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Hermann Schalück, OFM
“Todo es posible, nada es cierto”…

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6. Desafíos y perspectivas

A primera vista parece que lo postmoderno procura sólo problemas y trabas insuperables a la Iglesia que propone valores importantes de solidaridad y gratuidad a los que no se renuncia, obligaciones y opciones personales y grupales a largo plazo. En la lectura teológica, a la que hemos aludido antes, de los signos de nuestro tiempo me gustaría, pues, expresar cómo el tiempo moderno y la postmodernidad ofrecen también nuevas posibilidades al Evangelio, a la Iglesia y al seguimiento. Nuestra pregunta es la siguiente: ¿cómo pueden los Institutos religiosos, cuyas leyes son la entrega de sí, la gratuidad y la solidaridad, lograr la inculturación en un contexto de individualización, digitalización y globalización radicales? La inculturación del Evangelio y de los diversos carismas de la vc en el mundo moderno y postmoderno es, en mi opinión, tan posible y difícil, al mismo tiempo, como en otras épocas de la historia. Para que sea posible, a pesar de los signos negativos y ambivalentes que muchos les asocian, debemos identificar también aquellos signos que pueden desafiar en particular el Evangelio y el seguimiento. Intento indicar algunos de ellos:

6.1. El deseo actual de libertad y autonomía, inherente también a cuestiones relativas a la vida religiosa y ética-moral, ha sido juzgado a menudo como una amenaza. Quisiera invitaros a considerar este deseo también como un reto positivo para la vida consagrada. Todos sabemos cómo las formas autoritarias y paternalistas hayan caracterizado la "vita communis" en el pasado y lo necesario que es, además de ser doloroso, el proceso de renovación postconciliar. No es posible hablar de auténtica inculturación del Evangelio y del seguimiento en la sociedad moderna y postmoderna si las experiencias de modernidad, de emancipación y autonomía de nuestros contemporáneos se juzgan sólo negativamente o hasta se rechazan. Un aspecto de la crisis actual de la vc, por lo menos en Europa y en América del Norte, consiste, en mi opinión, en que no hemos logrado todavía hacer entrar positivamente en la teología y en la praxis del seguimiento en el tiempo postmoderno los temas de la emancipación, de los derechos igualitarios de las mujeres, de la libertad y de la autonomía del individuo. El déficit que nuestra Iglesia sigue teniendo en este campo afecta negativamente toda la pastoral, especialmente la pastoral vocacional religiosa. Si entre la cultura postmoderna y el Evangelio no existiera ningún punto de contacto, sino sólo una sima total, no habría ninguna inculturación, ni diálogo, ni evangelización que sigue siendo, pues, nuestra tarea.

6.2. La sociología describe la forma concreta de la vida consagrada, sobre todo en sus grandes conventos y en las grandes obras de caridad, y al comienzo de la era industrial moderna del siglo XIX en Europa como "institución total": tenía un carácter que incluía a todos los ámbitos de la vida del religioso. El orden de la vida era definido hasta los mínimos detalles. El desarrollo individual no era una meta deseable. Los deseos del individuo tenían que someterse a los objetivos de la institución. La cultura postmoderna se contrapone a la inconprensión y al rechazo de todas las instituciones y tradiciones que avanzan con la pretensión de la "totalidad". No podrá haber ni tiene que haber un camino de vuelta o una "restauración". Para la vida consagrada y la pastoral vocacional esto podría significar que debemos despedirnos, de manera más radical de lo que nos guste, de la imagen de la vc como "gran organización" e indicar a nuestros contemporáneos en búsqueda otras imágenes , por ejemplo, la de la pequeña célula de búsqueda y esperanzas vivas, cuando "dos o tres" están reunidos en el nombre de Jesús; los discípulos de Emmaus en camino con Jesús. Los hombres y las mujeres que, con María, perseveran en oración en el Cenáculo de Jerusalén, esperando confiados al Paráclito. La búsqueda de nuevas formas de comunidad en la vc tiene que ser, en mi opinión, triple: la búsqueda de nuevos lugares geográficos donde el Evangelio (como repuesta a los retos contemporáneos, por ejemplo: la soledad, la alienación cultural, la pobreza) pueda ser aceptado. La búsqueda de pequeñas comunidades que ofrecen espacio al deseo de la individualidad y a la experiencia personal de Dios y de la fe. La búsqueda de relaciones personales renovadas de los miembros entre ellos, en el sentido de participación apertura, hospitalidad y "libertad unida a".

