I. INTRODUCCIÓN
1. “El cambio que hoy se ha producido en las
comunicaciones supone, más que una simple revolución técnica, la completa
transformación de aquello a través de lo cual la humanidad capta el mundo que
le rodea y que la percepción verifica y expresa. El constante ofrecimiento de
imágenes e ideas así como su rápida transmisión, realizada de un continente a
otro, tienen consecuencias, positivas y negativas al mismo tiempo, sobre el
desarrollo psicológico, moral y social de las personas, la estructura y el
funcionamiento de las sociedades, el intercambio de una cultura con otra, la
percepción y la transmisión de los valores, las ideas del mundo, las ideologías
y las convicciones religiosas”. 1
La verdad de estas palabras ha llegado a ser cada vez más evidente durante
la última década. No se requiere ahora un gran esfuerzo de imaginación para
concebir la tierra como un globo interconectado en el que bullen las
transmisiones electrónicas, un planeta que se intercomunica cobijado en el
silencio del espacio. La cuestión ética consiste en saber si esto está
contribuyendo al auténtico desarrollo humano y ayudando a las personas y a los
pueblos a ser fieles a su destino trascendente.
Y, desde luego, en muchos
aspectos la respuesta es “sí”. Los nuevos medios de comunicación son poderosos
instrumentos para la educación y el enriquecimiento cultural, para la actividad
comercial y la participación política, para el diálogo y la comprensión
intercultural; y, como subrayamos en el documento adjunto a éste, 2
también sirven a la causa de la religión. A pesar de ello, esta medalla tiene
su reverso: los medios de comunicación, que pueden usarse para el bien de las
personas y las comunidades, también pueden usarse para explotarlas,
manipularlas, dominarlas y corromperlas.
2. Internet es
el último y, en muchos aspectos, el más poderoso de una serie de medios de
comunicación —telégrafo, teléfono, radio y televisión— que durante el último
siglo y medio ha eliminado progresivamente el tiempo y el espacio como
obstáculos para la comunicación entre un gran número de personas. Tiene
enormes consecuencias para las personas, para las naciones y para el mundo.
En este documento deseamos exponer el punto de vista católico sobre
Internet, como un punto de partida para la participación de la Iglesia en el
diálogo con otros sectores de la sociedad, especialmente otros grupos
religiosos, con respecto al desarrollo y al uso de este admirable instrumento
tecnológico. Actualmente hay muchas iniciativas buenas en Internet, con la
promesa de otras muchas más, pero también se puede hacer mucho mal con su uso
incorrecto. Que el uso sea correcto o incorrecto depende en gran medida de la
elección. Para realizar esta elección, la Iglesia aporta dos elementos de gran
importancia: su compromiso en favor de la dignidad de la persona humana y su
larga tradición de sabiduría moral. 3
3. Como sucede con otros medios de comunicación, la
persona y la comunidad de personas son el centro de la valoración ética de
Internet. Con respecto al mensaje comunicado, al proceso de comunicación y a
las cuestiones estructurales y sistemáticas de la comunicación, “el principio
ético fundamental es el siguiente: la persona humana y la comunidad humana son
el fin y la medida del uso de los medios de comunicación social; la
comunicación debería realizarse de persona a persona, con vistas al desarrollo
integral de las mismas”. 4
El bien común —“el conjunto de aquellas condiciones de la vida social que
permiten a los grupos y cada uno de sus miembros conseguir más plena y fácilmente
su propia perfección” 5— proporciona un segundo principio
básico para la valoración ética de las comunicaciones sociales. Se ha de comprender en su totalidad, como un
conjunto de las metas plausibles, por las que los miembros de una comunidad se
comprometen juntos, y para cuya realización y sostén la comunidad existe. El
bien de las personas depende del bien común de sus comunidades.
La virtud que dispone a la gente
a proteger y promover el bien común es la solidaridad. No se trata de un
sentimiento “superficial por los males de tantas personas”, sino de “una
determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común; es decir,
por el bien de todos y cada uno, porque todos somos verdaderamente responsables
de todos”. 6 Especialmente hoy, la solidaridad tiene una
clara y fuerte dimensión internacional; es correcto hablar del bien común
internacional, y es obligatorio trabajar por él.
4. El bien
común internacional, la virtud de la solidaridad, la revolución en los medios
de comunicación social, la tecnología de la información e Internet son
importantes para el proceso de globalización.
