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Pontificio Consejo para la Familia Vademecum para confesores sobre moral conyugal IntraText CT - Texto |
2. La castidad conyugal en la doctrina de la Iglesia
La tradición cristiana siempre ha defendido, contra numerosas herejías surgidas ya al inicio de la Iglesia, la bondad de la unión conyugal y de la familia. Querido por Dios en la misma creación, devuelto por Cristo a su primitivo origen y elevado a la dignidad de sacramento, el matrimonio es una comunión íntima de amor y de vida entre los esposos intrínsecamente ordenada al bien de los hijos que Dios querrá confiarles. El vínculo natural tanto para el bien de los cónyuges y de los hijos como para el bien de la misma sociedad no depende del arbitrio humano. 7
La virtud de la castidad conyugal « entraña la integridad de la persona y la integralidad del don »8 y en ella la sexualidad « se hace personal y verdaderamente humana cuando está integrada en la relación de persona a persona, en el don mutuo total y temporalmente ilimitado del hombre y de la mujer ».9 Esta virtud, en cuanto se refiere a las relaciones íntimas de los esposos, requiere que se mantenga « íntegro el sentido de la donación mutua y de la procreación humana en el contexto del amor verdadero ».10 Por eso, entre los principios morales fundamentales de la vida conyugal, es necesario recordar « la inseparable conexión que Dios ha querido y que el hombre no puede romper por propia iniciativa, entre los dos significados del acto conyugal: el significado unitivo y el significado procreador ».11
En este siglo los Sumos Pontífices han emanado diversos documentos recordando las principales verdades morales sobre la castidad conyugal. Entre estos merecen una mención especial la Encíclica Casti Connubii (1930) de Pío XI, 12 numerosos discursos de Pío XII, 13 la Encíclica Humanae Vitae (1968) de Pablo VI, 14 la Exhortación Apostólica Familiaris Consortio15 (1981), la Carta a las Familias Gratissimam Sane16 (1994) y la Encíclica Evangelium Vitae (1995) de Juan Pablo II. Junto a estos se deben tener presente la Constitución Pastoral Gaudium et Spes17 (1965) y el Catecismo de la Iglesia Católica18 (1992). Además son importantes, en conformidad con estas enseñanzas, algunos documentos de Conferencias Episcopales, así como de pastores y teólogos que han desarrollado y profundizado la materia. Es oportuno recordar también el ejemplo ofrecido por numerosos cónyuges, cuyo empeño por vivir cristianamente el amor humano constituye una contribución eficacísima para la nueva evangelización de las familias.