6.3. Es importante ver al hombre en su búsqueda de integridad, olística, de una patria y de compañía, y respetar enfoques distintos de la fe y formas diferentes de fe. Esta me parece ser otra respuesta de la fe a los signos de nuestra cultura postmoderna y tendrá sobre todo consecuencias para el acompañamiento de personas interesadas y para la formación de los candidatos (candidatas). Cada vez más me pregunto en qué medida el "seminario" clásico pueda y tenga que ser el modelo de base para la formación de base de la vc, es decir un modelo que se asocia ampliamente a la "uniformidad" , tanto en la gestión de la vida cotidiana y, aspecto más problemático aún, en el "curriculum" asignado a cada candidato (candidata). Si es verdad que el camino de cada hombre frente a Dios es un misterio, que los carismas y los límites por el camino de la fe y del seguimiento se presentan de muy distintas maneras, y si es verdad que en nuestra Iglesia se necesitan cada vez más diversos ministerios de hombres y mujeres, entonces no se trata de una concesión a la postmodernidad permisiva, sino quizá de un camino nuevo y legítimo, si los institutos de la vc ofrecen en el futuro a los candidatos, enfoques, formas de acompañamiento y curriculum más diferenciados. El problema, sin embargo, estriba en que muchos de nuestros miembros y de nuestras casas no están preparados para este camino "personalizado" y diferenciado de la formación. En lugar de considerar las perspectivas de una formación más diferenciada (en más lugares, con pasos variables, con la posible participación de todas las comunidades) no pocos hermanos y hermanas parecen creer que la formación y el acompañamiento tienen que seguir siendo una "tarea especial" para pocos y esperar que nuestros noviciados y las demás casas de formación se llenen un día de "grupos" más o menos grandes.

6.4. Otro aspecto del tiempo postmoderno, de por sí muy ambivalente, puede invitarnos a la renovación desde dentro: me atrevo a afirmar que la mayoría de los jóvenes contemporáneos no es sencillamente a-religiosa y no llega a ser tal. Lo mismo la muy a menudo citada y reñida "secularización" en la era moderna y postmoderna no lleva automáticamente al distanciamiento de la religión, como lo vemos a menudo en las sociedades occidentales. Ciertamente, la religión "oficial" y socialmente constituida pierde entre nosotros su papel dominante. Se abren paso otras grandes religiones, o por lo menos algunos de sus elementos, y formas del pensamiento esotérico. En algunos países occidentales (especialmente en España y en Italia) la "secularización" no significa, sin embargo, rechazo de la Iglesia católica por principio, sino sólo de ciertas formas realmente existentes de ser Iglesia. Se trata a menudo de un simple "anticlericalismo", que perdura, sin embargo, con simpatías por los valores fundamentales del Evangelio. En la literatura se habla de manera muy diferenciada de "nuevas formas de religiosidad". Se diagnostica cada vez más un "ateísmo benévolo hacia la religión" (Metz). Parece que la religión, también la cristiana, no es considerada y vivida por muchos en primer lugar como sistema universal de relaciones, o como "proyecto de vida" singular y exigente, o como "opción fundamental", sino como catálogo de "artículos de consumo" espirituales que en el momento oportuno eliges "à la carte", y que pueden transformar la vida en algo más bello, más significativo y, en parte, también más "eficiente". Nuestra respuesta a tal religiosidad tipo "patchwork" no puede ser la de reducir la imagen neotestamentaria de Dios y de Jesucristo y los elementos genuinos de nuestra espiritualidad. No obstante sería un error pensar que la religiosidad postmoderna no tuviera nada que enseñarnos. Seguramente nos invita a vivir más lo que los hombres "postmodernos" justamente desean, pero quizá han dejado de encontrar entre nosotros: ellos buscan una espiritualidad favorable a la vida, capaz de poner el acento en los sentidos humanos y no totalmente ritualizada; una liturgia con la "sensación" de belleza, estética y estilo; comunidades que ponen el acento en todos los sentidos humanos.

