III. RECOMENDACIONES Y CONCLUSIÓN
10. Los creyentes, presentes también en Internet con sus
legitimas inquietudes, desean una
presencia activa de cara al futuro de este nuevo medio. Por supuesto que
esto conlleva una adaptación de la mentalidad a las características y estilo
del mismo.
Es importante, además, que la gente en todos los sectores de la Iglesia use
Internet de modo creativo para asumir sus responsabilidades y realizar la obra
de la Iglesia. No es aceptable quedarse atrás tímidamente por miedo a la
tecnología o por cualquier otra razón, considerando las numerosas posibilidades
positivas que ofrece Internet. “Métodos
para facilitar la comunicación y el diálogo entre sus propios miembros pueden
fortalecer los vínculos de unidad entre los mismos. El acceso inmediato
a la información le da a la Iglesia la posibilidad de ahondar en su diálogo con
el mundo contemporáneo. (. . . ) La Iglesia tiene más facilidades para informar
al mundo acerca de sus creencias y explicar los motivos de su actitud sobre
cualquier problema o acontecimiento concretos. También puede escuchar con más
claridad la voz de la opinión pública y estar en el centro de un debate
continuo con el mundo, comprometiéndose así más a fondo en la búsqueda común
por resolver los problemas más urgentes de la humanidad”. 42
11. Por tanto,
al concluir estas reflexiones, ofrecemos palabras de aliento a algunos grupos
en particular: a los dirigentes de la Iglesia, a los agentes pastorales, a los
educadores, a los padres y, de modo especial, a los jóvenes.
A los dirigentes de la Iglesia. Los responsables de los diversos ámbito
de la Iglesia necesitan conocer las características de los medios de
cominicación social de cara a un uso adecuado de los mismos en la elaboración
de planes pastorales en general y referentes al sector mismo de la comunicación.
43 En muchos se hace necesaria una formación específica para
ello; de hecho, “sería un gran bien para la Iglesia que un mayor número de
personas que tienen cargos y cumplen funciones en su nombre se formaran en el
uso de los medios de comunicación social”. 44
Esto se aplica tanto a Internet como a los medios de comunicación
tradicionales. Los dirigentes de la Iglesia están obligados a usar “las
potencialidades de esta ‘edad informática', con el fin de servir a la vocación
humana y trascendente de cada ser humano, y así glorificar al Padre, de quien
viene todo bien”. 45 Pueden emplear esta notable tecnología
en muchos y diferentes aspectos de la misión de la Iglesia, al mismo tiempo que
aprovechan también las oportunidades que ofrecen para la cooperación ecuménica
e interreligiosa.
Como hemos visto, un aspecto especial de Internet concierne a la
proliferación, a veces confusa, de sitios web no oficiales que se definen “católicos”.
Con respecto al material de índole catequética o específicamente doctrinal,
podría ser útil un sistema de certificación voluntaria a nivel local y nacional
bajo la supervisión de representantes del Magisterio. No se trata de censura,
sino de ofrecer a los usuarios de Internet una guía segura sobre lo que expresa
la posición auténtica de la Iglesia.
A los agentes pastorales. Sacerdotes, diáconos, religiosos y
agentes pastorales laicos deberían procurar formarse en los medios de
comunicación para saber hacen buen uso de las posibilidades de las
comunicaciones sociales sobre las personas y la sociedad, de modo que les ayude
a adquirir un estilo de comunicación que hable a las sensibilidades y a los
intereses de la gente que vive inmersa en una cultura mediática. Hoy esto les
exige claramente el aprendizaje de Internet, incluyendo cómo usarlo en su
trabajo. También pueden beneficiarse de los sitios web que posibilitan una
actualización teológica y pastoral.
Con respecto al personal de la Iglesia implicado directamente en los medios
de comunicación, no es necesario decir que debe contar con formación
profesional. Pero también precisa formación doctrinal y espiritual, puesto que “para
testimoniar a Cristo es necesario encontrarse personalmente con él y cultivar
esa relación a través de la oración, la Eucaristía y el sacramento de la
reconciliación, leyendo y meditando la palabra de Dios, estudiando la doctrina
cristiana y sirviendo a los demás”. 46
A los educadores y a los
catequistas. La
instrucción pastoral Communio et progressio habla de la “obligación
urgente” que tienen las escuelas católicas de formar a comunicadores y
receptores de las comunicaciones sociales en los principios cristianos
pertinentes. 47 Este mismo mensaje ha sido repetido
muchas veces. En la era de Internet, con su enorme alcance e impacto, esta
necesidad es más urgente que nunca.
Las universidades, los colegios y las escuelas católicos, así como los
programas educativos en todos los niveles, deberían ofrecer cursos para varios
grupos —”seminaristas, sacerdotes, religiosos y religiosas o animadores laicos;
(. . . ) profesores, padres y estudiantes”,48— así como una
formación más esmerada en cuestiones de tecnología, administración, ética y
política de las comunicaciones destinada a las personas que se preparan para
trabajar profesionalmente en los medios de comunicación o para desempeñar
funciones directivas, incluyendo a quienes trabajan para la Iglesia en las
comunicaciones sociales. Además,
confiamos los problemas y las cuestiones antes mencionados a la atención de
alumnos e investigadores de las disciplinas pertinentes en las instituciones
católicas de estudios superiores.
