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Elías Royón, SJ Animacion vocacional "por contagio"… IntraText CT - Texto |
3. "Vosotros sois la sal de la tierra... la
luz del mundo" (Mt 5,13-14)
Afrontamos ahora tal vez el aspecto más complejo de la visibilidad de la vida
consagrada: me refiero a la misión apostólica. No es necesario
aludir a que en la vocación a la vida consagrada está presente de un modo
particular el envío en misión. Así lo ha recordado la exhortación postsinodal
cuando afirma que "a imagen de Jesús, el hijo predilecto, a quien el
Padre ha santificado y enviado al mundo (Jn 10,36), también aquellos a
quienes Dios llama para que le sigan, son consagrados y enviados al mundo para
imitar su ejemplo y continuar su misión" (VC 72).
Indudablemente que existen desde siempre medios y palabras para proclamar la buena noticia de Jesús; pero el verdadero y eficaz anuncio no pasa por palabras y mediaciones repetidas y sabidas, sino por el testimonio de vida, por testigos de carne y hueso que viven proféticamente el evangelio de Jesús; es decir, se hace indispensable la coherencia entre la vida y la palabra. Pero esta visibilidad no afecta sólo a la persona, sino que también debe ser explícita en las Obras apostólicas y en las Instituciones de los consagrados como mediaciones de la evangelización.
Hemos de reconocer que desde hace algunos años, bastantes componentes de esta evangelización han sufrido un cambio importante e incluso están en crisis. La exigencia de la misión se extiende a todo el mundo, pero la urgencia no es ya tan plenamente sentida como en años pasados. Esto tiene en nuestros países una especial incidencia. No sólo han desaparecido muchas de las mediaciones para la evangelización, sino que frecuentemente nos sentimos perplejos y confusos acerca de cómo anunciar a Jesús en esta cultura que pretende prescindir de Dios; más aún, este conjunto de factores parece haber debilitado y hasta ahogado en bastantes de nosotros el entusiasmo y celo apostólico en el anuncio de Jesús. Esta realidad se ve agravada por la disminución de nuestros recursos humanos y el envejecimiento de nuestros hermanos y hermanas, hasta límites de agotamiento de las energías disponibles. Esta situación no tiene en todas partes el mismo grado de incidencia; sin embargo, la tendencia sí parece imponerse en el conjunto.
El individualismo está dañando también en gran medida este aspecto de la visibilidad de la misión; cualquier trabajo pastoral realizado fuera del contexto corporativo y sin relación con la misión del cuerpo congregacional, deja de ser transparencia de una misión que es, ante todo, envío radical de parte de Dios, respuesta radical del hombre a una llamada a ponerse al servicio gratuito de Dios y del prójimo.
No siempre la misión se vive como lo que es en realidad: una manifestación de nuestra disponibilidad a Dios en total gratuidad y desasimiento. Es cierto que la misión deberá concretizarse en tareas, es decir, en actividades e iniciativas concretas, pero no deberá confundirse ni identificarse con ella. La tarea desconectada de la misión crea consagrados o consagradas profesionalizados, o un funcionariado clerical; posiblemente competente, con gran sentido de la responsabilidad...preocupado por transmitir valores de constancia, solidaridad, preocupación por los más desheredados... pero tal vez no acompañado por la transparencia de la dimensión de entrega a la trascendencia, al Absoluto de Dios, que motiva la misión.
Podemos preguntarnos, ¿qué deseos, que atractivo despiertan entre los jóvenes que nos observan, las tareas a las que nos dedicamos los consagrados en nuestro primer mundo? ¿Descubren en ellas la motivación de nuestras vidas, el por qué y el sentido de nuestra vocación de seguimiento radical a Jesús?
Es curioso que frecuentemente para explicar en nuestros Colegios o Centros pastorales qué es o qué hace un religioso, invitamos a nuestros misioneros de América o Africa, o a un religioso o religiosa comprometido en un suburbio de una gran ciudad. Tal vez, sin querer, estamos diciendo que nuestro modo de vivir y nuestra misión aquí y ahora no contagia, que les falta la capacidad de suscitar deseo y atracción.
