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Plinio Corrêa de Oliveira Comunismo y anticomunismo… IntraText CT - Texto |
* Las subvenciones de Occidente prolongaron la acción de los verdugos
La realidad no es tan simple en su configuración concreta y palpable, ni tan fácil de ser entendida y descrita, como ellos aparentemente imaginan. Las masas fermentadas por el Descontento forzosamente les responderán: “Imaginad a millares, a millones de individuos, sujetos simultáneamente a tormentos, en salas tan amplias como países. Este era el cuadro del mundo detrás de la cortina de hierro. Las subvenciones enviadas por Occidente fueron entregadas, la mayor parte de las veces, no directamente a las pobres víctimas de los suplicios sino a los verdugos, a quienes incumbía gobernar en salas de torturas de dimensiones nacionales. O sea, a los gobiernos que, bajo la feroz dirección de Moscú, mantenían en el yugo de la servidumbre a las naciones “soberanas” y “aliadas” de detrás de la cortina de hierro, como Polonia, Alemania Oriental, Checoslovaquia, Hungría y tantas otras, y aún a las Repúblicas Socialistas Soviéticas “unidas” a Moscú y otras ciscunscripciones territoriales más clara y oficialmente dependientes de los déspotas del Kremlin. Esos gobiernos-verdugos eran los que recibían, casi siempre, las donaciones de Occidente”.
Es a esta altura que aparecen las dudas que los Descontentos no dejarán de agitar. Y, a esas dudas, no será nada fácil dar respuesta.
En efecto, no se puede negar que algo de esos recursos recibidos por los gobiernos títeres de allende la cortina de hierro terminaron llegando a las respectivas víctimas, aliviándoles un tanto el infortunio o incluso evitando que algunas muriesen de hambre. Sin embargo, de las propias filas de los Descontentos, aún antes de la actual convulsión, surgieron al respecto embarazosas objeciones.
Así – ya ponderaban los más sufridos e indignados – en la medida en que Occidente daba a los verdugos recursos que disminuyesen las carencias de las víctimas, les proporcionaban medios para atenuar la indignación general y prolongar de ese modo la vigencia de la dominación de los mismos verdugos.
En este caso, ¿no habría sido más útil a los pueblos subyugados que Occidente no les enviase esos recursos, de suerte que el día de la explosión del Descontento llegase pronto y con él la liberación final y completa de esos desdichados?