I. INTRODUCCIÓN
1. El interés
de la Iglesia por Internet es una expresión particular de su antiguo interés
por los medios de comunicación social. Considerándolos como un resultado del
proceso histórico científico por el que la humanidad “avanza cada vez más en el
descubrimiento de los recursos y de los valores encerrados en todo lo creado”,1
la Iglesia ha declarado a menudo su convicción de que los medios de
comunicación son, como dice el Vaticano II, “maravillosos inventos de la
técnica”,2 que ya hacen mucho para afrontar las necesidades
humanas y pueden hacer aún mucho más.
Así, la Iglesia ha tenido un enfoque fundamentalmente positivo de los medios
de comunicación. 3 Los documentos del Consejo Pontificio
para las Comunicaciones Sociales, aun condenando abusos serios, se han
preocupado por aclarar que “una actitud de pura restricción o de censura por
parte de la Iglesia (. . . ) ni es suficiente ni apropiada”. 4
Citando la carta encíclica Miranda prorsus del Papa Pío XII, del año
1957, la instrucción pastoral sobre los Medios de Comunicación Social Communio
et progressio, publicada en 1971, subrayó este punto: “La Iglesia los ve
como ‘dones de Dios', ya que, según designio de la divina Providencia, unen
fraternalmente a los hombres para que colaboren así con su voluntad salvífica”.
5 Esta sigue siendo nuestra opinión, y es la misma opinión
que tenemos de Internet.
2. Desde el punto de vista de la Iglesia, la historia de
la comunicación humana es como un largo viaje, que lleva a la humanidad “desde
el orgulloso proyecto de Babel y la caída en la confusión e incomprensión mutua
que produjo (cf. Gn 11, 1-9), hasta Pentecostés y el don de lenguas: una
restauración de la comunicación, centrada en Jesús, bajo la acción del Espíritu
Santo”. 6 En la
vida, muerte y resurrección de Cristo, el fundamento último y el primer modelo
de la “comunicación entre los hombres lo encontramos en Dios que se ha hecho
hombre y hermano”. 7
Los medios modernos de comunicación social son una parte importante de esta…
historia. Como dice el Concilio Vaticano II “aunque hay que distinguir
cuidadosamente el progreso terreno del crecimiento del Reino de Cristo, sin
embargo, el primero, en la medida en que puede contribuir a ordenar mejor la
sociedad humana, interesa mucho al Reino de Dios”. 8 Viendo
a esta luz los medios de comunicación social, descubrimos que “contribuyen
eficazmente a descansar y cultivar el espíritu y a propagar y fortalecer el
reino de Dios”. 9
Hoy esto se aplica de modo especial a Internet, que está contribuyendo a
realizar cambios revolucionarios en el comercio, la educación, la política, el
periodismo, las relaciones entre las naciones y entre las culturas, cambios no
sólo en el modo como la gente se comunica, sino también en el modo como
comprende su vida. Discutimos la dimensión ética de estos temas en otro
documento sobre cuestiones análogas. 10 Aquí consideramos
las implicaciones que tiene Internet para la religión y especialmente para la
Iglesia católica.
3. La Iglesia tiene un doble objetivo con respecto a los
medios de comunicación. Uno de ellos consiste en fomentar su correcto
desarrollo y uso con vistas al progreso humano, la justicia y la paz, para la
construcción de la sociedad en los ámbitos local, nacional y comunitario a la
luz del bien común y con espíritu de solidaridad. Al considerar la gran
importancia de las comunicaciones sociales, la Iglesia “desea poder entablar un
diálogo honrado y respetuoso con los responsables de los medios de comunicación”,11
un diálogo que atañe principalmente a la programación de dichos medios. “Este
diálogo implica que la Iglesia se esfuerce en comprender los medios de
comunicación —sus objetivos, sus estructuras internas y sus modalidades— y que sostenga y anime a
los que trabajan en ellos. Basándose en esta comprensión y este apoyo, se
pueden hacer propuestas significativas con vistas a la eliminación de los
obstáculos que se oponen al progreso humano y a la proclamación del Evangelio”.
12
Pero la preocupación de la Iglesia también se refiere a la comunicación en y
por la Iglesia misma. Esta comunicación es más que un ejercicio de técnica,
pues “se basa en la comunicación entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, y
en su comunicación con nosotros”; y la realización de esta comunicación
trinitaria “llega hasta la humanidad: el Hijo es la Palabra, pronunciada
eternamente por el Padre; y en Jesucristo y por Jesucristo, Hijo y Palabra
hecha carne, Dios se comunica a sí mismo y comunica su salvación a los hombres
y mujeres”. 13
Dios sigue comunicándose con la humanidad a través de la Iglesia, portadora
y depositaria de su revelación, a cuyo ministerio de enseñanza viva ha confiado
la tarea de interpretar de modo auténtico su palabra14. Además,
la Iglesia misma es communio, una comunión de personas y comunidades
eucarísticas que nacen de la comunión de la Trinidad y se reflejan en ella; 15
por tanto, la comunicación es la esencia de la Iglesia. Por esta razón, más que
por cualquier otra, “el ejercicio de la comunicación por parte de la Iglesia
debería ser ejemplar, reflejando los elevados modelos de verdad,
responsabilidad y sensibilidad con respecto a los derechos humanos, así como
otros importantes principios y normas”. 16
4. Hace tres décadas la Communio et progressio señalaba
que “los medios modernos de comunicación ofrecen nuevos instrumentos para que
la gente se confronte con el mensaje del Evangelio”. 17 El
Papa Pablo VI afirmó que la Iglesia “se sentiría culpable ante Dios”, si dejara
de usar los medios de comunicación para la evangelización. 18
El Papa Juan Pablo II definió los medios de comunicación como “el primer
areópago de la edad moderna”, y declaró que “no basta usarlos para difundir el
mensaje cristiano y el Magisterio auténtico de la Iglesia, sino que conviene
integrar el mensaje mismo en esta ‘nueva cultura' creada por la comunicación
moderna”. 19 Hacer esto es muy importante hoy en día, no
sólo porque los medios de comunicación ejercen una fuerte influencia en lo que
la gente piensa sobre la vida, sino también porque en gran parte “la
experiencia humana como tal ha llegado a ser una experiencia de los medios de
comunicación”. 20
Todo esto se aplica a Internet. Y aunque el mundo de las comunicaciones
sociales “puede dar la impresión de oponerse al mensaje cristiano, también
ofrece oportunidades únicas para proclamar la verdad salvífica de Cristo a la
entera familia humana. (. . . )
Pensemos (. . . ) en las grandes posibilidades que brinda Internet para
difundir información y enseñanza de carácter religioso, superando obstáculos y
fronteras. Los que han predicado el Evangelio antes que nosotros jamás
hubieran podido imaginar una audiencia tan vasta. (. . . ) Los católicos no
deberían tener miedo de abrir las puertas de los medios de comunicación social
a Cristo, para que la buena nueva pueda ser oída desde las azoteas del mundo”. 21
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