La falta de recursos humanos a que hemos aludido antes plantea también un fuerte problema de visibilidad de la vida consagrada en nuestra obras apostólicas. Con frecuencia es minoritaria la presencia de los consagrados o consagradas en ellas; y no es raro que algunos jóvenes, después de varios años, por ejemplo en un Colegio, no hayan tenido relación alguna con ningún religioso. Se continúa realizando una misión apostólica, ya que los laicos han sido incorporados a ella plenamente con gran sentido de su responsabilidad como cristianos, pero permanece el problema ciertamente irresoluble de la visibilidad como mediación para la animación vocacional.
A esta dificultad se unen también los interrogantes que algunos sectores de la Iglesia y de la misma vida consagrada plantean a cierto tipo de instituciones, precisamente criticando o poniendo en cuestión su capacidad de transmitir valores evangélicos y de ser testigos de la pobreza y sencillez que profesamos. Se plantea la cuestión de saber si las estructuras y los medios que estas instituciones requieren, no impiden que el testimonio evangélico logre difundirse y hacerse presente. Es una cuestión que interroga frecuentemente a la visibilidad de la misión de la vida consagrada. ¿ A qué somos llamados: a "ser luz del mundo" que ilumina sin esconderse debajo del celemín o "sal de la tierra" que escondidamente se disuelve para dar sabor y evitar la corrupción ?
Por lo general estas instituciones a las que se alude, están situadas en el sector de la cultura, y nadie puede dudar de la situación dramática por la que hoy pasa la evangelización de la cultura; Pablo VI llegó a afirmar que "la ruptura entre el evangelio y la cultura es sin duda el drama de nuestra época" (EN 20). Para que el evangelio sea escuchado y logre penetrar en la cultura, es preciso pasar por largos procesos de acercamiento y penetración a través de aportaciones y presencias culturales, instituciones educativas, sociales, medios de comunicación, etc. Es un duro trabajo de testimonio silencioso que frecuentemente carece de visibilidad, pero se trata de un necesario camino para el anuncio de Jesús.
Pienso que la vida consagrada debe continuar asumiendo este camino difícil de evangelización de la cultura, este "camino largo", como ha sido llamado, de Pablo en el Areópago de Atenas; el mismo Jesús invita a ser "sal de la tierra" y "levadura que fermenta la masa..." (Lc 13,21) pero en modo alguno lo plantea en alternativa o conflicto con la presencia de la luz que ilumina el mundo sin esconderse o el anuncio de la palabra desde los tejados. Sin embargo, hoy probablemente el deficit esté en el anuncio explícito de Jesús, y lo que nuestros países necesiten más sea que la palabra se proclame también "desde los tejados".
Será necesario discernir la oportunidad y las necesidades concretas de los diferentes ambientes culturales; pero proponiéndose a la vez con toda sinceridad la pregunta sugerida antes: si hemos perdido entusiasmo apostólico, urgencia en el anuncio explícito de Jesús o si hemos elegido el "camino largo" no por convicción misionera sino como solución a un problema personal de quehacer profesional.
En efecto, desde la perspectiva vocacional, es necesario reconocer que los jóvenes para comprometerse desean saber a qué, para qué y a quiénes estamos llamados en esta familia o congregación religiosa; es importante para la animación vocacional que sea visible y transparente nuestro empeño misionero y se sentirán más fácilmente contagiados e interpelados si éste es generoso y entusiasta; es difícil empeñar la vida por opciones que apenas son conocidas, que se llevan a la práctica con dificultad y en medio de las rencillas o divisiones internas; un proyecto apostólico bien concebido, visible y compartido con entusiasmo por una provincia o una congregación, será siempre una ocasión para que quienes son sensibles a la llamada del Señor se sientan interpelados.