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Amedeo Cencini, FDCC ¿Cuales vocaciones para una vida consagrada renovada?… IntraText CT - Texto |
2.1. Relación como verdad
Me sorprende cada vez más la sencillez extrema de la vida, de su significado y
al mismo tiempo aquel misterioso juego de relaciones que la envuelve desde el
comienzo al final. Y me voy convenciendo de que una auténtica animación
vocacional (AV) es permeada de sentido del misterio y de relación con el
misterio mismo. Se hace AV en la medida en que se introduce en esta actitud, en
la medida en que se muestra al joven la vida como la zarza ardiendo de Moisés,
que arde misteriosamente de un fuego que no la consume. Sí, porque solamente
esta actitud relacional, de Moisés que adora estando a distancia y sin la
pretensión de entenderlo en seguida todo, permite poco a poco adentrarse en la
lógica de la vida, en su verdad, escondida con Cristo en Dios (Col 3,3). Y
luego descubrir la lógica extrema del misterio existencial y de la opción por
la vc.
2.1.1. La relación, sentido de la vida
La lógica del misterio y de la verdad de la existencia humana estriba toda en
la relación. Y no en sentido genérico y abstracto, sino en una preciosa
relación interna entre vida y muerte o en este concepto relacional del ser
humano: se vive y se muere por el mismo motivo, porque el bien recibido (=la
vida) tiende a convertirse, por su naturaleza misma, en bien entregado (=la muerte),
porque el sentido de la vida está vinculado de manera indisoluble al sentido de
la muerte, y es justamente en la vocación, en la idea de vocación cristiana y
luego en la opción vocacional religiosa que este nexo se convierte en algo
explícito, y llega a sus consecuencias extremas y es ratificado por el sujeto
como cifra de su propia existencia. Por tanto, la relación aparece en
seguida como la verdad de la vida, está en el origen y al final de la
existencia y en lo que la mantiene auténtica y fresca en todos sus pasos, a
nivel de contenido (vida y muerte vistas ambas como don) y de dinamismo (el
paso de la vida a la muerte).
Tenemos ya una indicación pedagógica de AV: una propuesta vocacional inteligente, que tiene esperanza de llegar a jóvenes inteligentes tendrá que subrayar que cada individuo, es evidentemente libre de hacer la opción vocacional que cree, pero no es libre de pensarse fuera de esta lógica si quiere realmente realizarse a si mismo y no podrá dar a su historia un éxito distinto del que está indicado por ese mismo nexo lógico, de esa verdad del vivir. Y es justamente sobre esta verdad fundamental, sobre esta gramática elemental de la vida humana que debe fundarse cualquier pastoral vocacional. Lo dice de manera explícita el documento del congreso europeo: "Si hay un don al comienzo de la vida del hombre, que lo constituye en ser, entonces la vida tiene el camino trazado; si es don, será plenamente él mismo sólo si se realiza en la perspectiva del darse; será feliz a condición de respetar esta naturaleza suya. Podrá hacer la opción que quiera, pero siempre en la lógica del don, de otra manera se convertirá en un ser en contraste consigo mismo, una realidad ‘monstruosa’; será libre de elegir la orientación específica que quiera, pero no será libre de pensarse fuera de la lógica del don"
Pero si esta verdad, la verdad de la vida, está a la base de toda opción vocacional, lo está mucho más de una opción radical, como la opción de la consagración religiosa, con la decisión de entrega total a Dios que supone en el individuo una cierta capacidad relacional, que le permite comprender la grandeza del don recibido, para abrirse luego a la opción de entregarse. Consagrarse a Dios es como tomar conciencia de haber recibido antes todo de El: no podría consagrarse bien aquel que ante no hubiese comprobado en su historia la grandeza del amor recibido, no elige auténticamente la vida religiosa aquel que no sabe primero contemplar la belleza de la benevolencia divina, no es creíble la vocación de aquel que se ha propuesto él mismo seguir al Señor como aquel fulano del Evangelio desaconsejado por el mismo Jesús porque su supuesta vocación no nace de una relación. La vocación religiosa es esencialmente respuesta en un diálogo de amor (y nos recuerda que toda vocación es respuesta al amor de aquel que nos ama); no es de fiar el héroe que exhibe su opción como si fuera algo extraordinario, lo es por el contrario aquel que es capaz de adorar el misterio, y delante de la zarza del amor que no se apaga responde con actitud de asombro agradecido y emocionado.
Entre otras cosas, como decíamos antes, es ésta también una manera de suscitar una adhesión vocacional, mejor dicho, es la manera correcta e inteligente de pro-vocar al joven, porque con esta llamada a la verdad de la vida (verdad universal, válida para todos), no se le deja prácticamente salida, y nadie puede substraerse o decir que no le concierne: "Toda la pastoral vocacional está construida sobre esta catequesis fundamental del significado de la vida. Si se admite esta verdad antropológica, entonces se puede hacer cualquier propuesta vocacional. También, entonces, la vocación al ministerio ordenado o a la consagración religiosa o secular, con toda su carga de misterio y mortificación, llega a ser la plena realización de lo humano y del don que cada hombre tiene y es en lo más profundo de su ser".
El animador vocacional (es decir, toda persona consagrada)tiene que apuntar con decisión hacia este tipo de provocación y procurar madurar lentamente en el joven la disposición interior necesaria para captar ese sentido relacional de la vida (y de la muerte) , para dejarse conmover por esa verdad, para promover esa cultura (cultura de la vida y auténtica cultura vocacional) en una época como la nuestra en la que una cultura de muerte o de no relación (es lo mismo) sostiene que toda existencia "nace sin razón, se prolonga por debilidad y muere por casualidad". Y entonces podríamos reconocer en algunos modos de ser, o en algunas disposiciones relacionales interiores y exteriores, la señal buena del llamado a la consagración religiosa.
