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Congregación para el Clero
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LA INFANCIA

 

78. Los comienzos de la vida religiosa y moral se manifiestan ya desde el amanecer de la vida humana. En una familia de creyentes los primeros meses y años de la vida, que son de particular importancia para el equilibrio del hombre futuro, pueden dar ya las condiciones para una personalidad cristiana.

 

El Bautismo de los niños asume todo su significado cuando la vida cristiana de los padres —de la madre en modo particular pero no exclusivoofrece a la gracia bautismal la posibilidad de dar su fruto. El niño, en efecto, asimila como por "ósmosis", los modos de actuar y los sentimientos familiares. Así se va acumulando en él todo un complejo de experiencias que

constituyen un cierto fundamento de la vida de fe que más adelante será explicitada y se hará más evidente.

 

- - La disposición a la fe se apoya inicialmente sobre la relación del amor que el niño tiene con la madre, y más adelante también con el padre; se nutre de la participación de la alegría y de la experiencia de una autoridad aceptada en el amor.

 

- De esta disposición inicial depende en parte la evolución normal de las virtudes teologales, mientras al mismo tiempo ellas contribuyen a consolidarla. En este período empieza a afirmarse la personalidad, es decir la autonomía, necesaria para la adquisición de las virtudes morales y para la integración en la vida comunitaria. Ella exige equilibrio entre la firmeza y la tolerancia. Después vendrá la aptitud para la iniciativa espontánea base indispensable para la vida social y para el compromiso en el servicio de Dios y de Iglesia.

 

La aparición de estas actitudes debe ir acompañada de la educación para la oración. El niño debe aprender a invocar a Dios que nos ama y nos conserva; a Jesús Hijo de Dios y hermano nuestro que nos conduce al Padre; al Espíritu Santo que habita en nosotros y a María, Madre de Jesús y Madre nuestra.

 

Si estas bases llegan a faltar, es necesario que la catequesis descubra si hay y cuáles son las deficiencias y cómo se podrán remediar. Mediante una formación adecuada se ayudará a los padres cristianos a realizar su tarea educativa de una manera más apropiada y adaptada; esta formación aún impartida de una manera sencilla y adaptada a su cultura, debe confiarse a educadores competentes. Esta obligación, propia de los pastores, no debe ser considerada por ellos como de supererogación:

cuando se ayuda a los padres a cumplir bien su misión, se edifica la Iglesia, además de que este trabajo es una magnífica ocasión para la catequesis de adultos,

 




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