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Amedeo Cencini, FDCC ¿Cuales vocaciones para una vida consagrada renovada?… IntraText CT - Texto |
1.2. La recuperación de la relación
Mi hipótesis de trabajo es que el nuevo rostro de la vc sea sobretodo el
rostro de la relación. "Relación" en sentido amplio y radical,
justamente porque la relación está en la raíz de la vida humana; el hombre es
un ser dialogal, que con el pecado ha corrido el riesgo de "enamorarse de
su monólogo", olvidando aquella Palabra que lo ha generado que sigue
llamándole e interpelándole continuamente, que lo provoca y lo inquieta, lo
consuela y lo anima… La vc es la resonancia de esta Palabra, o su rostro, y el
religioso es un interlocutor en voz alta de Aquel que el mundo ni ve ni oye,
pero de Aquel que quiere entrar en relación con este mundo nuestro moderno y
postmoderno.
¿Cómo se expresa este mundo renovado de la vc?
1.2.1. Una vida consagrada "descentrada"
Las implicaciones del modelo de relación son muy numerosas y, ciertamente, no
podemos tener la pretensión de agotar su descripción en esta conversación. El
concepto de "estar descentrados" parecería expresar la serie de
implicaciones negativas del concepto. Indica una vc que no retiene aquel papel
central que no le incumbe porque es de Dios, y por consiguiente menos
preocupada de sí misma y de sus economías (en distintos niveles, no sólo …
económico). Concretamente querrá indicar a Institutos menos preocupados de si
mismos y de su supervivencia, menos llevados por el afán (de mantener ciertos
niveles de presencia y ciertas obras) y por el miedo (a contar menos y a no
tener éxito), aquel temor, precisa el documento sobre las vocaciones que es
siempre "un pésimo consejero" y no abre hacia ningún futuro. En este
sentido debemos decir que la crisis vocacional, entre otras cosas, ha sido
también para nosotros un régimen adelgazante muy saludable, que nos ha liberado
de grasas inútiles y de toxinas perjudiciales, es decir de aquella pretensión
autoreferencial y aparatosa que nos pone en el centro de las cosas.
Es cierto que han dejado de existir los tiempos de la grandeur religiosa, el tratamiento ha tenido, no cabe duda, sus efectos, pero sigue viva la tentación de volver a asumir un papel que nos ha gratificado durante mucho tiempo. Algunas señales inoxidables de esta tentación podrían ser las siguientes: la manía de los números (cf. el pecado del censo de David) que nos lleva demasiado a menudo a rebajar la calidad de las nuevas vocaciones; el mito de la eficiencia que nos hace pasar por encima de las leyes de la eficacia evangélica, a menudo no muy parecidas a las leyes del progreso o del éxito humano, el ídolo de nuestras obras, administradas por nosotros y pertenecientes a nosotros, y mucho mejor si visibles por no decir imponentes, que nos hace paulatinamente incapaces de colaborar entre nosotros (entre varios institutos) y con otros sujetos, eclesiales o civiles, echando sencillamente una mano, y a veces genera la pretensión de generar a hijos que lleven a la fuerza nuestro nombre. Señal inquietante de la … caída en esta tentación es la depresión que nos agarra cuando no se realizan nuestros sueños, depresión que disfrazamos con dificultad.
Hay un sentido eclesial y civil que parece no formar parte todavía de manera definitiva de nuestra sensibilidad más honda, y que podría ser un fruto de este estar descentrados. Somos un poco todos individualistas, como decía Rahner, y formados según arquitecturas individualistas. Y el demonio del individualismo autoreferencial muere con mucha dificultad, porque es capaz de disfrazarse y de asumir formas agradables a la vista (el concepto equívoco de santidad privada).
1.2.2. Una vida consagrada "extrovertida"
Es el aspecto positivo del discurso sobre la relación. La vc no tiene que
ocupar ningún centro no sólo porque el centro es de Dios, sino porque la
función de la vc misma, en esta peregrinación en el tiempo, es exactamente la
de indicar el centro o el objetivo del camino, es decir la centralidad del
Eterno.
Aquí se abren varias perspectivas y escenarios de renovación. Vamos a indicar solamente algunos de ellos, relativos al aspecto interno, la manera de pensarse de la vc, y el aspecto externo y apostólico.
