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San Juan Bautista de la Concepción
Obras IV – S. Juan B. de la C.

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Jhs. Maria

Una noche en el refectorio al encomendar la limosna, habiendo dicho el portero se había recibido la ordinaria

No es nuevo de Dios acudir de ordinario con su divina providencia al reparo y remedio de todas las criaturas. Y de suerte es eso que un instante que faltase, faltaríe todo lo criado y se volveríe a su antiguo ser y nada. Y, si no, díganme, si a un hombre le cortasen la cabeza por un instante, ¿qué sería? Dejaría de ser. Oh señor, que al instante se la pegaremos. No hace al caso, que, por breve que sea el instante en que la cabeza se aparta del cuerpo, deja de ser el tal hombre, sin poder reparar aquella vida si Dios no le da otra milagrosa. De esa misma suerte, si Dios tantico se apartase, que es nuestra cabeza, quien nos da y comunica el ser que tenemos, es certíssimo quedaríamos sin vida, porque en Dios está solamente nuestra vida y la conservación de ella. Y el acudir Dios siempre, cada hora y cada momento, sin cansarse, es porque yo no me canse de acudir a dar gracias a aquel sin quien un punto no me puedo pasar sin su limosna ordinaria.

Y aun por eso dijo a por el propheta Oseas que quería y estaba determinado de llevar los hombres a sí con los cordeles [219v] de Adán: In funiculus Adam traham eos, in vinculis charitatis 1. Donde veremos que a lo que primero llama cordeles, luego los llama grillos. Pues dice que nos quiere llevar a sí con dádivas y mercedes que nos quiere hacer, y a estas misericordias llama cordeles con que nos liga y ata. Y a estos cordeles llama también grillos. Cordeles son para las manos, que nos obligan a obrar al querer y voluntad de Dios; grillos, que nos prenden para que no salgamos ni nos vamos de la presencia y casa del que tanto bien nos hace. Grillos fuertes y cordeles blandos son las dádivas que, por una parte, ablandan el corazón duro para que ame a su buen hechor; por otra parte, lo hacen fuerte para lo guardar las leyes del agradecimiento. Que es lo que acá solemos decir del hombre y testigo tieso: que comió el pan de la persona que abona. Dice que son cordeles, grillos y ataduras, dando a entender que no es una limosna y bien que nos hace, sino muchas, pues de ordinario acude a hacernos bien un día y otro día.

Cosa particular que, tratando Cristo del bien que su Padre nos hacía, sólo trató del sol que nos daba y del agua que llovía 2. Que parece, pues eran tantas las mercedes que hacía a los hombres, pudiera poner exemplo en otras cosas; ya que trató de las corporales, pudiéralo poner en el pan, vino, fruta, carne, en la salud, en las fuerzas, etc. Veamos qué misterio tiene tratar de dádivas y poner exemplo en el sol y en la lluvia. Digo que en eso nos quiso dar a entender la continuidad con que nos hace bien y la muchedumbre de beneficios que nos envía. Porque el sol, dende que Dios lo crió, jamás se ha cansado de andar, madrugar, amanecer [220r] y alumbrar a los hombres. Un solo día jamás ha faltado ni se ha detenido. Y si en la guerra de Josué b se detuvo un rato 3 y en tiempo del rey Achaz volvió atrás aquellas líneas 4, suplió Dios sus veces, porque no es Su Majestad amigo de hacer mercedes acortadas y detenidas, sino continuadas. Seas tú, Dios mío, bendito, que, como otro sol, siempre nos alumbras, nos amaneces y madrugas y nos conservas sin cesar un punto ni un instante, sino de ordinario acudes y favoreces a nos hacer bien.

La otra dádiva que era en que puse exemplo, fue la lluvia, porque es imposible poder contar las gotas del agua que caen del cielo, como dijo Job: Quis dinumeravit pluviae guttas? 5 (vide). Como si dijera: nadie. Pues ¿quién contará las mercedes recibidas y que cada día Dios hace a los hombres? Nadie, por cierto. Pues ven aquí por qué puso Dios exemplo en el sol y en el agua, y no en las demás cosas. No en el trigo y pan que el labrador coge, porque muchos años vienen mancos y la tierra, por cuyo medio Dios hace ese bien al hombre, se cansa y le niega la ración ordinaria. Y el labrador cuenta las espigas cuando se siega y coge, pues las va cogiendo tras los segadores, y mide las fanegas de trigo. La salud se acaba; la vida tiene fin y la muerte viene. Y el sol jamás cesa ni se cansa, como queda dicho. Los días del hombre se cuentan: Ecce mensurabiles posuisti dies meos 6. Pero las gotas de la lluvia no es posible. Y assí no lo es contar las mercedes que de Dios se reciben.

Es Su Majestad amigo de dar mucho y continuo. Yo pienso que ésa fue la razón por qué se quedó el Sanctíssimo Sacramento del altar. En su pasión nos dio mucho, pero, siendo una muerte, no podía estar cada día tornando a morir por el hombre. Pues ¿qué hace para que aquella muerte, siendo mucho lo que en ella nos da, [220v] sea muerte continua y que, siendo muerte puntual que aquel día padeció, sea muerte tirada y dilatada, que siempre dure? Que se quede en aquel soberano sacramento, donde se nos está dando en memoria de su muerte, que se está fresca y reciente para que todos se aprovechen de ella. Y todas estas invinciones hace Dios, mis hermanos, para tenernos atados a su voluntad y querer, para nos echar grillos y para que imitemos a su Padre, siendo perfectos c como él lo es 7. Que es decirnos que, pues él es continuo en el hacernos mercedes y largo en hacer muchas, que no seamos nosotros cortos en su agradecimiento, que jamás cesemos de le d dar gracias imitando a los ángeles que incessabili voce 8, etc.




ams. digo



1 Os 11,4.



2 Cf. Mt 5,45.



bms. Gedeón



3 Cf. Jos 10,12-13.



4 Is 38,8: «Et reversus est sol decem lineis».



5 Cf. Eclo 1,2.



6 Sal 38,6.



cms. perfecto



7 Cf. Mt 5,48.



dms. les



8 Del himno Te Deum: «Tibi cherubin et seraphin incessabili voce proclamant...».






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