6.5. La Iglesia, la teología y la vida consagrada tendrían que presentar un perfil claro y purificado que hiciera de contrapunto a la tendencia difundida del postmodernismo de aceptar la "religión" dejando pasar a segunda línea al Dios cristiano, al Padre de Jesucristo. No ayuda quejarse de la religiosidad postmoderna y repetir continua o perjudicialmente que puedan ser algunas tendencias del New Age. La vc debería volver a pensar su propia imagen de Dios en el sentido de una perspectiva radicalmente trinitaria y liberarla de todas las deformaciones, no por último del patriarcalismo y del ritualismo. Las comunidades de vc están llamadas a ser signos de la "trascendencia", de quién es Dios y de lo que Dios quiere de la historia. No obstante su dependencia del tiempo, son signos "escatológicos" que interpretan el tiempo, y, al mismo tiempo, lo superan, y recuerdan que la historia de la humanidad y del cosmos es esencialmente una historia de salvación y de liberación continua que espera su cumplimiento; una historia no sólo trágica y culpable, sino también de perdón otorgado, de nuevos horizontes y de la nueva encarnación del Evangelio. ¿Quién sigue recordando al hombre postmoderno estas perspectivas?

6.6. El sentido de la vida consagrada no está en lo que hace, sino en lo que es y debería ser: un lugar de la experiencia de Dios "testigo de Dios en el mundo de hoy". En la visión puramente histórica o sociológica este aspecto podría ser marginado. Pienso que en el tiempo postmoderno no hay nada de más importante para la vida religiosa que "la opción por el Dios vivo". En el umbral del nuevo milenio las comunidades no tienen que hacer nada más importante que crear espacios y lugares de experiencia de Dios, de encuentro, de calidad de vida y de discernimiento en Su espíritu. Temo ,sin embargo, y en mi ministerio lo he experimentado a menudo con dolor, que hasta ahora nos hemos limitado a opciones periféricas, pero éstas no durarán y no "darán frutos", si antes no nos damos cuenta del fundamento de nuestra existencia, y con verdad y sinceridad. Las consecuencias serán luego acciones valientes, como la evangelización de las culturas en el diálogo con las generaciones jóvenes y en la diaconía social. Esos proyectos, anclados en la profundidad, durarán y darán frutos.

6.7. La tarea fundamental de la vc y de la Iglesia misma consiste en no pretender ser lo absoluto, sino en ser instrumento y sacramento de la salvación traída por Cristo. W. Kasper dijo una vez que las comunidades religiosas son "una condensación significativa , casi sacramental, y una explicación profética de lo que es esencialmente la Iglesia, de lo que significa vivir según las Bienaventuranzas y el Espíritu Santo, de lo que es la fe vivida radicalmente, que deja todo para ganarlo todo". La Iglesia, y todo lo que representa, sirve al Reino de Dios, a su justicia y a su paz, y anuncia con la palabra y el testimonio a un Dios que es vida y que quiere la vida (y no la miseria y la muerte) para su creación.

6.8. El tiempo postmoderno es también tiempo de Dios como todas las épocas anteriores, que han sido a la vez hostiles y favorables a los valores del Evangelio y a su inculturación como cualquier otra época. Lo postmoderno aparece bajo muchos aspectos particularmente ambivalente. La Iglesia y la vida consagrada invitan, pues, a la esperanza. Me gustaría expresar una convicción fundamental: Los hermanos y las hermanas de la vc de la Iglesia latina nos encontramos en Europa y en el mundo en un tiempo de éxodo, de kénosis y de aflicción, pero con perspectivas. Los números de nuestros hermanos disminuyen, pero no hay que temer por nuestra misión y por el significado de nuestra vida, si nos mantenemos firmes en la identidad que ha motivado y determinado en todo momento el seguimiento y la vida en el Espíritu, es decir la experiencia de Dios en medio del mundo, el anuncio de Dios como amigo del hombre y enamorado de la vida, el don de nuestra libertad (en los votos) como culto a Dios y como servicio a la liberación de los demás , de un mundo sin paz y de la creación. En el mundo postmoderno una profunda espiritualidad de la kénosis es una condición mejor para la capacidad de diálogo, de compañía y de compasión para con los pobres en vez de triunfar con grandes números, grandes obras y grandes palabras.