1.2.2.1. El
principio religioso
En el corazón de la vida religiosa, de su cultura y de su testimonio, está el
llamado principio religioso, que consiste en el radical reconocimiento
del Otro y de su existencia incondicional, en la radical orientación del Otro
como tal. El Otro como
Dios, ante todo, pero también como prójimo, como aquel que está a mi lado. Pero
todo esto no es sólo principio que está en el origen y en el corazón de la vc,
sino que lo es también de toda realidad viva, el hombre siendo una unidad
dialógica, hemos recordado antes, descubre su "yo" sólo a través de
un "tú", o sólo cuando se siente llamado por un "tú" nace a
la vida porque fundamentalmente "llamado"; este hecho primordial se
imprime definitivamente en su estructura, lo hace perennemente en diálogo,
"responsorial".
Por esto el hombre es un ser religioso, en el sentido también etimológico del término, porque es relación en la profundidad de su ser y está llamado a vivir la relación, está hecho a imagen y semejanza de la Trinidad y está profundamente marcado por la dimensión trinitaria que es la celebración suma de la relación como reconocimiento de la alteridad.
Por esto Basilio ve el sentido no sólo del monaquismo, sino del hombre mismo, en la vida comunitaria, y el cenobio como lugar del amor fraterno, de la purificación de todas las relaciones y de la caridad realizada, como ámbito de realización de la perfección del hombre. Es ésta una afirmación de suma importancia, porque de ser verdad la vc tiene el deber sagrado de indicar que esto es concretamente posible y concretamente traducible en la realidad de la vida y de las relaciones de cada día, en la dinámica comunitaria.
Y esto no puede ocurrir si la vc no decide, por fin, asumir realmente un rostro nuevo, no pensarse ya en función de sus cumplimientos de regla y con vista a su perfección privada, sino al servicio de Dios con el cual y en el cual camina hacia la común tierra prometida. Digamos, ante todo, que la vc tiene que tener un rostro, no puede no tener su visibilidad expresiva y comunicativa, no puede ser anónima o preferir equívocamente esconderse (la falsa humildad), tiene el deber de decirse y confesar las razones de su esperanza frente al mundo y a la iglesia. Segundo: tiene que tener un rostro nuevo, y nuevo, no sólo y no en primer lugar porque así atrae mejor o porque lo que dice es escuchado por el público civil y religioso, sino porque la relación es y está destinada a ser cada vez más fina y a convertirse en método, porque relación quiere decir amor, con todas las consecuencias que conlleva.
1.2.2.2. La relación como exégesis y verificación de
la vc
Si es principio religioso es también el principio de la fe lo es también de la
vc. Esto quiere decir que la comunicación es el valor más grande. "El
valor del cual, de alguna manera, se desprenden todos los demás valores. En
sentido evangélico es éste el valor al que están sometidos todos los demás
valores, porque el amor supera todos" (1 Cor 13,13) que como un espíritu
luminoso lleva a renunciar a uno mismo para que la relación no se
trunque".
Veamos, como ejemplo, por lo menos tres aplicaciones posibles de este principio a la dinámica de la renovación de la vc : espiritualidad, vida común y apostolado.