2.1.2. La relación, criterio vocacional
Veamos algunas de estas disposiciones relacionales o criterios vocacionales.
2.1.2.1. Gratitud
"La vocación nace del agradecimiento", nace en el terreno
fecundo de la gratitud, ya que la vocación es repuesta, no iniciativa del
individuo: es ser elegidos, no elegir. Y es justamente a esta actitud interior
de gratitud que debería llevar la lectura de la vida pasada. (…) La pastoral
vocacional busca formar en esta lógica del reconocimiento-gratitud, mucho más
recta y convincente, en el plano humano, y más teológicamente fundamentada que
la llamada "lógica del héroe", de quien no ha madurado bastante el
conocimiento de haber recibido y se siente a si mismo autor del don y de la
elección" , como si fuera mejor que los demás. Esta lógica, dudosa y
sospechosa, corre el riesgo de ser contradictoria y selectiva, o tan débil que
casi no tiene arraigo en la sensibilidad juvenil de hoy, ya que descuida o no
subraya suficientemente la catequesis vocacional: la vida es un bien que se
recibe que tiende naturalmente a ser bien que se entrega.
Es necesario prestar atención porque hoy la gratitud no es una virtud particularmente "cotizada en bolsa", y se ha convertido casi en cuestión de buenas costumbres, de maneras buenas y convencionales. Muchos jóvenes opinan que se les debe todo y todo ha de ser perfecto. Vivimos tiempos de ingratitud , justamente porque la virtud relacional es débil y cada vez menos significativa. La gratitud es la primera virtud relacional y la primera actitud vocacional.
2.1.2.2. Gratuidad
Según Van Breemen, "la gratuidad es la ley fundamental del crecimiento
humano" y la consecuencia inevitable del dinamismo relacional que ha
llevado a la gratitud. Como decir que la relación auténtica está entre estos
dos polos, la gratitud (momento receptivo) y la gratuidad (momento oblativo).
Allí donde nace la gratitud allí hay también gratuidad, o por lo menos, la
gratuidad es auténtica y genuina sólo si imbuida de gratitud, sólo si es su
fruto natural, como un intento discreto y sencillo, de devolver a la vida, a
los demás, a Dios lo que se ha recibido. "El descubrimiento de haber
recibido en modo inmerecido y con abundancia, debería ‘impulsar’
psicológicamente al joven a concebir el ofrecimiento de sí en la opción
vocacional, como una consecuencia inevitable, como un acto verdaderamente
libre, porque está determinado por el amor, pero en cierto sentido también
debido, porque frente al amor recibido de Dios él siente no poder hacer otra
cosa que darse. Es bello y del todo lógico que sea así; de por sí tampoco es
cosa extraordinaria", es la mínima cosa que se puede hacer para ser y
vivir en la verdad.
Atención, pues, a los que no conciben suficientemente la vocación en términos de gratuidad generosa, de don libre y desinteresado de sí, a los que pretenden siempre que lo que de él sale a él tiene que volver y si es posible, aumentado de los intereses, pero atención también a las vocaciones cuya supuesta gratuidad no nace de la gratitud porque si no tiene raíces agradecidas, la gratuidad no dura; atención a los héroes porque muy a menudo los héroes de hoy son las víctimas de mañana; atención a los que no están bastante reconciliados con su pasado y no son agradecidos a su historia, porque antes o después presentarán la cuenta, y será cara; atención con los que no han aprendido a decir "gracias" porque los que no son agradecidos son salvajes y primitivos de la especie humana, y son injustos y falsos y nos sabrán decir a nadie: "te quiero".
2.1.2.3. Sencillez y humorismo
Aquel que se dispone a responder a su vocación con gratitud y gratuidad no se
camufla, no se enmascara; no presume de sí y tampoco de su vocación, no se toma
muy en serio ( el "siervo inútil") y se ríe de si mismo, de la vida y
de las cosas que ama y sigue amándolas; no da mucha importancia a lo que se ve
y que ocurre, porque su seguridad está en Dios y en su don fiel, y solamente
"una identidad fundada en la roca de una relación con Dios puede más
fácilmente distanciarse de las cosas, y al mismo tiempo interesarse en la
evolución de las figuras humanas suyas y de los demás que se mueven en el
escenario de la historia". Los que han aprendido a vivir ante el misterio
del rostro saben bien que hay algo importante que no se ve, y entonces tratan
de cruzar la mirada del Padre que ve en lo secreto… Aquel que es abierto al
misterio puede entender que la vida puede ser ambivalente, que su fe puede ser
débil, que su vocación puede esconder también motivaciones ambiguas, que su yo
no es solamente aquel que proclama y que quisiera aparecer desde fuera. La vida
consagrada logra juntar dos polaridades de por sí opuestas: la seriedad del don
radical y el humorismo gozoso de la opción por Dios (como confirma una historia
muy significativa desde este punto de vida de Francisco "juglar de
Dios" a Felipe Neri, santo del humorismo contagioso).
Atención, pues, a los que son demasiado serios, y no saben ver el lado cómico de las cosas, porque envenenan el aire que todos deben respirar; atención a los que exhiben seguridad inoxidable, porque esconden una gran fragilidad, atención a quienes no saben lo que es la humildad, porque probablemente no sabe tampoco qué es la confianza y el abandono, atención a los que se toman demasiado en serio, porque su yo será tan entremetido que querrá todo el espacio y la atención para sí.