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Ioannes Paulus PP. II Orientale lumen IntraText CT - Texto |
8. A menudo hoy nos sentimos prisioneros del presente: es como si el hombre hubiera perdido la conciencia de que forma parte de una historia que lo precede y lo sigue. A esta dificultad para situarse entre el pasado y el futuro con espíritu de gratitud por los beneficios recibidos y por los que se esperan, en particular las Iglesias de Oriente manifiestan un marcado sentido de la continuidad, que toma los nombres de Tradición y de espera escatológica.
La Tradición es patrimonio de la Iglesia de Cristo, memoria viva del Resucitado que los Apóstoles, después de haberse encontrado con él y de haber dado testimonio de él, han transmitido como recuerdo viviente a sus sucesores, en una línea ininterrumpida que es garantizada por la sucesión apostólica, mediante la imposición de las manos, hasta los Obispos de hoy. Esa Tradición se articula en el patrimonio histórico y cultural de cada Iglesia, modelado en ella por el testimonio de los mártires, de los padres y de los santos, así como por la fe viva de todos los cristianos a lo largo de los siglos hasta nuestros días. No se trata de una repetición inalterada de fórmulas, sino de un patrimonio que conserva vivo el núcleo kerigmático originario. Esa Tradición es la que preserva a la Iglesia del peligro de recoger sólo opiniones mudables y garantiza su certeza y su continuidad.
Cuando los usos y costumbres propios de cada Iglesia se entienden meramente como inmovilidad, la Tradición corre el peligro de perder su carácter de realidad viva, que crece y se desarrolla, y que el Espíritu le garantiza precisamente para que hable a los hombres de todo tiempo. Y de la misma forma que la Escritura crece con quien la lee(23), así también cualquier otro elemento del patrimonio vivo de la Iglesia crece en la comprensión de los creyentes y se enriquece con aportaciones nuevas, en la fidelidad y en la continuidad(24). Únicamente una asimilación religiosa, en la obediencia de la fe, de lo que la Iglesia llama «Tradición» permitirá a ésta encarnarse en las diversas situaciones y condiciones histórico-culturales(25). La Tradición nunca es mera nostalgia de cosas o formas pasadas, o añoranza de privilegios perdidos, sino la memoria viva de la Esposa conservada eternamente joven por el Amor que habita en ella.
Si la Tradición nos sitúa en continuidad con el pasado, la espera escatológica nos abre al futuro de Dios. Toda Iglesia debe luchar contra la tentación de absolutizar lo que realiza y, por tanto, de autocelebrarse o de abandonarse al pesimismo. El tiempo es de Dios, y todo lo que se realiza no se identifica nunca con la plenitud del Reino, que es siempre don gratuito. El Señor Jesús vino a morir por nosotros y resucitó de entre los muertos, mientras la creación, salvada en la esperanza, sufre aún dolores de parto (cfr. Rm 8, 22); ese mismo Señor volverá para entregar el cosmos al Padre (cfr. 1 Co 15, 28). La Iglesia invoca esta vuelta, cuyo testigo privilegiado es el monje y el religioso.
El Oriente expresa de modo vivo las realidades de la tradición y de la espera. Toda su liturgia, en particular, es memorial de la salvación e invocación de la vuelta del Señor. Y si la Tradición enseña a las Iglesias la fidelidad a lo que las ha engendrado, la espera escatológica las impulsa a ser lo que aún no son en plenitud y que el Señor quiere que lleguen a ser, y por tanto a buscar siempre caminos nuevos de fidelidad, venciendo el pesimismo por estar proyectadas hacia la esperanza de Dios, que no defrauda.
Debemos mostrar a los hombres la belleza de la memoria, la fuerza que nos viene del Espíritu y que nos convierte en testigos, porque somos hijos de testigos; hacerles gustar las cosas estupendas que el Espíritu ha esparcido en la historia; mostrar que es precisamente la Tradición la que las conserva, dando, por tanto, esperanza a los que, aun sin haber logrado que sus esfuerzos de bien tuvieran éxito, saben que otro los llevará a término; entonces el hombre se sentirá menos solo, menos encerrado en el rincón estrecho de su propia actividad individual.