* Espiritualidad: compartir el don
La espiritualidad, por ejemplo, es esencialmente relación con el Dios de la
relación, con el Dios-Trinidad, con el Dios-comunión, con el Dios que tiene él
también un rostro, un rostro preciso, y que ha decidido desvelarnos este rostro
en el hijo Jesucristo, un rostro paterno y materno, con todos los incontables
detalles "contados" por el evangelio. Entonces nuestros carismas se
convierten en revelación del rostro de Dios, mejor dicho, cada carisma revela
un aspecto particular del rostro divino, mientras que todos los demás carismas juntos
desvelan el único rostro de la Trinidad santísima. Una cualquiera
espiritualidad, por consiguiente, indica en seguida una relación y es en si
misma celebración de una relación ("tu rostro busco… muéstrame tu
rostro"). Ahora bien, todo esto no puede tener un significado puramente
interpretativo del acontecimiento espiritual, no es pues un hecho de
contenidos, sino que expresa una cuestión de método, es decir que indica que la
espiritualidad por su naturaleza hay que comunicarla, no puede quedarse muda e
inexpresada, no está hecha para consolar al orante y para gratificar sus
expectativas y ambiciones, sino que es un don que procede desde arriba y que,
como todos los dones que vienen de Dios, tiene como destinatario no al individuo
o la institución, sino la Iglesia, mejor dicho, el mundo entero. Es un don
hecho para la edificación de la comunidad, como nos dice claramente Pablo con
su teología de los carismas, nosotros somos solamente titulares de los dones, y
los destinatarios son la iglesia y el mundo. Por tanto una auténtica
espiritualidad tiene que poderse comunicar con palabras sencillas y accesibles,
de lo contrario no es verdadera espiritualidad. El nuevo rostro de la vc no
hay que buscarlo Dios sabe dónde, es nuestra espiritualidad participada con el
pueblo de Dios, sacada fuera de un lenguaje para iniciados y a menudo expresada
en una lengua que no es la corriente y no todos comprenden; nuevo rostro es una
espiritualidad que no queda encerrada en un contexto de "práctica de
piedad" o que es demasiado oficial, y poco comprensible, o secuestrada en
textos sagrados y archivos sagrados, sino vivificada por el encuentro con la
historia, con la vida de la iglesia, con las necesidades actuales, con los
signos de los tiempos, con la cultura moderna…, un rostro y una espiritualidad
aculturados; rostro nuevo de la vc es ante todo el don del Espíritu traducido
con la sabiduría del Espíritu en un lenguaje sencillo, el lenguaje de los
simples, de los pobres, a los que el primer servicio que hay que prestar es
justamente éste: la traducción en lengua y dialecto locales de nuestras
riquezas espirituales. Y sin olvidar que al actuar así no hacemos nada de
extraordinario altamente merecedor, porque esos dones los hemos recibido para
ellos, y sólo si se los entregamos de nuevo en sus manos nosotros mismos los
podemos comprender y gustar. De lo contrario, el don queda en nuestras manos,
se agota, pierde color y calor, pierde vigor y se vuelve repetitivo. Nosotros,
entonces, nos convertimos en los guardianes del museo y el rostro de la vc
envejece y se cubre de arrugas, no tiene nada que decir porque se ha colocado
fuera de la relación, y la palabra, lo sabemos, nace de la relación. El rostro
nuevo de la vc es un rostro mucho más eclesial y mundano, mucho más marcado y
vivificado por la relación con la Iglesia y el mundo actual.
* Vida común: comunión de santos y pecadores
Otro ejemplo que podemos hacer es el de la comunidad, o del concepto de fraternidad.
El redescubrimiento de la relación, y del principio religioso como radical
orientación e incondicional aceptación del otro, podría cambiar radicalmente el
sentido de las relaciones intracomunitarias, y justamente a partir de lo que
hemos visto hasta ahora sobre la espiritualidad. Si la espiritualidad tiene una
naturaleza y una destinación relacionales, todo esto tiene un significado
inevitable e inmediato en lo relativo a la relación de los que comparten esa
misma espiritualidad, que por su naturaleza ha de ser compartida. Porque nadie
posee el don por entero, mientras que a cada uno se le da de una manera
absolutamente única y original; es solamente el compartir entre los miembros de
una comunidad que permite que un carisma resplandezca en toda su belleza y
fuerza de atracción. Y entonces se trata de compartir los bienes del
Espíritu, la Palabra de Dios, las intuiciones espirituales, la experiencia de
Dios, el cansancio de la ruta, pero también las dudas y las incertidumbres
hasta los límites y las flaquezas, en la diversidad e irrepetibilidad de cada
uno. La relación en
comunidad no es solamente intercambio dialogal, palabra a palabras sueltas, es
decir irresponsables o vanas, sino que asume una forma y configuración del
