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Ioannes Paulus PP. II
Orientale lumen

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3. Un Papa, hijo de un pueblo eslavo, siente de forma particular en su corazón la llamada de esos pueblos hacia los que se dirigieron los dos santos hermanos Cirilo y Metodio, ejemplo glorioso de apóstoles de la unidad, que supieron anunciar a Cristo en la búsqueda de la comunión entre Oriente y Occidente, a pesar de las dificultades que ya por entonces enfrentaban a los dos mundos. En varias ocasiones he destacado el ejemplo de la labor que llevaron a cabo(6), también dirigiéndome a los que son sus hijos en la fe y en la cultura.

Estas consideraciones quieren ahora ensancharse hasta abrazar a todas las Iglesias Orientales, en la variedad de sus diversas tradiciones. A los hermanos de las Iglesias de Oriente se dirige mi pensamiento, con el deseo de buscar juntos la fuerza de una respuesta a los interrogantes que se plantea el hombre de hoy, en todas las latitudes del mundo. A su patrimonio de fe y de vida quiero dirigirme, con la conciencia de que el camino de la unidad no puede admitir retrocesos, sino que es irreversible como el llamado del Señor a la unidad. «Amadísimos hermanos, tenemos este objetivo común; debemos decir todos juntos, tanto en Oriente como en Occidente: Ne evacuetur Crux! (cf. 1 Co 1, 17). Que no se desvirtúe la cruz de Cristo, porque, si se desvirtúa la cruz de Cristo, el hombre pierde sus raíces y sus perspectivas: queda destruido. Éste es el grito al final del siglo veinte. Es el grito de Roma, el grito de Constantinopla y el grito de Moscú. Es el grito de toda la cristiandad: de América, de África, de Asia, de todos. Es el grito de la nueva evangelización»(7).

A las Iglesias de Oriente se dirige mi pensamiento, como han hecho otros muchos Papas en el pasado, sintiendo que se dirigía ante todo a ellos el mandato de mantener la unidad de la Iglesia y de buscar incansablemente la unión de los cristianos en los lugares donde hubiera sido desgarrada. Ya nos une un vínculo muy estrecho. Tenemos en común casi todo(8); y tenemos en común sobre todo el anhelo sincero de alcanzar la unidad.




6) Cfr. Carta ap. Egregiae virtutis (31 de diciembre de 1980): AAS 73 (1981), 258-262; Carta enc. Slavorum Apostoli (2 de junio de 1985), nn. 12-14: AAS 77 (1985), 792-796.



7) Discurso después del Vía crucis del Viernes Santo (1 de abril de 1994): L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 8 de abril de 1994, p. 3.



8) Cfr. CONC. ECUM. VAT. II, Decr. sobre el ecumenismo Unitatis redintegratio, 14-18.






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