.



3 Cf. 2 Re (= 4 Re) 4,1-7.



4 Sal 103,2: «... extendens caelum sicut pellem».



5 1 Re 8,27.






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