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San Juan Bautista de la Concepción
Obras I - S. Juan B. de la C.

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  • EL CONOCIMIENTO INTERIOR SOBRENATURAL
      • CAPITULO 5 - Cómo, quedándole algunas veces al alma algunas dudas después de haber recebido luz sobrenatural respecto de las cosas en que se le da el tal conocimiento y luz, suele sacar muchos provechos para sí propia de las tales dudas y dificultades
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CAPITULO 5 - Cómo, quedándole algunas veces al alma algunas dudas después de haber recebido luz sobrenatural respecto de las cosas en que se le da el tal conocimiento y luz, suele sacar muchos provechos para sí propia de las tales dudas y dificultades

 

            1.         De la dificultad y duda que a un alma le queda de parte de las cosas en que Dios le muestra y enseña algunos singulares y particulares conocimientos, también se sacan otros bienes y aprovechamientos.

 

            Dijimos que esta mayor o menor certidumbre nacía de la poca firmeza y estabilidad de las cosas en que Diosa daba el tal conocimiento. Pues digo que de la duda y dificultad que a esta alma se le causa de este sujeto, en que se le da el tal conocimiento, le nace una grande


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firmeza y creencia de las verdades que le manifiestan de parte del mismo. El cual en las criaturas por momentos e instantes conoce, según sus súbitas mutaciones, elb stado que en cada instante tienen, y que todas sus mudanzas y alteraciones no son bastantes para confundir y menoscabar la verdad y certidumbre infalible con que Dios conoce lo más secreto e interior de aquella criatura. Y con esa verdad revela y descubre en aquel sujeto lo que él es servido y cómo eso más o menos de certidumbre que yo puedo tener después de haber pasado por mí el tal conocimiento nace -como queda dicho- de la poca stabilidad y firmeza que en estas criaturas hay, pues jamás no perseveran en un estado ni en un principio.

 

            2.         Lo segundo digo que de esa duda mayor o menor certidumbre en las cosas que he entendido en tercera persona, se causa un recato, prudencia y discreción grandíssima en el modo de disponer las cosas de que tuvo el tal conocimiento. No podré poner exemplo universal que lo abrace todo, pero será de parte.

 

            Supongamos que Dios descubre a un gran siervo suyo la mala vida y estado de otra persona. Esta, a quien Dios le dio este conocimiento, nácele una duda, dificultad, mayor o menor certidumbre de parte de la tal persona de quien le dieron noticia, respecto de que ésta es criatura variable y que de un momento a otro se podría haber trocado o mudado. De aquí le nace [13r] un recato y una prudencia grandíssima para usar y disponer del conocimiento que le dieron sobre la tal persona. Y si fue voluntad de Dios que le avisase y amonestase, la mayor o menor certidumbre que tiene le hace guardar y tener respecto, hablar con temor y miedo, guardar su decoro, proponerle en parábolas o en tercera persona lo que quiere decir, porque en su propia persona no se atreve no sea que ya esté trocada del tiempo e instante en que se le dio el tal conocimiento. Con esta poca de duda no queda la tal persona desacreditada con la persona que le da el recado, antes confusa y más confiada de que ya podría ser otra, pues tanto la ama Dios que busca medios tan extraordinarios para darlec recados, y que Dios, que tanta gana tiene de su aprovechamiento, podría haberse adelantado y ganado por la mano avisándola y volviéndola a su amor.

 

            Esta fue la duda que tuvo Jonás, causa de no poner por obra dende luego lo que Dios le mandaba. Habíale dicho que fuese a Nínive y predicase su destrucción por sus graves culpas y peccados1. No dudó el sancto de parte de Dios, que ya sabe que en él no cabe engaño ni mentira, pero dudaría de parte de la mutabilidad de los hombres, y diría el sancto dentro de sí: ¿Qué sé yo si Dios, que me manda que les avise, si él en lo secreto de su corazón les ha avisado y convertido, y Su Majestad movido a piedad y misericordia y perdón; y no tiniendo efecto, a mí me tengan por loco y a él por mentiroso, no considerando


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que esa mutabilidad está de parte de la criatura? No mudándose Dios ni perdiendo nada en las primeras amenazas que hizo, sino quedarse siempre por Dios inmutable.

