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Ioannes Paulus PP. II
Orientale lumen

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Un padre en el Espíritu

13. El recorrido del monje, por lo general, no sólo está marcado por un esfuerzo personal, sino que también hace referencia a un padre espiritual, al que se abandona con confianza filial, seguro de que en él se manifiesta la tierna y exigente paternidad de Dios. Esta figura da al monaquismo oriental una ductilidad extraordinaria: en efecto, por obra del padre espiritual, el camino de todo monje es fuertemente personalizado en los tiempos, en los ritmos y en los modos de la búsqueda de Dios. Precisamente porque el padre espiritual es el punto de enlace y armonización, eso permite al monaquismo la mayor variedad de expresiones, cenobíticas y eremíticas. Así, el monaquismo en Oriente ha podido ser realización de las expectativas de cada Iglesia en los varios períodos de su historia(31).

En esta búsqueda el Oriente enseña de modo particular que hay hermanos y hermanas a los que el Espíritu ha concedido el don de la guía espiritual: son puntos de referencia valiosos, porque miran con los ojos de amor con que Dios nos mira. No se trata de renunciar a la propia libertad, para que los demás nos dirijan: se trata de sacar provecho del conocimiento del corazón, que es un verdadero carisma, para que nos ayuden, con dulzura y firmeza, a encontrar el camino de la verdad. Nuestro mundo tiene gran necesidad de padres. A menudo los ha rechazado, porque le parecían poco creíbles, o su modelo daba la impresión de estar ya superado y ser poco atractivo para la sensibilidad del momento. Sin embargo, tiene dificultad para encontrar nuevos, y entonces sufre en el miedo y en la incertidumbre, sin modelos ni puntos de referencia. El que es padre en el Espíritu, si es de verdad tal -y el pueblo de Dios ha demostrado siempre que sabe reconocerlo-, no hará a los demás iguales a sí mismo, sino que les ayudará a encontrar el camino hacia el Reino.

Desde luego, también a Occidente se le ha concedido el don admirable de una vida monástica, tanto masculina como femenina, que conserva el don de la guía en el Espíritu y espera ser valorizada. Ojalá que en ese ámbito, y dondequiera que la gracia suscite esos valiosos instrumentos de maduración interior, los responsables cultiven y valoren tal don y que todos hagan uso de él: así experimentarán cómo la paternidad en el Espíritu es consuelo y ayuda para su camino de fe(32).




31) Son significativas, por ejemplo, las experiencias de Antonio. Cfr. SAN ATANASIO, Vida de Antonio, 15: PG 26,865; de SAN PACOMIO, Les Vies coptes de saint Pakhôme et ses successeures, ed. L. Th. Lefort, Louvain 1943, p. 3; y el testimonio de EVAGRIO PONTICO, Praktikos, 100: SCh 171, 710.



32) Cfr. JUAN PABLO II, Homilía a los religiosos y religiosas (2 de febrero de 1988), 6: AAS 80 (1988), 1.111.






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