compartir, que suscita la comunión, es decir que da solidez y profundidad al
vínculo entre nosotros. Como dice el documento sobre Vida fraterna: "el
vínculo de fraternidad se hace tanto más fuerte cuanto más central y vital es
lo que se pone en común". El nuevo rostro de la vc será, entonces, un
testimonio visible, evidente y convincente, de fraternidad real o de cómo es
posible construir unidad en la diversidad, comunión en el compartir
frente al Dios del bien y del mal (comunión de santos y pecadores); en un mundo
en el que, por un lado los confines de todo tipo tienden a ser cada vez menos
definidos y en el que, por otro lado, parecen crearse vallas cada vez nuevas,
como muros de hielo, dentro y fuera del corazón del hombre, se hace cada vez
más urgente este tipo de testimonio; rostro nuevo de la vc será una cierta
interpretación de la perfección como "superación de las divisiones, de los
antagonismos, de las separaciones", pero sobre todo como capacidad y
libertad para "integrar en el amor todo aquello que por lo general trunca
las relaciones y lleva a encerrarse en uno mismo" Un nuevo rostro de la vc
será la propuesta de una santidad no solamente individual, sino también comunitaria,
construida juntos, en la capacidad de asumir el uno la diversidad y el
pecado del otro, sin contentarse con aceptar y perdonar, sino "buscando
con pena y paciencia crecer juntos", delante de Dios y siempre más unidos,
compartiendo perdón y gracia". Conozco algunas comunidades que además de
los tres votos clásicos, hacen una especie de promesa de "perfecta vida de
comunión": ¿no podría ser también ésta una señal de este nuevo rostro de
la vc, expresado en muy variadas formas? La relación auténtica con Dios, al
devolver a la persona la verdad de su ser, la rehabilita de nuevo para todas
las relaciones, revividas en el gozo de la libertad. Se experimenta, entonces,
que la oración, la relación con Dios, produce amistad (relación con el hombre)
y la amistad genera oración, y que juntos, oración y amistad dan gozo,
serenidad, creatividad, capacidad de testimonio contagioso.
* Apostolado: la cultura del rostro
Por último un ejemplo relativo a la dimensión apostólica. En la era de
la nueva evangelización la vc está llamada a entrar en una nueva relación con
el hombre, marcada más profundamente por el principio religioso, como radical
reconocimiento de la existencia incondicional del otro. Este principio no se
aplica, lo hemos dicho antes, exclusivamente a Dios, sino que justamente a
partir de El, se extiende hacia el otro, a todo "otro". Aceptación
incondicional o reconocimiento radical no significa solamente empatía o
benevolencia genérica, ni tampoco simple neutralismo, sino por el contrario,
asunción de responsabilidades frente al otro, visión de un rostro nuevo y
descubrimiento de su dignidad y belleza. Como dice bien Levinas: "La
epifanía del otro es ipso facto mi responsabilidad frente al otro: la visión
del otro es desde ahora obligación frente a él… La conciencia es la urgencia de
una destinación que lleva al otro, no el eterno retorno sobre si mismo". Yo creo
que la vc tiene que tomarse más en serio su estar en el mundo, en contacto con
el hombre y con sus heridas, evidentes y ocultas, materiales y espirituales. El
nuevo rostro de la vc es el rostro del hombre moderno, es el rostro de
aquellos a los que el consagrado encuentra por su camino, es el rostro en
particular del pobre caído en manos de los bandidos, con el cual el
samaritano no tiene particulares vínculos y obligaciones que se derivan de la
religión o del origen, pero a quien el "buen" samaritano ayuda con igual
solicitud y generosidad. Rostro nuevo de la vc es el rostro de la iglesia como
"buen samaritano" que cuida del otro, sea quien sea, porque está
vivo, porque rostro original, más allá de cualquier cuestión de interés
personal y de límites que el hombre espontáneamente pondría a su caridad. Y
esto porque no se trata de caridad, sino de una "relación y de una
responsabilidad que me constituye antes del momento en que puedo preguntarme
cómo me tengo que portar y qué debo hacer", como sigue diciendo Levinas, y
esta relación y responsabilidad es universal, es hacia todos, no puede ser
selectiva y reductora, miope y obtusa, sino que es aquello que nos hace atentos
y solícitos, valientes y generosos, creativos y hábiles en implicar también a
otros en el servicio, o en el compartir, una vez más, la bienaventuranza del
amor que se dobla frente al necesitado. Rostro nuevo de la vc es la manera peculiar en la que cada
instituto concede espacio al otro en el amor, logrando implicar también a otros
en esta responsabilidad; rostro nuevo de la vc es la cultura de la caridad y de
la responsabilidad, es la cultura del rostro humano, icono misterioso, o
sudario moderno, del rostro más bello y dramático de toda la historia.