6.9. Para el camino de nuestros Institutos hacia el futuro es importante, pues, que éstos sean lugares y células de experiencia viva de Dios. La calidad de la vida espiritual y de nuestra cultura de vida tiene que tener la prioridad absoluta sobre todos los "proyectos". Sólo cuando podemos dar cuenta recíprocamente de la fe y de la esperanza que nos habitan, cuando abandonemos nuestra existencia personal y de cuerpo al Espíritu de Dios que llena no sólo la Iglesia sino también el mundo entero, encontramos a Dios, conocemos al Padre, encontramos a Jesús, lo vemos presente en los pobres y en la evangelización de las culturas y podemos ser testigos del amor universal del Creador. Sin una cultura de vida espiritual en la memoria contemplativa edificamos sobre arena todos nuestros proyectos, también la pastoral vocacional. De la memoria auténtica brotarán formas de vida profética y ministerios nuevos y audaces, como por ejemplo la inserción, el servicio por la paz y la reconciliación, la liberación de los pobres y el servicio en los "nuevos areópagos"(VC).

6.10. Los votos como servicio a la "abundancia de vida" (Jn 10,10) para todos. Los Institutos de vida consagrada han sido siempre creadores de cultura humana en el sentido más amplio; han amado la realidad que han encontrado en las distintas circunstancias, la han examinado con sentido crítico y han tratado de formarla y evangelizarla. En todo caso, como toda la Iglesia, tienen la tarea de la "transformación" del mundo hacia la perfección definitiva en Jesucristo, ella también obra del Espíritu Santo. En este sentido me gustaría brevemente contemplar los votos, es decir "los consejos evangélicos", como servicio a la vida del mundo, como fuentes de energía por la que la Iglesia y el mundo pueden ser transformados positivamente, como servicio a la "abundancia de vida". La tendencia fuerte aún por considerarlos sobre todo, y exclusivamente, bajo el aspecto de "renuncia" no basta y, menos aún, convencer en el mundo de hoy que desafía tan abiertamente nuestra solidaridad. Anima ver que el documento Vita Consecrata ofrece también sobre este punto algunas instrucciones muy válidas (84-95): los hombres y las mujeres consagrados a Dios no deberían distinguirse por el radicalismo de la renuncia, sino por el radicalismo el amor, del riesgo y del servicio a la vida. Pienso que es el Espíritu mismo de Dios que nos guía hacia un concepto de los consejos evangélicos favorable a la vida y lejos de cualquier intento del pasado de interpretarlos como hostiles a la vida. Ciertamente: los consejos evangélicos son y siguen siendo signos del seguimiento de Cristo pobre y crucificado. Conducen al cristiano, que ha asumido una forma de vc, hacia una mayor conformidad con la forma de vida de Jesús y lo hacen partícipe de Su peregrinación sobre la tierra, y también de Su pasión y muerte. Pero los votos significan todavía más: hacen participar en la resurrección de Jesús, de su gloria, y de la efusión del Espíritu y de la transformación del mundo hacia su meta final. Los votos están al servicio de la perfección de la creación y al servicio de la vida. A su manera, son "memoria" de Jesús y "profecía" en el Espíritu que "procede del Padre y el Hijo" en el mundo. Y conllevan una actitud fundamental: la libertad y la gran disponibilidad de ponerse al servicio del Reino de Dios y de su justicia. Su intención fundamental es el amor y el servicio a la vida. Esta intención no está "dictada por la ley", sino que puede ser muy espontánea, creativa, intuitiva y liberadora. Pobreza, castidad y obediencia son una forma de "consagración" al Dios del amor y de la vida. Al mismo tiempo son la expresión de la "misión" que lleva el amor en el mundo entero, para que todos puedan alabar a Dios y reconocer Su amor. La forma de vida de los "consejos evangélicos" tiene sentido sólo si se la entiende como profética, es decir, si dirige nuestra mirada y la de nuestros contemporáneos más allá de lo ya existente y sensibiliza hacia la liberación de los pobres y de todos aquellos que no se sienten amados, sino explotados y maltratados. Quiere enseñarnos a vivir del tal manera que haya vida para todos y para la creación. La lógica de la renuncia "por el Reino de los cielos" no es una lógica de la negación de la vida o de la huida del mundo, sino que significa aceptación de la vida e interés lleno de amor por el mundo. Es "opción de vida" y compromiso allí donde la vida esté amenazada. Es un "sí" decisivo a la inculturación el Evangelio en el mundo, como es.

