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San Juan Bautista de la Concepción
Obras IV – S. Juan B. de la C.

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Jhs. Maria

Plática a los hermanos un día después de pascua, día de nuestro glorioso sancto Thomás 1, cuando se canta aquel evangelio: Ego sum pastor bonus 2, etc.

Yo no sé si me podré acordar. Estando, mis charíssimos hermanos, esta mañana en maitines, bien olvidado de hacer esto, aunque bien obligado y penoso si acaso ha habido alguno estas pascuas que se haya olvidado de su continua mesura, silencio y lo demás que acostumbra a hacer, aquel sancto evangelio me sirvió de unos rescoldos y brasas, que me abrasaba y quemaba y metía la lanza hasta el regatón por mi descuido y tibieza y flojedad. Estando rezando con esta pena, me hicieron un argumento que, tiniendo el color de consolarme, tuvo la obra de más gravemente reprehenderme: ¿De qué te afliges? ¿De qué tomas pena? Ese evangelio trata de los pastores y prelados; tú no eres pastor ni prelado, y assí no tienes que afligirte. Válame Dios, ¿yo no soy provincial? Pues ¿cómo es esto? Entonces se me ofrecieron las causas por qué no lo era: la primera, por mi flaqueza; la segunda, por la de sus charidades, por su flaqueza. Que esto debe de ser voluntad de Dios: [217r] que, como flaco, no siempre esté puesto en pretina, no siempre esté armado. Que cortesía es del capitán que de cuando en cuando dé vado al cabo de escuadra para que se desnude y suelte el arcabuz del hombro, y el peto y malla del cuerpo, que resuelle, que descanse, que tome huelgo y algún alivio para lo por venir.

Pero advierte que de aquí puede venir un daño a los súbditos, y es que, no estando siempre en vela, siempre con cuidado y encarado con sus faltas, el tiro de la palabra de Dios y reprehensión, podrían descuidarse, dormirse, entibiarse y aun descomponerse; y a prelado desarmado y demasiado de humano, no tenerle tanto temor ni respecto. Pero advierto que tiene otro bien. Si tiene ese peligro, tiene otro particular bien, que, aflojando el prelado unas pascuas, disimulando, callando, haciéndose, como dicen, a una en la condición, en las palabras, en la simplicidad y llaneza con los súbditos, tiene este bien, que por estos dos exemplos se entenderá. El jardinero, a cuyo cargo están los jardines de los reyes, el componer y aderezar las labores, dibujos y diferencias de ramilletes, compuestos de yerbas que tiene en sus jardines, el invierno deja que todas las yerbas crezcan y broten, cada una naciendo y creciendo por donde mejor le parece a la naturaleza. No repara el jardinero que salga o puje alguna matilla o parezca que en las ramas está descompuesta del orden que pide la labor que tienen y hacen las demás. Cuando aquellas yerbas están ya bien llenas, llega con sus tijeras y corta las que salen de raya, y deja las que habíen nacido a propósito de su labor. Yo pienso, mis hermanos, que estas pascuas se ha hablado y cada uno ha echado las ramas, obras y hechos según su natural. Unas [217v] habrán salido muy conformes a las labores que se hacen en la Religión. Pero las que han salido de raya ha estado a la mira el jardinero para con la tijera, agora pasado ese invierno, cortar, cercenar, componer y aderezar nuestro jardín, que quede para la buena vista de Dios. Y si no hubiéramos dado este lugar a que las yerbas brotaran y nacieran, no produjeran las matas y ramas que enllenan y dicen con las demás labores, ni hubieran mostrado do tira el natural de cada uno para que el prelado sepa por do ha de cortar.

Este bien se echará de ver por estotro exemplo. Del otro capitán se dice que, quiriendo hacer un asalto en tierra de moros, puso sus galeras a la morisca y levantó sus banderas con las propias insignias que los moros las tienen, llenas de sus lunas o soles, etc. Vanse a un puerto de moros y enpiezan a hablar a lo morisco su algarabía. Los moros entendieron que eran todos de un trato, de una conversación. Y entran en sus galeras. Cuando más seguros estaban, tocan a leva y dan con ellos en Spaña. Y cuando pensaban que estaban en sus fiestas, halláronse captivos y en juicio y tierra de cristianos. Con esto se pueden disculpar los prelados, con sus disimulos, con el alargar la cuerda. Que, viendo que todos son de una nación y todos hablan una lengua, el súbdito descubre, muestra y se fía. Y después, cuando él piensa que está en fiesta con su prelado, está en juicio y salido de la jurisdición de la llaneza y dado con él en el tribunal del juez y prelado.

