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John Corriveau Ministro General OFMCap Vivir la pobreza en fraternidad IntraText CT - Texto |
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3. Fuentes de sustento: el trabajo y la limosna 14. El trabajo contribuye a perfeccionar la obra de la creación, es un beneficio para la sociedad, une la comunidad y realiza la persona. La pobreza evangélica, entendida como seguimiento de Cristo, restablece la dignidad del trabajo en un mundo que lo ha reducido a un simple bien económico. Para nosotros franciscanos el trabajo es una forma de solidaridad entre nosotros y con el pueblo, y fuente primaria de sustento. Por eso queremos evidenciar aquí algunos aspectos: que el trabajo promueva la valo zación del individuo y contribuya a las necesidades de la comunidad; todos los hermanos tengan igualdad de oportunidades en la formación; téngase conciencia crítica de las dinámicas presentes en el mundo del trabajo. 15. La tradición franciscana ha visto siempre el trabajo como gracia y, por esto, a todo hermano le es permitida cualquier actividad, con tal de que sea honesta y conforme a nuestro estado de menores (cfr. Test. 20 ; Rnb 7,9 ; IV CPO, n.49). Sabemos que la realidad del trabajo es relativa a las condiciones económicas de los diferentes períodos históricos y de los diversos contextos geográficos. Dentro de tal variedad debemos apreciar todas las actividades: apostólicas, caritativas, intelectuales y manuales. La Orden siempre ha valorizado la actividad apostólica entendida sea como acción sacramental que como evangelización en sus múltiples formas. Es éste un tipo de trabajo al que hay que darle la dignidad y el espacio conveniente. Además de esto, nosotros queremos subrayar: la dignidad y la utilidad del trabajo manual; la necesidad, en el contexto actual, de una profesionalidad específica para determinadas actividades, con igualdad de oportunidades y de acceso tanto para los hermanos clérigos como para los no clérigos. Para tener vivo en nosotros el sentido del don y de la gratuidad, debe haber en cada comunidad un justo equilibrio entre actividades remuneradas, necesarias para la subsistencia de la comunidad, y actividades gratuitas, siempre convencidos que el hermano no debe ser evaluado por el trabajo que realiza y por el dinero que gana. A la base de la opción por una actividad individual se dé siempre un diálogo o discernimiento comunitario (cfr. Const. 76,2 ;77,4), para evitar que el trabajo de un hermano llegue a ser propiedad privada y produzca inamovilidad y cerrazón frente a las necesidades de la fraternidad local y provincial. 16. El trabajo doméstico es tan importante que quien no toma parte en él debilita la fraternidad (cfr. IV CPO, n.19). La efectiva colaboración de todos los hermanos a la vida ordinaria de la fraternidad - verificada en el capítulo local - es útil para hacer crecer el sentido de la fraternidad, de la igualdad y de la recíproca dependencia o ayuda. El trabajo doméstico nos introduce en el estilo de vida de la gente sencilla. Sin embargo, no se configura sólo como trabajo manual; de hecho, en las comunidades modernas, los oficios van del huerto al ordenador y todo hermano puede poner a disposición sus habilidades prácticas o intelectuales. En algunas áreas de la Orden con frecuencia se asume personal seglar para las actividades de nuestras casas, a causa de la ancianidad, de la disminución de los hermanos o de sus muchos compromisos, sobre todo, cuando las casas son muy grandes. Es posible recurrir a ello, con tal de que sea hecho según las leyes vigentes; pero es necesario evitar que sean soluciones habituales, o tales que generen en nosotros una mentalidad de patrones. 17. Vivimos en una sociedad que corre cada día más velozmente a causa de la solicitación de compromisos, de los plazos y de los modernos medios de comunicación. Nuestras fraternidades no están libres de tales solicitaciones, por lo que, además del peligro de la ociosidad, deben evitar el del activismo, incluso de tipo apostólico. Ante esta tendencia, conviene estar atentos a que el activismo no termine por dañar la vida fraterna, eliminando los espacios de reflexión, de estudio, de intercambio entre los hermanos de la comunidad y, sobre todo, no comprometa nuestra "oración y devoción", quitando de esta manera la armonía del vivir. El prevalecer de la actividad puede llevarnos a una confianza excesiva en el hacer y a un protagonismo personal, como si el Reino de Dios no fuera obra del Espíritu, y como si la escucha, la acogida y el silencio delante de Dios no sirvieran para nada. 18. El trabajo "extraconventual" o para terceros, incluso de índole profana, practicado en nuestra historia antigua y moderna ha tenido en tiempos recientes una particular relevancia en la experiencia de las "pequeñas fraternidades" o de las "fraternidades de trabajo". El fenómeno era motivado por el deseo de inmersión o "encarnación" en el mundo del trabajo, en particular como asalariados en la condición obrera. Hoy las condiciones del trabajo han cambiado: disminuye la ocupación, la condición obrera no es ya una referencia privilegiada como podía ser para las "pequeñas fraternidades"; y sin embargo, la ilusión que les movía puede justificar todavía hoy una opción por el trabajo asalariado, quizás no en fábrica, pero sí en ocupaciones humildes, fatigosas y dependientes. Se trata de nuestra participación a la condición de vida de gran parte de la humanidad; y lleva consigo un testimonio evangélico para los demás, con valor educativo también para nosotros. Pero queda siempre determinante la fraternidad (Const. 77,3; 79, 1 - 2) como lugar de vida y como ocasión de confrontación y de apoyo. 19. La calidad de los compromisos y la profesionalidad exigidas hoy día para atender a algunas actividades dan a nuestra Orden una mayor estabilidad de oficios y de presencias, pero corre el peligro de que se transforme esto mismo en algo estático. Para evitar la pérdida del sentido de la itinerancia, que nos hace vivir en este mundo como "peregrinos y forasteros" (cfr. Rb 6,2 ; Test 24), hágase con frecuencia una confrontación serena en el ámbito comunitario y con los superiores, para evaluar cada vez nuestra disponibilidad a cambiar o a quedarse, en base al bien de la misma comunidad y del pueblo de Dios del que tenemos responsabilidad. 20. La limosna ha jugado un papel importante en la vida de san Francisco y de sus seguidores hasta nuestros días: manifestaba su dependencia de la gente entre la que vivían, instauraba relaciones más estrechas con las personas, y siempre ha sido un medio de inserción capilar en el pueblo y un eficaz instrumento de evangelización. Hoy han aparecido nuevas formas de pedir la limosna (secretariados misioneros, fundaciones, pías uniones, boletines, calendarios, etc.). No obstante, queda el deber de encontrar nuevas modalidades de contacto directo y personalizado con la gente y de desarrollar un apostolado humilde y casi de persona a persona con todos los grupos de personas, tanto pobres como ricas. Conviene reactualizar los valores que subyacen en el pedir la limosna: la confianza en la Providencia de Dios, el sentido de dependencia y de reciprocidad entre nosotros y la gente. La gente nos da porque nosotros damos a los pobres; debemos recoger la limosna para dar limosna.
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