4.
Hermanos pobres y solidarios
21. La condivisión de los dones entre las distintas
iglesias locales es una de las dimensiones esenciales de la catolicidad (LG
13). Para san Francisco, la condivisión de bienes va más allá de la obligación
jurídica y entra en la esfera del amor recíproco "porque si la madre nutre
y quiere a su hijo carnal (cfr. 1 Tes 2,7), ¿cuánto más amorosamente debe cada
uno querer y nutrir a su hermano espiritual?" (Rb 6,8). La Sollicitudo rei
socialis define la virtud moral de la solidaridad como "una determinación
firme y perseverante a empeñarse en el bien común, esto es, en el bien de todos
y de cada uno, porque todos somos responsables de todos" (SRS 38). San
Francisco subraya esta definición de la solidaridad al proclamar la visión de
una fraternidad en la que nadie sienta vergüenza de depender de los demás (cfr.
Rnb 9, 6 -7). De hecho, Francisco afirma claramente que la dependencia es una
consecuencia de la creación y de la redención, y por tanto es un derecho (cfr.
Rnb 9, 8). Además la interdependencia exige el don teologal del amor que
enriquece a quien da y a quien recibe del mismo modo (cfr. Rnb 9,9). La
comunión fraterna y la interdependencia deben inspirar y definir nuestras
estructuras de solidaridad entre las fraternidades locales, provinciales e
internacionales, así como nuestra interacción con el mundo y en particular con
el mundo de los pobres.
22. La solidaridad no es, en primer lugar, dar cosas a los
otros. Es interdependencia mutua y fraternidad. La cultura de la solidaridad
crea nuevos modos de entender y de vivir las relaciones con los otros.
Francisco, yendo a los leprosos, cambió su modo de relacionarse con ellos. Para
ser solidarios se debe cuidar de todo hermano, sobre todo de aquellos que son
excluidos de la condivisión de los bienes de la sociedad; escuchando el grito
de los pobres debemos actuar para que la solidaridad global llegue a ser un
nuevo orden social.
23. En las diversas formas de solidaridad ad extra hay que
incluir la atención a las familias de origen de los hermanos, según la
invitación de Francisco a respetar la madre de un hermano como suya propia.
Parece útil sugerir que sea no el individuo, sino la fraternidad la que cumpla
estas opciones de solidaridad, teniendo presente también en la confrontación
comunitaria la invitación evangélica a transfigurar los lazos de la carne y de
la sangre para poder vivir con plenitud la pertenencia a la fraternidad
capuchina y la apertura a los necesitados no protegidos.
La
Orden ha tenido en el pasado una estructura de solidaridad internacional muy
eficiente, basada en la relación Provincia/Misión. Las transformaciones que se
van dando en la Orden exigen una revisión a fondo para que podamos continuar
viviendo esa solidaridad según el espíritu de san Francisco. Con tal finalidad
presentamos las siguientes propuestas:
Porque
somos una Orden de Hermanos, la solidaridad debe pasar de una fraternidad a
otra y no sólo de un individuo a otro.
Debemos
vivir la pobreza evangélica en el contexto de la cultura particular en la que
estamos insertados, vinculados a un pueblo concreto. Por eso, la solidaridad internacional
no debe sacarnos de nuestras raíces ni comprometer nuestros lazos culturales.
Estando
nuestra fraternidad diseminada en muchas culturas, deberemos buscar la equidad,
más que la igualdad. La equidad exige que cada provincia tenga la capacidad de
responder a las necesidades de los hermanos y de los ministerios según la
medida de los propios contextos de cultura y de pueblo. No buscamos establecer
un estilo de vida capuchino igual para todo el mundo, y, sin embargo, es
necesario que los hermanos en todo el mundo, liberados de la miseria, vivan en
unas condiciones de vida aceptables.
El
principio de subsidiariedad exige que ninguna Provincia tenga el derecho de
pedir a las otras lo que puede ser provisto mediante el trabajo de los hermanos
y la limosna.
La
solidaridad franciscana va más allá del derecho y de la justicia. Brota de la
generosidad del amor fraterno.
Una
solidaridad eficaz exige transparencia de parte de quien da y de quien recibe.
Las
estructuras actuales de solidaridad entre las circunscripciones de la Orden no
parecen responder adecuadamente a nuestra condición de hermanos que pertenecen
a la misma familia. Por tanto el próximo Capítulo General articule de una
manera general y funcional una nueva estructura estable de solidaridad entre
las circunscripciones y las conferencias, entre ellas y con toda la
Orden, teniendo presente cuanto dicen las Constituciones: "las
fraternidades entreguen los bienes no necesarios a los superiores mayores para
las necesidades de las circunscripciones, o a los pobres, o para el desarrollo
de los pueblos" (Const.67,4). Un eventual grado mayor de centralización
deberá continuar a tener en cuenta las relaciones fraternas existentes
históricamente entre las circunscripciones.
Ya que
somos miembros de una única familia, las comisiones de solidaridad de nuestra
Orden deberían incluir no sólo representantes de las Provincias que dan, sino
también de aquéllas que reciben.
25. Nuestra solidaridad hacia los últimos y los que sufren
se expresa de un modo correcto también en estructuras/obras sociales y
caritativas. Sean administradas según las leyes y, en cuanto posible, sean
dirigidas con la colaboración, a diversos niveles, de personal seglar
competente y formado en los valores de la solidaridad. Nuestra tarea específica
y privilegiada sigue siendo la animación a nivel humano y espiritual (cfr.
Const. 71,9).
26. Francisco canta con gratitud filial la reconciliación
de la creación y la compasión por todas las criaturas (cfr. Carta circular
n.12). Con tal espíritu los hermanos se empeñen por la paz, la justicia y la
integridad de la creación, usando con parsimonia los recursos de la "madre
tierra" y cuidando con sentido de responsabilidad fraterna de los últimos
(V CPO, n.65), de los que no tienen voz, de las generaciones futuras. Tales
opciones se expresarán no sólo animando y participando, en modo crítico, en los
movimientos de solidaridad y de ecología, sino también, y sobre todo, viviendo
de una manera sobria, contentos con lo poco que tengamos y no ciegamente dominados
por la sociedad de consumo.
27. El principio de solidaridad debe promover la cultura de
la participación, del cuidado de los otros y el caminar juntos. Con tales
motivaciones los hermanos vayan adelante en su empeño de solidaridad fraterna
con todos los hombres de buena voluntad y, en particular, con las hermanas de
la segunda Orden y con los hermanos y las hermanas de la Orden Franciscana
seglar; además, contribuyan al desarrollo de movimientos como el ecumenismo
franciscano y eclesial, el diálogo interreligioso e interracial, los encuentros
entre el Norte y el Sur, etc.
28. La solidaridad franciscana es una realidad amplia;
incluye la responsabilidad de todos y hacia todos los hombres, y el respeto por
la integridad de la creación. Somos hermanos de todos los pueblos y de todas las criaturas
(V CPO, n.28). Una solidaridad global es hoy todavía más urgente porque
las fuerzas del mercado de la economía global dan un diverso y trágico
significado a las palabras de Jesús:" A quien tiene le será dado, y a quien
no tiene le será quitado aquello que tiene" (Mt 13,12). Teniendo presente
el ejemplo de san Francisco que no podía soportar la vista de una persona que
fuese más pobre que él, nos debemos empeñar en escuchar sobre todo a aquéllos
que son excluidos de la participación en los beneficios de la economía global.
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