La otra causa por qué me pareció que yo no era prelado, era por la flaqueza de sus charidades, que no tienen el natural tan fuerte, tan en su punto que siempre [218r] los hemos de tener a raya. Tiempo ha de haber, para este nuestro flaco natural, de llorar y tiempo de reír, tiempo de afligir el corazón y tiempo de dilatarlo y ensancharlo, para que, cuando se vuelva a la oración, se vuelva con mayor fervor, mayor gana, mayor gusto y sabor. Como suele hacer el que algún rato se abstiene de la comida porque, comiendo con hambre, le sepa mejor. Pero advierto que en esto suele haber uno o dos peligros, porque no entendamos que ya nuestras fiestas nos podemos del todo entregar en ellas y olvidar del todo nuestra continua mesura: el uno es de los enemigos invisibles y el otro de los visibles. Los invisibles, dice san Pedro que están velando 3 y mirando si algún rato está el ejército y campo de Cristo desarmado, algo descompuesto, si acaso ve en el soldado de Dios que soltó por algún rato el morrión o la cota, etc., para por aquel lado hacer su asalto y coger su presa. Diránme: Hermano, si son invisibles, ¿cómo tengo yo de echar de ver si han hecho algún daño, si entraron o destruyeron? Respondo: cuando acá está una puerta cerrada siempre y a deshora se olvidó abierta, tiniendo el dueño de casa enemigos y en ella riquezas, no hay que preguntar; casa rica y abierta a deshora y habiendo ladrones enemigos dentro, no hay sino armarnos y tomar luz y buscar los rincones. Lo propio digo yo: nuestras almas adornadas con virtudes, haber olvidado las puertas de nuestros sentidos abiertas estas paschuas y en tiempo de enemigos, no hay que preguntar, sino tornarse a armar y pedir a Dios luz para ver y conocer lo que nos puede haber hecho daño: si la palabra hablada con poco recato, si el levantar los ojos, si el salir de la celda sin advertencia, si el ver o comer algún bocado que no haya sido in nomine Jesuchristi, etc. [218v] El otro daño, que era de los enemigos visibles, son estas cosas que exteriormente vemos y tratamos, que son pegajosas y, sin querer ver y entender, estamos de ellas tiznados.

Yo daré un buen remedio, mis hermanos, para que todos quedemos desculpados y cada uno acuda a lo que tiene obligación: y sus charidades de perfectos y yo de buen prelado, que es hacer lo que Cristo dice 4: el buen pastor da su vida por sus ovejas y ellas lo conocen a él y oyen su voz. Este nombre de pastor se dice del a que guarda ovejas. Que, si los súbditos no son ovejas ni conocen a su prelado, escusado queda para no ser pastor. Al pastor, cuyas ovejas se le volvieron de otro jaez b, por sus faltas se hicieron perros golosos, volviendo tanquam canis ad vomitum 5, mal podrá hacer officio de pastor, porque esos animales que guarda, si de ovejas se han vuelto tigres, en lugar de conocer su voz se vuelven contra él. Y assí yo tengo por mala señal cuando un prelado deja al súbdito, que es señal que él perdió el ser de oveja. Pero, procurando el súbdito ser oveja mansa, humilde, callada, sufrida y con el amor y conocimiento recíproco que se debe al prelado, no resta sino que el prelado quede obligado a dar su vida por ellos. Y adviértase lo que dice el evangelio: que dat 6, que da. No dice que dio ni que dará, sino que siempre está dando. Y siempre ha de estar dispuesto para padecer y trabajar por sus hermanos. Para él no ha de haber tiempos diferentes, porque siempre ha de estar velando; mejor en las fiestas que no entre semana, más cuidado en las pascuas que no en las cuaresmas, porque a mayor necesidad mayor desvelo.

Pregunta la sposa a su sposo que le diga: ubi pascas, ubi cubes in meridie 7, etc. Y respóndele: [219r] Si ignoras te, egredere et abi 8, etc. Como quien dice: agora te ignoras que los pastores no reposan ni sestean, siempre velan, siempre cuidan; salí, sposa mía, de vuestra casa y buscadlo por esas montañas, etc. Assí ha de ser el buen prelado: siempre ha de velar. Y con esto Dios será servido y agradado. Amén.




1 Santo Tomás de Canterbury.



2 Jn 10,1-16. Este evangelio se leía en el III nocturno de maitines de la fiesta de santo Tomás de Canterbury (29 de diciembre).



3 Cf. 1 Pe 5,8.



4 Cf. Jn 10,11.14.16.



ams. de



bms. jael



5 Cf. Prov 26,11.



6 Jn 10,11.



7 Cant 1,6.



8 Cant 1,7.






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