En gran parte, las nuevas tecnologías conducen y sostienen la globalización,
creando una situación en la que “el comercio y las comunicaciones ya no están
limitados por las fronteras”. 7 Esto tiene consecuencias muy
importantes. La globalización puede acrecentar la riqueza y fomentar el
desarrollo; ofrece ventajas como la “eficiencia y el incremento de la
producción, (. . . ) la unidad de los pueblos, y un mejor servicio a la familia
humana”. 8 Pero hasta ahora estos beneficios no se han
distribuido equitativamente. Algunas personas, empresas comerciales y países
han incrementado enormemente su riqueza, mientras que otros se han quedado
rezagados.
Naciones enteras ya han sido excluidas de este proceso y se les ha negado un
lugar en el nuevo mundo que se está formando. “La globalización, que ha
transformado profundamente los sistemas económicos, creando posibilidades de
crecimiento inesperadas, ha hecho también que muchos se hayan quedado al borde
del camino: el desempleo en los países más desarrollados y la miseria en gran
parte de los países del hemisferio sur siguen manteniendo a millones de mujeres
y hombres al margen del progreso y del bienestar”. 9
No está claro que incluso las sociedades que han entrado en el proceso de
globalización lo hayan hecho por una elección plenamente libre e informada. En
realidad, “muchas personas, especialmente las más pobres, la viven como una
imposición, más que como un proceso en el que pueden participar activamente”. 10
En muchas partes del mundo, la globalización está produciendo un rápido y
amplio cambio social. No es unicamente un proceso económico, sino cultural, con
aspectos positivos y negativos a la vez. “Los que están sometidos a él, a menudo ven la globalización como un
torrente destructor que amenaza las normas sociales que los han protegido y los
puntos de referencia culturales que les han dado una orientación en la vida. (.
. . ) Los cambios en la tecnología y en las relaciones laborales se están
produciendo demasiado rápidamente para que las culturas puedan responder”. 11
5. Una de las
principales consecuencias del desconcierto de los últimos años ha sido que el
poder ha pasado de los estados nacionales a las corporaciones transnacionales. Es
importante impulsar y ayudar a estas corporaciones a usar su poder para el bien
de la humanidad; y éste supone la necesidad de mayor comunicación y diálogo
entre ellas y los organismos implicados, como la Iglesia.
Un compromiso decidido de
practicar la solidaridad al servicio del bien común, dentro de las naciones y
entre ellas, debería informar y guiar nuestro uso de la nueva tecnología de la
información y de Internet. Esta tecnología puede ser un medio para
resolver problemas humanos, promover el desarrollo integral de las personas y
crear un mundo regido por la justicia, la paz y el amor. En la actualidad, mucho más que cuando la
instrucción pastoral sobre las comunicaciones sociales Communio et progressio lo señaló hace más de treinta años, los medios de comunicación tienen la capacidad
de hacer de cualquier persona, en cualquier lugar que se encuentre, un
compañero “en los asuntos y dificultades que afectan a la humanidad entera”. 12
Se trata de una visión sorprendente. Pero Internet puede ayudar a que se
haga realidad —para las personas, los grupos, las naciones y la raza humana—
sólo si se usa a la luz de claros y sólidos principios éticos, especialmente la
virtud de la solidaridad. Actuar así representará una ventaja para todos,
porque “hoy lo sabemos mejor que ayer: no estaremos nunca felices y en paz los
unos sin los otros; y mucho menos los unos contra los otros”. 13
Esto será una expresión de la espiritualidad de comunión, que es “capacidad
para ver ante todo lo que hay de positivo en el otro, para acogerlo y valorarlo
como regalo de Dios”, así como capacidad para “saber “dar espacio” al hermano,
llevando mutuamente la carga de los otros (cf. Ga 6, 2) y rechazando las
tentaciones egoístas que continuamente nos acechan”. 14
6. La difusión de Internet también plantea otras muchas
cuestiones éticas concernientes a asuntos como la privacidad, la seguridad y
confidencialidad de los datos, el derecho y la ley de propiedad intelectual, la
pornografía, los sitios cargados de odio, la propagación de rumores y
difamaciones disfrazados de noticias, y muchos más. Nos vamos a referir brevemente a algunas de ellos
más adelante, aun reconociendo que requieren un análisis y una discusión
continuos de todas las partes implicadas. No consideramos Internet
fundamentalmente como una fuente de problemas, sino, más bien, como una fuente
de beneficios para la raza humana. Pero estos beneficios sólo se lograrán
plenamente si se resuelven los problemas que le son propios.
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