II. EL PROGRAMA “CAMINAR DESDE CRISTO CON MARÍA” Y LAS INDICACIONES DE CINCO DOCUMENTOS ECLESIALES DEL NUEVO MILENIO

1. Las indicaciones de la Carta Apostólica Novo Millennio Ineunte (6 Ene. 2001)

La Carta Apostólica, publicada en la primera semana del nuevo milenio, consta de una introducción (nn. 1-3), una conclusión (nn. 58-59) y cuatro capítulos.

El capítulo I, titulado "El encuentro con Cristo, herencia del Gran Jubileo" (nn. 4-15), es una especie de balance de los principales acontecimientos del año jubilar. El capítulo II, titulado "Un rostro para contemplar" (nn. 16-28) traza un rostro de Cristo diseñado sobre todo con algunos datos cristológicos más sobresalientes de los Evangelios. Mediante 41 citaciones de textos del Evangelio, 14 citaciones de otros escritos neo-testamentarios, y 3 de los Salmos, se ha diseñado el rostro que debe contemplar todo cristiano y que debe tomar como seguro fundamento revelado de su caminar durante el nuevo milenio. El capítulo III titulado "Caminar desde Cristo" (números 29-41), es, en cierto sentido, el más representativo del documento. Éste repropone y explica en clave cristológica, el programa de la vida cristiana, es decir el programa de la santidad del bautismo en Cristo que todos los fieles deben poner en práctica con coherencia en la vida cotidiana. La santidad viene descrita en este capítulo como un don cristológico y como una tarea eclesial de todo bautizado. Son muy significativos los subtítulos de las diversas secciones del capítulo: "la santidad"; "la oración"; "la Eucaristía dominical"; "el sacramento de la Reconciliación"; "la primacía de la gracia"; "la escucha de la Palabra"; "el anuncio de la Palabra". El capítulo IV, titulado "Testigos del Amor" (números 42-57) reafirma la necesidad de dar un ferviente testimonio de comunión y describe los compromisos y retos que están ante todos los fieles al comienzo del nuevo milenio.

Reconociendo la riqueza y la actualidad de los textos del Concilio, el Papa confirma que es necesario que tales textos "sean conocidos y asimilados, como textos cualificados y normativos del Magisterio" (NMI 57).

En su Carta, sin embargo, el Papa no ha querido retomar ni explicar todos los valores de los textos del Concilio. No lo ha hecho ni con los contenidos del capítulo VI (sobre los religiosos) de la Constitución Dogmática Lumen Gentium, ni con los contenidos del capítulo VIII (sobre la Virgen María) de la misma constitución. Sí lo ha hecho, por el contrario, con las grandes líneas del capítulo V de la misma constitución: "en primer lugar no dudó en decir que la perspectiva en la que debe situarse el camino pastoral es el de la santidad (...).Conviene además descubrir en todo su valor programático el capítulo V de la Constitución dogmática Lumen Gentium sobre la Iglesia, dedicado a la vocación universal a la santidad" (NMI 30).

Las indicaciones del capítulo III sobre el programa "caminar desde Cristo" explican claramente a todos los cristianos las obligaciones del programa de la santidad del bautismo. Se subraya justamente la necesidad de no "contentarse con una vida mediocre, vivida según una ética minimalista y una religiosidad superficial" (NMI 31) y el deber de vivir el "alto grado" (NMI 31) de la vida cristiana. Se pone, pues, en primer plano el deber que tiene todo fiel cristiano de llegar a un alto nivel de coherencia y de fidelidad a las santas promesas del bautismo.

Está claro que al deber de la coherencia con la norma de los preceptos comunes de la vida cristiana, es decir al "alto grado", más bien a la medida total, de la observancia de los preceptos del Señor, están obligadas todas las personas consagradas. Pero el deber de la coherencia con las santas promesas de la profesión religiosa es otra cosa. La profesión de los consejos evangélicos, en efecto, no forma parte del "alto grado" de la coherencia con las exigencias del bautismo y de la fidelidad a los preceptos de Cristo. La puesta en práctica de los consejos evangélicos está "más allá de la medida del precepto" (LG 42) y no como una consecuencia necesaria del bautismo (cfr. VC 30).

En la Carta se reconoce explícitamente que algunas personas, en la Iglesia, tienen "el don de la vocación a una vida de especial consagración" (NMI 34), que esta vocación "pide la total entrega de sí y de las propias fuerzas para la causa del Reino" (NMI 46), y que por tanto " Se ha de hacer ciertamente un generoso esfuerzo (...) en la promoción de las vocaciones (...)de especial consagración" (NMI 46). La especificidad de la vida consagrada, sin embargo, solamente es citada y recordada casi de pasó. Nunca se diseña la especial identidad cristológica de la vida consagrada. Nunca se exponen las características peculiares del modo de "caminar desde Cristo" de las personas llamadas a la vida consagrada.

Por otra parte, la Virgen María, Madre Cristo, no es mencionada ni siquiera una sola vez, ni en los números de introducción, ni en los del cuerpo del documento, es decir en el texto de los cuatro capítulos. Sólo se dedican a María una docena de líneas en los dos números de la conclusión. En estas líneas se indica de forma muy concisa que la Iglesia debe caminar en el nuevo milenio con María, su Madre: "Nos acompaña en este camino la Santísima Virgen, (...) como aurora luminosa y guía segura de nuestro camino" (NMI 58). Esto significa, como último análisis, que el comienzo del nuevo milenio se necesita "caminar desde Cristo con María".

A pesar de ello, el elemento "con María" no ha sido nunca tomando en consideración en el cuerpo del documento. Por consiguiente, y "con mayor razón" no se cita nunca el programa específico de conformación a la Virgen María, en el que deben comprometerse, con renovado esfuerzo las personas consagradas durante el nuevo milenio.