 

            3.         Nácele también de esta duda a esta alma, mirando por su honra y por la de Dios, un deseo vehemente y grande de que Dios tome la mano y haga el officio, por ser Dios todopoderoso; y que esta tal alma interceda y pida que Su Majestad tome la mano, pues sabe y es el que scudriña corazones, y el que sabe las mudanzas y vueltas que las tales almas tienen en todos los instantes y momentos del mundo. Por estos efectos y otros semejantes yo entiendo certíssimo Dios gusta de esta pequeña duda.

 

            4.         [13v] Y cuando (como yo he visto a algunas personas indiscretas) se llegan a reprehender vidas ajenas descubriendo algunas faltas sin este recato, que causa la incertidumbre que les quedó causada de la mutabilidad de la persona, echándoles sus faltas en la calle diciendo que ellas las saben y conocen y que no tienen que dudar, es certíssimo es el demonio, a quien encubriéndole estas mudanzas de vida en las tales personas, quieren afirmar siempre lo que en algún rato del tiempo pasado supieron y descubrieron a la persona que quisod engañar.

 

            Y también en este modo de informar y afirmar se conoce no haber sido revelación sino antojo; que, aferrando en él, sin dejar libertad al entendimiento para que dude y se trueque, según las diferencias de tiempos que por las tales personas pasan, afirman y dicen están en peccado y tienen descuidos. Lo cual no se les ha de creer aunque acierten, porque esas adivinaciones son como la buena o mala ventura de las gitanas. Lo cual, como digo, se conocerá en el bueno y prudente modo que tuvieren de hablar, o en el atrevido y arrojado modo que tuvieren de afirmar y altercar.

 

            5.         Si el conocimiento que Dios le dio en algunas cosas es acerca de su ser y de sus propiedades, aquella duda, mayor o menor certidumbre que se le causa de la mutabilidad de las tales cosas, causa en esta tal alma donde dispuso ese conocimiento una admirable admiración del poder y sabiduría de Dios: que, mudándose y alterándose, las cosas siempre tienen un propio ser y unas mismas propiedades intrínsecas que siempre siguen y acompañan las mismas cosas, variándose en ellas solamente los accidentes que en ellas se sujetan, que los artistas llaman separables2.

 

            Diránme: Hermano, esa admiración, que a esa alma se le causa de la inseparabilidad y perpetuidad con que las tales propiedades siguen sus sujetos, ha de causar en esta alma -de quien vamos tratando- en el conocimiento de las tales propiedades mayor certidumbre [14r] y


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menos dificultad y duda. Digo que es así, que de partee de la esencia y propiedad inseparablef que le dan a conocer, no mudándoseg con las alteraciones de las cosas, no tendrá que engendrar duda en el tal conocimiento de parte de los sujetos. Pero, de parte de los accidentes que se mudan, pueden alterar las tales propiedades, y el efecto y ejercicio de ellas mudarlo; y de ahí causar alguna duda. Como supongamos que yo no sabía que el hombre es risible, y que Dios me revela y descubre que es risible, y que por tales y tales causas el hombre, de quien Dios eso me descubrió, no se ríe ni yo lo veo reír. Alterándose el ejercicio de la propiedad inseparableh de parte del sujeto, puede dejari en mí alguna duda, mediante la cual el alma se levante a conocer por ese camino el poder y sabiduría de Dios, que da tal ser y propiedad a todas las cosas que, alterándose cada día con mill súbitas mutacionesj, bastantes para causar en mí duda, no la haya de que en las tales cosas haya tales esencias y propiedades perpetuas e inseparables.

 

            No hay que poner más exemplo, sino entender que cualquier circunstancia en pro o en contra con que Dios guía a un alma siempre la deja más aprovechada: si en el conocimiento de las cosas que Dios le da queda cierta, queda aprovechadíssima; si por alguna parte le causa dificultad o duda, las mismas dudas le enseñan y aprovechan, como queda dicho.




a  en que Dios rep.



b sobre lín.



c  corr. de darles



1 Cf. Jon 1,2; 3,2.



d sigue pieron tach.



2 La filosofía escolástica distingue tres géneros de accidentes: el "proprium", el "inseparabile" y el "separabile". El propio se refiere a la especie, de cuya forma sustancial depende; el inseparable y el separable atañen al individuo. Cf. STO. TOMÁS, In quaestione disputata de Anima, 12, 7m; In quaestione disputata de spiritualibus creaturis, 11.



e  ms. partes



f  ms. iseparable



g  sigue síl. tach.



h  ms. iseparable



i   corr. de quedar



j  ms. multaciones






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