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Congregación para el Clero
Directorio catequístico general

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JESUCRISTO, COMO VERDADERO DIOS Y VERDADERO HOMBRE EXISTENTE EN LA UNIDAD DE PERSONA DIVINA

 

53. Este gran misterio, Cristo Cabeza y Señor de todas las cosas "se hizo visible a los hombres encarnándose" (1 Tim. 3, 16). El hombre Cristo Jesús que habitó entre los hombres, trabajó con manos de hombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó con corazón de hombre, es verdaderamente el Verbo y el Hijo de Dios que por la Encarnación se unió en cierto modo con cada uno de los hombres

(GS. 22).

 

El catequista debe predicar a Jesús en su existencia concreta y en su mensaje; es decir, de tal manera debe franquear a los hombres el camino hacia la admirable perfección de su humanidad, que puedan reconocer el misterio de su divinidad.

 

En verdad, Cristo Jesús unido con el Padre por su asidua y peculiar oración, vivió en una estrecha comunión con los hombres. Con su bondad los abrazó a todos: justos y pecadores, pobres y ricos, compatriotas y extranjeros; y si por algunos llegó a tener predilección fue por los enfermos, los pobres y los humildes. Y para con la persona humana se mostró siempre tan respetuoso y tan solícito como no lo hizo nadie antes de él.

 

La catequesis debe defender y fortalecer todos los días la fe en 1-a divinidad de Jesucristo, para que los hombres lo acepten no solo por su admirable vida humana, sino que por sus palabras y milagros le reconozcan como Hijo- de Dios unigénito, (Jn. 1, 18), "Dios de Dios, luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado no creado, consustancial al Padre" (Dz. Sch. 150).

 

La recta interpretación del misterio de la Encarnación ha ido progresando en la tradición cristiana. Los Padres y los Concilios, en un continuo estudio de la fe, dirigieron sus esfuerzos a lograr nociones cada vez más exactas, a exponer con más profundidad la índole propia del misterio de Cristo y a investigar las misteriosas relaciones que hay entre El y el Padre celestial y entre El y los hombres,

 

A esto se añade el testimonio- de vida cristiana que dio la Iglesia acerca de esta verdad en el correr de los siglos: la comunión de Dios con los hombres que se logra en Cristo, ha sido fuente de gozo y de inexhausta esperanza. En Cristo está toda la plenitud de la divinidad, y por El se hace visible el amor de Dios a los hombres.

 

San Ignacio escribía a los Efesios: "Jesucristo nuestro Señor es médico carnal y espiritual, engendrado e ingénito, Dios existiendo en carne, vida verdadera en la muerte, de María y de Dios, primero impasible y entonces pasible" (RJ. 39).

 




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