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Jhs. Maria

Alius eiusdem, a la despedida, después de haber hecho
otros muchos

[232r] La razón por qué se hacen tantos capítulos y amonestaciones, suele ser causa la necesidad. Opportune, importune, dice san Pablo ¹; que, si fuere necesario, canse. Hace un concierto Elías con los profetas de Baal: que cada uno apareje su sacrificio y el dios que oyere y quemare cualquier sacrificio de aquéllos, es el Dios verdadero de Israel. Pónese Elías en oración, baja fuego, etc. Los otros dan voces, duplican con sus razones, enpiézales a dar vaya Elías: Alzad el grito, que debe de estar camino vuestro dios, podrá ser que esté en alguna taberna ², etc. Cuando los predicadores multiplican las palabras, alzan el grito, señal que con los que hablan andan y traen los corazones de la condición del dios Baal, que los tiene en las calles, que son dioses de palo que tienen orejas y no oyen, etc. Pero el que es verdadero hijo de Dios tiene inclinada su oreja a lo que el prelado le dice para tragarse, devorarse sus palabras y acudir con la obra a quemar el tal sacrificio que se les ofrece.

Suelen a los convalecientes dar muchas veces de comer, o porque nada les para en el estómago o porque todo les entra en provecho. Podría ser una de estas dos cosas el hacer muchos capítulos. No digamos si es que todo les entra en provecho o que nada les para. Lo que ^a sé es que no es buen señal que el labrador siembre en poco tiempo muchas veces la haza, que debiera lo primero de caer sobre spinas, o en camino ³, etc. La necesidad de hacerse hoy bien, cuando nos hemos de apartar, cuando, si ha habido algún yerro, se ha de mostrar pureza de corazón en la intención, que no se debe entender quien tal vida profesa haber [232v] pretendido errar, cuando el amor se muestra y con palabras se descubre a la partida, cuando los corazones se manifiestan, cuando las palabras más y mejor se perciben, cuando a la vuelta de la feria todos han de ir llenos de mercados y recaudos para sus súbditos. Siempre amonestó Cristo y enseñó, pero no sé qué se tuvo aquel sermón de la partida, tan celebrado de la Iglesia en la Ascensión de Cristo ⁴. Bien sé qué se tuvo, que fue una admiración, admirable amonestación, reprehensión y corrección de lo pasado. Y que no entendiesen que, porque se apartaba, que es cuando los corazones se derriten, por eso ha de callar y cerrar su boca; ni porque le conviden a comer, ha de dejar de decir lo que siente para bien de sus apóstolos. Que es admirable escote entre los que se aman dar consejo al que lo ha menester y castigar al que ha menester castigo.

Todas estas razones a mí me obligan a hacer capítulo, a amonestar, avisar, reprehender, corregir lo que se ve ser necesario. Pero, como toda esta obra es de la Sanctíssima Trinidad, ella debe de querer hablar a los corazones de sus charidades, pues ha puesto en este lugar un hombre tan indigno y insuficiente para decir lo que a sus charidades importa. Assí podrán sus charidades decir: Loquatur in me Dominus Deus, quoniam loquetur pacem in plebem suam ⁵. Pax, idest, omne bonum. En la Scriptura paz significa todo bien. Hábleme Dios, que todas sus palabras traen consigo paz, todo bien. Eso es, mis hermanos, lo que habemos menester: paz y que nos enllene Dios de bienes, que están encerrados en las palabras de Dios, etc. Pero advierto que, cuando en mí haya hoy pocas y grande [233r] insuficiencia, tengo un consuelo y un capítulo breve recopilado en el evangelio de hoy, donde dice Cristo que es semejante el reino de los cielos a un grano de mostaza que sembró un labrador en su tierra y, después de crecido, vinieron las aves del cielo y se pusieron en sus ramas ⁶. Misterioso Dios, que un granito pequeño sembrado en la tierra crezca de suerte que se aniden en él las aves del cielo. Una palabra pequeña que un hombrecillo como yo arroja en sus corazones, si por humildad son tierra y en ellos la acogen y riegan y abrigan con amor y charidad, y crece hasta que engendra tales propósitos que son celestiales, etc.

Cualquiera de sus charidades es como un granito de mostaza sembrado en la Religión, abrigado del cielo. Pero advierto que, para que se sienten aves en él, dice que ha de haber crecido en árbor grande. Que, para que se le encomiende officio y súbditos, ha de haber crecido en humildad y mortificación, penitencia y prudencia. Porque un granito de mostaza, cuando enpieza a nacer, un jilguerito se lo comerá y deshará. Si a un niño lo pusieren en officio, cualquier cuidado lo ahogaría, etc. Así las leyes disponen que a los niños no se les entreguen los bienes paternales; hasta que tengan edad pónenles tutores, poseedores y mayordomos. Yo considero, mis hermanos, que sus charidades deben de ser los hijos herederos de la Sanctíssima Trinidad en esta su Religión, pero, pues no ha sido servido de darles el officio, debe de ser que no tienen edad y que en el entretanto a mí, que no lo merezco, me constituye por su tutor. Plega a Dios que dé buena cuenta de cosa [233v] que tanto vale. Dice más, que bajan las aves del cielo a sentarse en el grano de mostaza hecho árbor. Esta nuestra Religión hasta aquí, como enpezaba a crecer, no nos atrevíamos a que en esas ramillas se sentaran aves grandes. Sólo enviaba Dios jilguerillos ^b y niños. Ya que crece en árbor grande, no hay que particularizarle qué aves se han de sentar. Vengan hombres, doctores, grandes y poderosos, que ya sus ramas tienen fuerza para sustentarlos. Etc.