A los padres. Por el bien de sus hijos, así como por
el suyo propio, los padres deben “aprender y poner en práctica su capacidad de
discernimiento como telespectadores, oyentes y lectores, dando ejemplo en sus
hogares de un uso prudente de los medios de comunicación social”. 49
En lo que a Internet se refiere, a menudo los niños y los jóvenes están más
familiarizados con él que sus padres, pero éstos tienen la grave obligación de
guiar y supervisar a sus hijos en su uso. 50 Si esto
implica aprender más sobre Internet de lo que han aprendido hasta ahora, será
algo muy positivo.
La supervisión de los padres debería incluir el uso de un filtro tecnológico
en los ordenadores accesibles a los niños, cuando sea económica y técnicamente
factible, para protegerlos lo más posible de la pornografía, de los
depredadores sexuales y de otras amenazas. No debería permitírseles la
exposición sin supervisión a Internet. Los padres y los hijos deberían discutir juntos lo que se ve y experimenta
en el ciberespacio. También es útil compartir con otras familias que tienen los
mismos valores y preocupaciones. Aquí, el deber fundamental de los padres
consiste en ayudar a sus hijos a llegar a ser usuarios juiciosos y responsables
de Internet, y no adictos a ella, que se alejan del contacto con sus coetáneos
y con la naturaleza.
A los niños y a los jóvenes. Internet es una puerta abierta a un
mundo atractivo y fascinante, con una fuerte influencia formativa; pero no todo
lo que está al otro lado de la puerta es saludable, sano y verdadero. “Los
niños y los jóvenes deberían ser introducidos en la formación respecto a los
medios de comunicación, evitando el camino fácil de la pasividad carente de
espíritu crítico, la presión de sus coetáneos y la explotación comercial”. 51
Los jóvenes tienen consigo mismos, con sus padres, familias y amigos, con sus
pastores y maestros y, por último, con Dios, el deber de usar Internet correctamente.
Internet pone al alcance de los jóvenes en una edad inusualmente temprana
una inmensa capacidad de hacer el bien o el mal, a sí mismos y a los demás. Puede enriquecer su vida más allá de los
sueños de las generaciones anteriores, y capacitarlos para que, a su vez,
enriquezcan la vida de los demás. También puede arrastrarlos al
consumismo, a la pornografía, a fantasías violentas y a un aislamiento
patológico.
Los jóvenes, como se ha dicho repetidamente, son el futuro de la sociedad y
de la Iglesia. Un uso correcto de Internet puede ayudar a prepararlos para sus
responsabilidades en ambas. Pero esto no sucederá automáticamente. Internet no
es sólo un medio de entretenimiento y gratificación del usuario. Es un
instrumento para realizar un trabajo útil, y los jóvenes deben aprender a verlo
y usarlo así. En el ciberespacio, al menos como en cualquier otro lugar, pueden
estar llamados a ir contra corriente, ejercer la contracultura e, incluso,
sufrir persecución por estar a favor de lo verdadero y bueno.
12. A todas las personas de buena voluntad. Por
último, queremos sugerir algunas virtudes que debe cultivar todo el que quiera
hacer buen uso de Internet; su práctica se ha de basar y guiar por una
valoración realista de sus contenidos.
Se necesita prudencia para ver claramente las implicaciones —el potencial
para el bien y para el mal— de este nuevo medio y responder creativamente a sus
desafíos y oportunidades.
Se necesita justicia, especialmente justicia en el trabajo de cerrar la
brecha digital, la separación entre ricos y pobres en información en el mundo
actual. 52 Esto requiere un compromiso en favor del bien
común internacional, así como la “globalización de la solidaridad”. 53
Se necesita fortaleza y valentía. Esto implica defender la verdad frente al
relativismo religioso y moral, el altruismo y la generosidad frente al
consumismo individualista, y la decencia frente a la sensualidad y el pecado.
Se necesita templanza, autodisciplina ante este formidable instrumento
tecnológico que es Internet, para usarlo con sabiduría y exclusivamente para el
bien.
Al reflexionar sobre Internet, como sobre todos los otros medios de
comunicación social, recordamos que Cristo es “el perfecto comunicador”,54
la norma y el modelo de la Iglesia del enfoque sobre la comunicación, así como
del contenido que debe comunicar. “Ojalá que los católicos comprometidos en el
mundo de las comunicaciones sociales prediquen desde las azoteas la verdad de
Jesús con mucho más valor y alegría, de forma que todos los hombres y mujeres
puedan oír hablar del amor que es el centro de la autocomunicación de Dios en
Jesucristo, el mismo ayer, hoy y siempre”. 55
Ciudad del Vaticano, 22 de febrero de 2002, Fiesta de la Cátedra de San
Pedro Apóstol.
John P. Foley
Presidente
Pierfranco Pastore
Secretario
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