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Ángel Pardilla, CMF "Caminar desde Cristo con María"… IntraText CT - Texto |
3. La fidelidad a la especial relación de amor con María, Madre y modelo de las personas consagradas, una fidelidad "fundamental" según la exhortación Vita Consecrata
En una perspectiva fuertemente cristológica y explícitamente trinitaria de la vida consagrada, la "fidelidad" a la Madre del Verbo encarnado no puede ser excluida de la categoría de las "grandes fidelidades".
Según la condición firmemente expresada por los Padres del Sínodo de 1994 en la Proposición 55 y según las clarificadoras orientaciones doctrinales del Papa en la Exhortación Vita Consecrata, la fidelidad a la Virgen María debe ser considerada por todas las personas consagradas como una gran fidelidad, es decir como una fidelidad fundamental y necesaria para poder conservar y desarrollar el auténtico sentido de su consagración, de su misión y de todos los demás aspectos determinantes de su vida espiritual: la presencia de María tiene "una importancia fundamental tanto para la vida espiritual de cada alma consagrada, como para la consistencia, la unidad y el progreso de toda la comunidad" (CV 28).
La fidelidad a María es el necesario contexto espiritual en el que crecen y fructifican las tres supremas fidelidades de la vida consagrada. La Virgen María es para la persona consagrada una maestra y "una Madre por título muy especial" (VC 28). Respondiendo dócil y fielmente a su "especial ternura materna" (VC 28), la persona consagrada cultiva con cuidado en sus relaciones una relación de especial amor filial, es decir se pone en sintonía con los particulares expresiones de su amor materno, "amandola e imitandola con la radicalidad de la propia vocación" (VC 28).
Una actitud de amor fiel a la Virgen María es para toda persona consagrada el mejor método para hacer crecer la fidelidad a todas las demás importantes dimensiones de la propia vocación: "la relación filial con María es el camino privilegiado para la fidelidad a la vocación recibida y una ayuda eficacísima para avanzar en ella y vivirla en plenitud" (VC 28).
La persona consagrada encuentra en la figura evangélica de María, suprema consagrada, misionera y orante, un modelo sublime y una maestra insuperable, a la que permanece siempre unida con un vínculo de fidelidad perpetua.
El ministerio de la vida consagrada, visto a la luz de la vida evangélica de la Virgen María, adquiere un nuevo esplendor. En efecto, como afirma el Papa, María "es ejemplo sublime de perfección consagrada, por su pertenencia plena y entrega total a Dios " (VC 28). Por esto "la vida consagrada la contempla como modelo sublime de consagración al Padre, de unión con el Hijo y de docilidad al Espíritu, sabiendo muy bien que identificarse con "el tipo de vida en pobreza y virginidad" (LG 46) de Cristo significa asumir también el tipo de vida de María" (VC 28).
En la esfera de las criaturas, María es la expresión por excelencia de la vida consagrada. En su persona reflejan de modo eminente el elemento divino y el elemento humano de la consagración: "Elegida por el Señor, que quiso realizar en ella el ministerio de la Encarnación, recuerda a los consagrados la primacía de la iniciativa de Dios. Al mismo tiempo, habiendo dado su consentimiento a la Palabra divina, que se hizo carne en ella, María aparece como modelo de acogida de la gracia por parte de la criatura humana" (VC 28).
María es modelo insuperable de vida obediente, pobre y virginal. El Evangelio la describe "disponible en la presencia, intrépida en la pobreza y acogedora en la virginidad fecunda" (VC 112).
María es maestra en el rezar (cfr VC 34), en el "proclamar las maravillas" (VC 112) del Señor, en el "llevar a Jesús" (VC 112) y en la unión al Cristo que sufre (cfr VC 23).