11. Y puesto que la actividad de la Curia Romana. unirla al
ministerio petrino, y fundada en él, va en bien de la Iglesia universal
y al mismo tiempo, de las iglesias particulares, está llamada ante todo
a realizar el ministerio de unidad, confiado de modo especial al Romano
Pontífice, en cuanto ha sido constituido por voluntad de Dios fundamento
perpetuo y visible de la Iglesia. Por eso la unidad en la Iglesia es un tesoro
precioso, que hay que conservar, defender, proteger, promover y actuar
continuamente con la colaboración celosa de todos, y especialmente de
los que a su vez son el principio visible y el fundamento de la unidad en sus
Iglesias particulares.
Así, pues, la colaboración que presta la Curia Romana al Sumo
Pontífice está fundada en este ministerio de unidad. Unidad ante
todo de fe, que se sostiene y se constituye sobre el sagrado depósito.
del que el Sucesor de Pedro es el primer guardián y defensor, y por el
que ha recibido la misión suprema de confirmar a los hermanos lis
igualmente unidad de disciplina, porque se trata de la disciplina general de la
Iglesia, la cual consiste en un complejo de normas y comportamientos,
constituye la estructura fundamental de la Iglesia, y asegura los medios de
salvación y su recta administración, junto con la ordenada
estructuración del Pueblo de Dios.
El régimen de la Iglesia universal defiende desde siempre esta unidad
dentro de la diversidad de los distintos modos de ser y de obrar según
la variedad de personas y de culturas, sin que por ello sufra daño la
inmensa multiplicidad de esos dones, que el Espíritu Santo derrama y
suscita continuamente, con tal que no nazcan intentos aislacionistas y
centrífugos de separación mutua,
sino que por el contrario todos los elementos confluyan en la estructura
más profunda de la única Iglesia. Mi predecesor Juan Pablo I
habla recordado muy bien este principio cuando, al hablar a los padres
cardenales, afirmó lo siguiente sobre los organismos de la Curia Romana:
Estos "ofrecen al Vicario de Cristo la posibilidad concreta de desarrollar
el ministerio apostólico del que es deudor a toda la Iglesia, y aseguran
de ese modo la articulación orgánica de las legitimas libertades
de acción, si bien con el indispensable respeto a esa esencial unidad de
disciplina, más aún, de fe, connatural a la Iglesia, y por la que
Cristo rezó la víspera de su Pasión".
Así resulta que el ministerio supremo de la unidad respeta las
costumbres legitimas de la Iglesia universal, los usos de los pueblos y la
potestad que por derecho divino corresponde a los Pastores de las Iglesias
particulares. Pero es claro que el Romano Pontífice no puede dejar de
intervenir, siempre que lo exijan motivos graves, para tutelar la unidad en la
fe, en la caridad o en la disciplina.
Best viewed with any browser at 800x600 or 768x1024 on Tablet PC IntraText® (V89) - Some rights reserved by EuloTech SRL - 1996-2007. Content in this page is licensed under a Creative Commons License