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LA IMPORTANCIA. DEL SACRAMENTO DE LA PENITENCIA
3. El niño que comienza a ofender a Dios con el pecado, comienza también a sentir el deseo de alcanzar el perdón, no solamente de sus padres y parientes sino también de Dios.
La catequesis le ayudará a cultivar saludablemente este deseo y le inculcará una santa aversión al pecado, como también la necesidad de enmendarse y sobre todo de amar a Dios. La tarea peculiar de la catequesis, en este sentido, consiste en explicar de la manera más adecuada, que la confesión sacramental es un medio para obtener el perdón ofrecido a los hijos de la Iglesia, más aún, el medio necesario para el que ha caído en pecado grave.
Ciertamente los padres cristianos y los educadores religiosos, deben formar al niño de modo que él procure ante todo progresar en el amor más íntimo del Señor Jesús y en el amor verdadero del prójimo. La doctrina del sacramento de la penitencia debe proponerse en el vasto cuadro de la purificación y del progreso espiritual que se alcanza con una gran confianza en el amor y la misericordia de Dios. De esta manera los niños no sólo podrán alcanzar gradualmente una mayor delicadeza de conciencia, sino que no caerán en el desaliento cuando hagan alguna cosa menos recta.
La Eucaristía es la cumbre y el centro de toda la vida cristiana. Para recibir la comunión además del estado de gracia que se requiere, conviene una gran pureza de conciencia.
Sin embargo evítense con toda solicitud que los niños crean necesaria la confesión antes de recibir la Eucaristía, aún cuando uno, amando sinceramente a Dios, se ha alejado no gravemente del camino de los divinos preceptos.
4. En algunas partes de la Iglesia, en estos últimos tiempos se han hecho experimentos con respecto a la primera recepción del Sacramento de la Penitencia y de la Eucaristía, que en realidad le dejan a uno dudoso y perplejo.
Para anticipar convenientemente la comunión de los niños, para evitar en la futura vida cristiana turbaciones psicológicas que pueden derivar de un apresurado uso de la confesión, para favorecer, en fin, una mejor educación del espíritu de penitencia y una más sólida preparación catequística para la misma confesión, ha parecido bien a algunos admitir los niños a la primera comunión sin la previa recepción del sacramento de la penitencia.
En verdad el acceso al sacramento de la penitencia desde los comienzos de la edad de la discreción no lastima el alma de los niños, siempre que, naturalmente, se haga preceder de una amorosa y prudente preparación catequística.
Por lo demás, el espíritu de penitencia podrá ser posteriormente desarrollado a través de una instrucción catequística continuada aún después de la primera comunión; del mismo modo podrá crecer el conocimiento y la estima del gran don concedido por Cristo a los hombres en el sacramento del perdón que deben recibir, y de la reconciliación con la Iglesia (Cfr. LG.
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Todas estas consideraciones no han impedido que en algunos lugares se haya introducido la práctica de distanciar, corno costumbre, algunos años entre la primera comunión y la primera confesión.
En otras partes, en cambio, se han introducido innovaciones más prudentes, sea porque la primera confesión no se ha diferido- tanto tiempo, sea porque se tiene en cuenta el juicio de aquellos padres que prefieren que los niños se acerquen al sacramento de la penitencia antes de la primera comunión.