6.11. El Espíritu de Dios recuerda a la Iglesia qué es lo que la hace vivir y la introduce siempre más en la vida y en las palabras de Jesús (cfr Jn 16,13). Y, de hecho, la Iglesia es el camino, no la meta; es instrumento, pero no fin en sí misma y en su caminar hacia el Reino de Dios tiene que "evangelizarse continuamente a sí misma". El Espíritu le indica al mismo tiempo cómo comprender, afrontar y transformar ("a los demás hombres y evangelizar toda la creación"), y con señales y alusiones anticipa proféticamente el futuro. Esta "anticipación" acontece menos con las palabras y más con el ejemplo, con la cultura de vida de individuos y grupos, y de modo litúrgico en la celebración de la Eucaristía y de los demás sacramentos. El Espíritu de Dios es pues garante y "anticipo" (2 Cor 5,5) de que el futuro será bueno. No es difícil comprender que la vc tiene que ser un lugar privilegiado de memoria y profecía: los hombres y las mujeres en la vc viven y celebran en el Evangelio, en la llamada de Jesús y en su misión mediante el Espíritu Santo su arraigo en Dios que es Amor (1 Jn 4,16). Tienen que estar ciertos siempre de nuevo de su carisma específico, transmitido por las fundadoras y los fundadores, no sólo para su uso proprio, sino para toda la Iglesia y el mundo. En nuestro concepto cristiano "memoria" o "recuerdo" indican un proceso integral que significa más que repasar el pasado y el presente: el recuerdo se basa en la experiencia de fe de que la creación de parte de Dios, la encarnación de su Hijo y la efusión del Espíritu no son eventos separados, sino procesos que perduran en la historia y con los que podemos entrar en contacto. Y al ser así, el "recuerdo" auténtico será siempre un encuentro con el Dios de la vida y de nuestra historia. Se trata de una "contemplación" vital, expresión del asombro y del agradecimiento por la presencia de Dios en todo, por la llegada y el don de la vida de Jesús, por la presencia permanente de los dos en el Espíritu Santo en la Iglesia, en nuestros Institutos, pero también en el mundo y en otras religiones. Y por último es expresión de la certeza de que Dios llevará todo a buen fin.

6.12. Espiritualidad integral: justamente en el tiempo postmoderno, con sus ofertas difundidas de contemplación y mística, propongo una mística y contemplación en medio del mundo: quisiera llamar la contemplación una parte o mejor dicho una dimensión de una cultura de vida y de fe que afina el corazón y los sentidos hacia lo que "nos concierne de manera absoluta" (P.Tillich), por las experiencias y valores fundamentales que dan sentido y consistencia a nuestra vida en medio a todas las mutaciones (como, por ejemplo, el ser aceptado y amado), por las prioridades (me gustaría ser juzgado por lo que soy, deseo y espero, y no por lo que poseo, hago y produzco), por el Dios cristiano que se ha revelado como amor, misericordia, relación, acogida de la creación y de su belleza. La contemplación en la clausura, como la que se da en medio del mundo, y el ejercicio continuo en la fe en medio de la vida. Creo que la contemplación no sea deber o privilegio de unos pocos: es esencialmente el corazón sensible y el "olfato" espiritual y profético de todos los cristianos del próximo milenio por los "signos de los tiempos", por la salvación o la desgracia, por lo que es bello y lo que es tremendo. "Voy a hacer cosas nuevas; ya despuntan, ¿no lo notáis?" (Is 43, 16ss). La contemplación de una espiritualidad "de hoy" nos enseña a excavar pozos antes de que nos la haga sucumbir y nos enseña aquella mirada profunda que, según un dicho asiático, reconoce "en la semilla la flor y en el huevo al águila". La contemplación es al mismo tiempo la fuente de energía necesaria para la formación significativa del mundo. Jesús mismo, tras el encuentro con el Padre en "lugar solitario" (Mt 14,23) en el monte y en desierto volvió a la muchedumbre, a los pobres, a los enfermos, a los necesitados de ayuda. Las Iglesias descubrirán a su vez en el seguimiento de Cristo su lugar indispensable en la nueva sociedad. No deberían adoptar sencillamente el culto de símbolos e imágenes de la sociedad medial secularizada, sino que, como contrapunto, deberían ser lugares de silencio, de lenguaje, de los gestos terapéuticos, y de la comunicación cordial. Los servicios que ofrece la Iglesia y la vc renovadas interiormente, serán y seguirán siendo principalmente los que según la ley del mercado son considerados "vendibles" (drogadictos, discapacitados, sin hogar). Esto significa, también, como contrapunto a la mentalidad difusa, que el trabajo que hay que hacer exige paciencia, prudencia, atención hacia los débiles, pobres y lentos.

