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San Juan Bautista de la Concepción
Obras IV – S. Juan B. de la C.

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CARTAS

INTRODUCCION

La laguna más grave que lamentamos en la obra literaria de san Juan Bautista de la Concepción es la carencia, prácticamente total, de su epistolario. Laguna que, como es de desear, podrán ir colmando, al menos en parte, sucesivas investigaciones. Con ello, con esa pérdida, se nos priva de una fuente indispensable para conocer a fondo muchos aspectos, episodios, relaciones familiares y sociales, sentimientos y experiencias de nuestro personaje. Si de ordinario las cartas personales son excelentes proyectores endógenos de los entresijos más hondos de cualquier personalidad, adquieren aún mayor poder revelador e iluminante en una personalidad carismática como la del Reformador trinitario. ¡Qué merma sufrirían nuestros conocimientos acerca de santa Teresa de Jesús sin su riquísimo epistolario!

Obras completas de San Juan Bautista de la Concepción

Cartas

Considerando el desbordante dinamismo de san Juan Bautista de la Concepción dentro y en torno a la obra de la reforma, así como su índole comunicativa y su facilidad en el manejo de la pluma, sostenemos que tuvieron que ser «millares las cartas escritas por nuestro autor» 1. El mismo alude a numerosas misivas, que tuvieron como destinatarios a sus propios hermanos de religión pero también a prelados eclesiásticos, a personajes de la nobleza, a religiosos de otras órdenes, etc. Escribe en julio/agosto de 1607: «Siete meses debe de haber que no salgo de este convento de Madrid, que tengo harto que hacer en responder a las cartas que me envían».2 Su discípulo predilecto fray José de la Santísima Trinidad conservaba una colección de esas cartas hasta que las dejó olvidadas en el convento de Pamplona (febrero de 1608), según noticia de primera mano facilitada por Justo de Jesús: «Otras muchas cartas de mucha erudición y consuelo escribió nuestro venerable Padre, así a perlados de la Religión como a particulares súbditos y a seglares, que muchas de ellas tuve yo en mis manos, las cuales dejó olvidadas en Pamplona el venerable padre fray Joseph de la Santísima Trinidad. Y yo, ignorante de lo que ahora hago, se las envié a Madrid, de lo cual me pesa harto». El mismo biógrafo insinúa que esa correspondencia se guardaba en el archivo conventual de Madrid junto con los demás infolios del Santo, por lo que alberga la siguiente esperanza: «En la historia general de la Religión juzgo saldrán, con otros muchos tratados que nuestro venerable Padre escribió, que están en el archivo de Madrid» 3. Por desgracia no se cumplió tal deseo.

Pensamos que el celo por coleccionar y conservar misivas del Reformador afectaría a otros muchos religiosos. Pero ¿cómo es posible que no hayan llegado hasta nosotros? El primer dato amargo que emerge de la historia del proceso canónico es que, al inicio del siglo XVIII, cuando se llevaron los demás manuscritos de Madrid a Roma, ya no había traza de las referidas cartas. Y aquí nos vuelven a salir al paso dos testimonios procesales inquietantes, ya registrados en la Introducción general. Dice Adrián de la Santísima Trinidad, que había recibido el hábito de manos de nuestro Santo: «Sus escritos y papeles fueron tantos que, con haberse perdido muchos, excediera a los escritores mayores que ha tenido España» 4. La misma aseveración hace el primer cronista: «... con haberse perdido cantidad de sus escritos, han quedado ocho tomos, que se guardan en el archivo de nuestro convento de Madrid, de varios tratados, todos de su letra» 5. Y José de Santa María sostiene: «Llegó a tanto esta persecución que Su Majestad le ofreció que aun los mesmos escriptos y libros que escribió, por ser de este venerable Padre, muchos de ellos los quemaron»; noticia ésta que se conocía «comúnmente en la Religión» 6. Las cartas archivadas en nuestros conventos se incluyen ciertamente en la serie indefinida de escritos perdidos, pero ¡es hipotizable también que fueran quemadas! Si los adversarios (léase: trinitarios calzados) lograron echar mano de los escritos del Santo, no tenían motivos para ahorrar precisamente su correspondencia.

Sin perder la esperanza de poder hallar en el futuro algunas más, hoy por hoy sólo contamos con cuatro misivas y todas ellas en copia de segunda mano. Las dos primeras las trasladó Justo de Jesús a sus apuntes biográficos sobre san Juan Bautista de la Concepción. La tercera nos la facilita el propio Santo y la cuarta se reproduce en el libro protocolo del convento de Valdepeñas.




1 Cf. la Introducción general, en Obras completas, I, 37.



2Asistencia de Dios a la descalcez trinitaria, 5,3.



3 Cf. Obras completas, I, 24.



4 Cf. Obras completas, I, 17.



5 Cf. ibid., I, 25.



6 Cf. ibid., I, 22.






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