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60. El hombre al recibir el Espíritu de Cristo empieza una manera completamente nueva y gratuita de vida con Dios.
El Espíritu Santo presente en el alma del cristiano, lo hace partícipe de la naturaleza divina y lo une en comunión íntima de vida con el Padre y con el Hijo, que no puede romper ni la muerte (Cfr. Jn. 14,23),
El Espíritu Santo sana al hombre de sus debilidades y enfermedades espirituales; 1-o libra de la servidumbre de las pasiones- y del inmoderado amor de sí mismo, dándole fuerza para guardar la ley divina; lo robustece con la esperanza y la fortaleza; lo ilumina en la prosecución del bien; y le da frutos de calidad, de alegría, paz, paciencia, benignidad, bondad, longanimidad, mansedumbre, fidelidad, modestia, continencia y castidad (Gal. 5,22-23). -
De aquí que el Espíritu Santo sea invocado como huésped del alma.
La liberación del pecado y la inhabitación de Dios en el alma es la gracia. Cuando se dice que el pecador es justificado por Dios, que es vivificado por el Espíritu de Dios, que posee en sí la vida de Cristo O: que tiene la gracia, estamos utilizando un lenguaje que, con distintas palabras, significa la misma cosa, es - decir: morir al pecado, hacerse partícipe de la divinidad del Hijo por el Espíritu de adopción y entrar en íntima comunión dé vida con la Santísima Trinidad.
El hombre de la historia de la Salvación es el hombre ordenado a la gracia de la adopción filial y a la vida eterna. La Antropología cristiana encuentra su índole verdadera y propia en la gracia de Cristo Salvador.