2. El valor normativo de las orientaciones doctrinales del Concilio Vaticano II

Debe quedar claro también este segundo punto fundamental: Los cristianos, y en concreto las personas consagradas, tienen en los textos del Concilio Vaticano II, especialmente en la constitución dogmática Lumen Gentium, las enseñanzas fundamentales y las orientaciones doctrinales necesarias para trazar las grandes líneas del programa "caminar desde Cristo con María".

Precisamente en la Carta Novo Millennio Ineunte el Papa confirma el valor determinante de los textos del Concilio: "A medida que pasan los años, aquellos textos no pierden su valor ni su esplendor. Es necesario leerlos de manera apropiada y que sean conocidos y asimilados como textos cualificados y normativos del Magisterio, dentro de la Tradición de la Iglesia" (NMI 57).

En la constitución dogmática Lumen Gentium el Concilio ha puesto a Cristo en el centro de la Iglesia y de la vida cristiana: "La luz (...) es Cristo" (LG 1). En el capítulo VIII ha puesto de relieve el puesto singular que corresponde a la Virgen María en el misterio de Cristo y de la Iglesia. Ha presentado también, los puntos más importantes del programa común de la santidad bautismal de la “vida en Cristo" de todo cristiano en el capítulo V, titulado precisamente "vocación universal a la santidad en la Iglesia".

El Concilio, sin embargo, se ha preocupado también de exponer en otro capítulo, es decir en el capítulo VI, las peculiares características evangélicas, cristológicas y marianas del programa de vida de los religiosos. Por especial don y por peculiar compromiso, en efecto, estos se entregan al Señor "por un nuevo título especial" (LG 44) y son llamados a la profesión de los consejos evangélicos. El Concilio declara con firmeza que los consejos evangélicos de la castidad consagrada a Dios, de la pobreza y de la obediencia, en cuanto que están fundados en las palabras en los ejemplos del señor, son un don divino (cfr. LG 43) y tiene sobre todo el valor de que “el cristiano se identifique más con el tipo de vida en pobreza y virginidad que eligió para sí mismo Cristo el Señor y que también abrazó su Madre, la Virgen" (LG 46).

En el decreto sobre la renovación apropiada de la vida religiosa Perfectae Caritatis, el mismo Concilio afirma que el Cristo virgen, pobre y obediente debe ser tomado, por todos los religiosos y por todas las religiosas, como el supremo modelo de su género de vida (cfr. PC 25) y que la vida de la Virgen María debe ser considerada por todas las religiosas y por todos los religiosos como norma para todas las virtudes (cfr. PC 25).

La especial positividad de la vida de las personas consagradas es una realidad sólida, fundada en la forma de vida del Cristo del Evangelio y de la Virgen del Evangelio. La vida de los religiosos y de las religiosas es vida de especial imitación del Cristo consagrado y de la Virgen consagrada, y por tanto vida de "especial consagración" (PC 5).

A la luz de estas orientaciones doctrinales, "caminar desde Cristo con María" es un programa que requiere de todo religioso el caminar, con renovado impulso, no sólo de modo coherente con las exigencias de la santidad y de la perfección de las santas promesas del bautismo, sino también en armonía con las características de las santas promesas de la profesión religiosa, que llevan consigo los compromisos por una vida de especial configuración a Cristo y a María. Los cristianos están obligados a cultivar "la santidad y la perfección del propio estado" (LG 42). Existen elementos bíblicos, teológicos y espirituales de configuración a Cristo y a la Virgen María que forman parte de la santidad y de la perfección del estado religioso y que de ninguna manera pueden ser olvidados en el nuevo milenio de la vida consagrada.