6.13. "Misión en lugar de ‘mantenimiento’ de estructuras". Por un lado parece que en muchos lugares la vida consagrada está condenada a la insignificancia, a la banalidad y a una ineficiencia fatal. Es un hecho, sin embargo, que muchos parecen ocuparse sólo del "management" de la supervivencia, mientras que en el curso de la historia casi todos los Institutos han surgido como portadores de innovaciones. En estos contextos muchos hablan con gusto de "evaporación" de los valores fundamentales del cristianismo, por ejemplo: la fidelidad, el altruismo, la gratuidad y la solidaridad. También el proyecto de vida del seguimiento, impensable sin estos valores, parece amenazado por la actitud de la subjetividad y del individualismo que logran sólo preguntar: ¿Qué me es hoy útil y agradable? En lo relativo a nuestros "valores fundamentales" religiosos, sobre los que se fundamentan también el Bautismo y la Profesión, vivimos sin duda en un clima de relativismo y, en parte, de agresión y de cinismo, ciertamente de una incomprensión profunda. Y, sin embargo, también nuestro tiempo es tiempo de Dios, también hoy Su Hijo se hace hombre. Nuestro tiempo está lleno de vestigios más o menos latentes de Su Espíritu. Pero en este kairós la vc está demasiado ocupada en "mantenerse", es decir consigo misma. Hasta ahora no ha conseguido hablar de Dios de una manera nueva y que anime, y tampoco vivir y ofrecer una nueva espiritualidad que corresponda a las expectativas de "experiencia" de muchos hombres y animarlos a superar la soledad, a la comunión y a la solidaridad. Para superar la crisis actual, las varias tradiciones de la vc deben definir y vivir de manera audaz su "misión"; no existir para sí, sino para la "vida del mundo", para los pobres, para un reino de justicia y de paz, para Dios que en Jesucristo ha "salido de sí mismo" y se ha entregado al mundo.

6.14. Animar a la profecía: Justamente en la confusión de la sociedad globalizada queda perceptible un deseo insatisfecho, un viejo anhelo: los hombres quieren vivir de manera significativa y creativa, quieren vivir en comunión y no como títeres en mano de fuerzas anónimas, quieren formar y no sólo administrar las cosas. Personalmente, no conozco un remedio más duradero y tenaz en contra de la resignación que el intento de mirar hacia delante, sostenidos por la oración y por otras formas de la cultura de vida espiritual: la "mirada contemplativa" puede sanar y es favorable a la vida. Además que a las cosas secundarias, dispensables, superfluas, peligrosas, destructivas y letales, la mirada se dirige a lo que me hace realmente vivir de manera significativa y que merece ser el centro y el fundamento de mi vida. La cultura de la no funcionalidad, de la contemplación y del silencio es la música que nos hace tener un ritmo sereno y descubrir fuentes más profundas. En la contemplación se manifiesta sobre todo una dimensión fundamental del seguimiento de Jesús: sólo aquel que sabe "dejar" hasta su propia vida, vivirá su propia vida de manera significativa ("la ganará"). Este "dejar" no significa pasividad absoluta, sino que supone disponibilidad activa a hacer todo lo posible y necesario. La contemplación cristiana no lleva a huir del mundo, sino que lleva a la solidaridad. Frente a la muerte de Jesús, pero también delante del peso del sufrimiento, nos capacita para "ser activos de una manera particular, ver con atención, sentir hondamente y entrar en contacto con nosotros mismos y con el mundo de una manera que hasta ahora hemos evitado" (Ken Wilber)





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