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San Juan Bautista de la Concepción Obras IV – S. Juan B. de la C. IntraText CT - Texto |
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Otra noche, diciendo el portero que nos habíen traído la limosna ordinaria de pan
Yo pienso, mis hermanos, que Dios dejara de ser Dios si algún día [221v] se olvidara de los que desean agradarle y servirle. Su providencia es eterna e infinita, que siempre está mirando y contemplando la necesidad del hombre. El propheta [Zacarías] llamó a a Dios ojo del hombre, no porque mis ojos sean los de Dios, que Job dijo que eran bien diferentes, sino porque siempre miran al hombre y están atendiendo y contemplando las necesidades del hombre. Ipse enim est oculus hominis 1. Es el ojo que previene y se anticipa al remedio del que el hombre tiene necesidad.
Pues veamos por qué a Dios lo llama un ojo del hombre, y no dos, que parece pudiera decir es él los ojos de los hombres. Y aun otra vez dice [Zacarías]: Qui tangit eos, tangit pupillam oculi mei 2; y no dijo: oculorum meorum. Digo que en esto quiso dar a entender el acierto que Dios tenía en hacer bien al hombre. El ballestero, para acertar y no errar al blanco que tira, cierra el un ojo. Eso quiso el propheta dar a entender cuando hizo minción que Dios no tenía más que un ojo. Que todo eso era para descubrir los aciertos de Dios en hacer bien al hombre. Aunque más escondido esté, aunque se vaya a los desiertos, aunque se ponga b tras siete paredes y se encierre en siete cárceles, él ha de acertar y atinar con el hombre a hacerle bien. Así lo vido un día Jeremías. Llamólo Dios y díjole: ¿Qué ves, Jeremías? ¿Qué es esto que te enseño? —Veo, Señor, una vara que vela, una vara que está velando y dispierta, que no duerme. —Bien dices, propheta, porque assí velo sobre mi pueblo haciéndole bien, y jamás me duermo ni descuido 3. Dice otra traslación: una vara de almendro 4. Porque, entre los árboles, es el que primero acude a remediar las necesidades del hombre. El que primero las ve es Dios, primero que yo mismo, porque yo no me acuerdo que [222r] mañana tengo de estar atenido a tener hambre y necesidad de comer y ya Dios me está remediando la necesidad por venir.
—¿Qué ves, Jeremías? —Señor, una vara con un ojo: virgam oculatam; vara con ojo. Sin falta debiera de ser la vara para apuntar y el ojo para acertar. Dice más, que ve una vara con un ojo, que fue decir que, si Dios tiene ojo de providencia para dar y para acertar, junto con ese ojo está la vara para castigar al ingrato y desconocido. Y que advierta este tal que esta vara tiene ojo, que, assí como acierta su misericordia y providencia para el bueno, acertará su justicia para el malo, salvo que habrá esta diferencia: que, siendo las mercedes que hace muchas y a montones, los castigos y la justicia será blanda, templada y escasa, pues dice que la vara y palo que ha de castigar tiene el ojo de Dios. Como quien dice: no será palo de ciego, que hace saltar las costillas pensando que da en los cantos, y amollenta las costillas y abolla la cabeza. Será el golpe de Dios amoroso, blando, porque en ese palo van los ojos de Dios a mirar y tantear las fuerzas y calidad de la persona a quien ha de dar el palo. Y si ese palo lleva en sí los ojos de Dios, paréceme que antes se herirá Dios en sus ojos que os hiera a vos. Assí lo dice él propio: Qui tangit vos, tangit pupillam oculi mei 5; quien os toca, me toca a mí a las niñas de los ojos. Luego, si Dios nos hiere y nos toca, a sí se hiere y toca. Luego, según esto, largo es Dios para hacernos bien cada día y corto para castigarnos. Y esa cortedad de castigo cesará el día que yo no cesaré de darle gracias por los beneficios recibidos.