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John Corriveau
Ministro General
OFMCap
Vivir la pobreza en fraternidad

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  • 2. Pobres entre los pobres y pluriformidad
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2. Pobres entre los pobres y pluriformidad

9. Con toda la Iglesia reafirmamos nuestra opción preferencial por los pobres, que no se hace a discreción de cada uno de los hermanos, sino que nos interpela como fraternidad y debe manifestarse visiblemente: viviendo con los pobres para asumir todo cuanto haya de válido en su forma de creer, de amar y de esperar; sirviéndoles preferentemente con nuestras manos; compartiendo con ellos el pan y defendiendo sus derechos. Ser pobres con los pobres, fraternizar con ellos, forma parte integrante de nuestro carisma franciscano y de nuestra tradición como "frailes del pueblo".

San Francisco afirma en el Testamento que su itinerario de conversión fue definitivo cuando el Señor lo condujo en medio de los leprosos. Entonces él, saliendo "del siglo", cambió la condición social y la residencia, emigrando del centro hacia la periferia de Rivotorto y de Santa María de los Ángeles. Nuestras Constituciones y los Consejos Plenarios de Quito y de Garibaldi animan a la inserción entre los pobres de algunas de nuestras fraternidades, pero sin olvidar las dimensiones contemplativa y fraterna que se expresan visiblemente en la vida en común: "Son de alabar quienes, en determinadas circunstancias de la región, viviendo con los pobres y participando de sus condiciones y aspiraciones, los impulsan al desarrollo social y cultural y a la esperanza de la vida futura" (Const. 60,6 ; cfr. 12,2 - 4 ;100,3 ; 104,1 ; V CPO , n.25,1). Creemos que la solidaridad con los marginados es una de las respuestas privilegiadas contra las injusticias de nuestro tiempo.

10. Reconocemos que la cercanía a la cultura de los pobres nos enriquece desde un punto de vista humano y es un instrumento hermenéutico necesario para llegar al corazón de nuestra herencia franciscana. Proponemos, pues, que cada Circunscripción de la Orden elabore y realice planes para establecer y evaluar nuestra humilde presencia entre los pobres, de modo que, participando desde dentro en su cultura, lleguemos a ser miembros reconocidos de su sociedad, y podamos promover su desarrollo integral. Estos planes deberían incluir la selección atenta de las fraternidades de inserción y la formación de los hermanos que las componen; además deben asegurar el constante apoyo de las Circunscripciones y la condivisión fraterna de las experiencias.

11. Francisco encarnó la radicalidad evangélica y subrayó con su estilo inconfundible que vivir y anunciar el evangelio es igual a "nudus nudum Christum sequi".

Para él es fundamental abandonarse en Dios con toda confianza. Por eso insiste en que sus hermanos vayan por los caminos del mundo sin llevar nada, como ovejas en medio de lobos, y confiando el anuncio evangélico, ante todo, al testimonio de cada día de una vida de hermanos menores. Este modo de ser y de vivir, sin poder y del todo indefensos, no es para Francisco una modalidad o una condición para la evangelización, sino que es ya en sí misma evangelización. Nuestra historia de Capuchinos nos anima a retomar y actualizar esta forma inmediata de presencia evangélica en medio de la gente de cualquier clase, con una particular predilección por la gente sencilla y pobre. En consecuencia, debemos esforzarnos por actuar modelos de evangelización menos vinculados a la fuerza y a la seguridad, que brotan de la cantidad y de la riqueza de los medios, y haciéndonos disponibles a dejarnos enseñar por los pobres y a poner nuestra confianza sólo en Dios.

12. Este Consejo Plenario de la Orden afirma que también la pobreza, elemento esencial de nuestra vida, debe ser vivida a la luz de cuanto dicen las Constituciones a cerca de la unidad y de la pluriformidad de nuestra vocación franciscana. Por una parte, la unidad se vive en referencia a la fraternidad y al principio "a causa de la misma vocación, todos los hermanos son iguales" (Const. 84,3). Por otra, ya que los contextos de vida son diferentes, sin una sana inculturación, no será jamás posible una auténtica pluriformidad, ni una auténtica evangelización. La inculturación de la pobreza debe llegar hasta el hábitat, los edificios, el tenor de vida, los medios pobres de apostolado, el estilo externo de nuestra presencia.

Los criterios que deben guiar la inculturación pluriforme son:

    la fidelidad creativa de la fraternidad al único espíritu que anima la Orden y que habla también en las diversas Circunscripciones y en los signos de los tiempos; la comunión fraterna y la obediencia a los superiores, centro de unidad del carisma (cfr. Const. 5,5) ; la aceptación gozosa del ser diferentes y, no obstante, estar en comunión; la disponibilidad a compartir todo lo que nos pertenece.

13. La norma de las Constituciones: "el mínimo necesario, no lo máximo permitido" (n. 67,3) puede ser aplicada significativamente sólo en el contexto de la sociedad en que viven los hermanos. Por eso proponemos que los hermanos en cada Circunscripción aplique esta norma a sus circunstancias específicas. Con la introducción del control del presupuesto y de los límites del gasto, las comunidades locales y la fraternidad provincial pueden contener el uso de sus recursos y dar un ejemplo adecuado de moderación y también de austeridad.




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