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Elías Royón, SJ Animacion vocacional "por contagio"… IntraText CT - Texto |
4. "Y vosotros,
quién decís que soy yo?" (Mc 8,29)
Evidentemente muy unido al aspecto evangelizador de la vida consagrada, está la
imagen de Jesús que presentamos. La pregunta de Jesús a los discípulos "y
vosotros quién decís que soy yo", tiene hoy para nosotros toda su
actualidad... cómo presentamos a Jesús, qué decimos de El...y ello forma parte
también de nuestra visibilidad. Nuestra predicación, nuestros catecumenados,
especialmente de jóvenes, ¿qué engendran, admiradores de Jesús o creyentes en
Cristo? Claro es que los cristianos somos admiradores de Jesús, pero también lo
son muchos más que no son cristianos: y no lo son sencillamente porque no
confiesan que Jesús de Nazaret es el Cristo, el Señor. Posiblemente es éste uno
de los problemas principales de la evangelización en nuestra cultura.
Desde el punto de vista de una animación vocacional (y desde luego mucho más desde la tarea del anuncio de la fe en Jesús), el acercamiento a la figura de Jesús despojado de su divinidad supone una teología de la que difícilmente pueden brotar vocaciones religiosas; sociológicamente es posible que cada día aumente el número de los que admiran a Jesús "como amigo entrañable", "profeta comprometido por la justicia", "servidor y liberador de los oprimidos"..., pero también cada día según las encuestas, la fe en su divinidad va en continuo descenso.
Esta imagen de Jesús, en la que el aspecto ético destaca tanto que ahoga los demás componentes de su persona, no suscita la necesidad de una actitud orante, ni la relación íntima de corazón a corazón, ni la necesidad de escuchar de sus labios: "Hijo, se te perdonan los pecados"... Lo único que suscita es el trabajo, y probablemente al mismo tiempo el "expulsar los demonios", "curar las enfermedades". La dimensión contemplativa del seguimiento a Jesús queda en un segundo plano.
Pero esta figura de un Cristo ético difícilmente lanza a la opción por la virginidad y a la pobreza por el Reino de los cielos, ni a la renuncia a hacer la propia voluntad. La elección vocacional nace de una experiencia de Jesús que es a la vez amigo y Señor, profeta y Redentor, defensor de los pobres y acogedor de los pecadores; brota de la experiencia de un Jesús que llama "para estar con El" (Mc 3,14) en la intimidad de la oración y para enviar en misión a curar a los más pequeños y necesitados, porque la vocación exige la entrega gratuita y totalizante de la persona a Dios y una opción así no brota de la sola propuesta de una tarea.
Lo que nosotros los consagrados decimos de Jesús, la imagen que presentamos es sin duda un signo revelador de lo que vivimos, de lo que nos mueve o motiva para seguirle en radicalidad; pero también la capacidad de conducir a otros a la experiencia de Dios, es transparencia de una interioridad; es decir, guiar a otros al misterio, a dejarse sorprender y abrir al misterio que hay en cada persona humana y al misterio que es Dios mismo. Hoy son bastantes los jóvenes que buscan experiencias religiosas y surge la necesidad de acompañarles y conducirles para que esas experiencias puedan ser experiencias cristianas y experiencias fundantes de una vida que se pregunta cuál es la voluntad de Dios sobre ellos. ¿Somos nosotros los consagrados y las consagradas los mistagogos que estos jóvenes buscan? ¿Estamos disponibles a emplear tiempo en escucharles y acompañarles en una tarea de la que no se pueden mostrar frutos cuantificables y humanamente eficaces? o ¿tienen que ir a buscar otros "gurus" porque las tareas que traemos entre manos las consideramos más significativas o tal vez son más gratificantes para nuestro afán de actividad?