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Ángel Pardilla, CMF "Caminar desde Cristo con María"… IntraText CT - Texto |
4. Los contenidos de la tercera parte
La tercera y última unidad de la segunda parte del primer díptico comienza con la explicación respetuosa del Ángel a la pregunta-objeción de María (cfr. Lc 1, 35-37). El Ángel dice a María que su proyecto de virginidad no se opone de ninguna manera a la realización de la maternidad propuesta por Dios. Una intervención extraordinaria de la potencia infinita de Dios hará posible lo que, según las leyes ordinarias, era imposible: la sincronización entre la virginidad y la maternidad, la concordancia entre un futuro de virginidad y un futuro de maternidad simultáneo. Dios no pide a María que cambie su resolución de vivir en la virginidad consagrada. La concepción de Jesús no deberá ser la obra de un hombre. La acción de Dios en la concepción de Jesús será más maravillosa que en la concepción de Juan Bautista. Jesús no vendrá a destruir el plan de virginidad de María, sino que vendrá a coronarlo.
Después de haber recibido la respuesta del Ángel, María dispone de todos los datos necesarios para tomar la libre y responsable decisión que Dios espera. La explicación del Ángel es seguida por la reacción final de María: "Entonces María dijo: he aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra" (Lc 1, 38a). Esta respuesta revela la grandeza de la fe de María. En la primera parte del díptico, Zacarías, a pesar de su dignidad sacerdotal, frente a una grave dificultad, que exigía ciertamente un extraordinario acto de fe, sucumbe y no cree. En la segunda parte del díptico, María, ante una dificultad mayor, que requiere el ejercicio de una fe todavía más profunda, triunfa y cree. María acepta como posible un plan de virginidad perpetua y simultánea maternidad; acepta la armonía misteriosa de un acontecimiento tan complejo, porque se fía de Dios. El Ángel, imponiendo a Zacarías un mutismo temporal (Lc 1, 20), le reprocha la falta de fe. Al contrario, Isabel se asumirá la tarea de hacer el elogio de la fe de María (Lc 1, 45), elogio implícito en el comportamiento del Ángel.
María se encuentra ante una dificultad mayor que la de Abraham, ella se encuentra frente a un horizonte tan misterioso que sólo una fe superior a la fe de Aabraham podía aceptar. Por esto, si es grande y magnífica la figura del patriarca Abraham, que creyó contra toda esperanza y no titubeó en la fe (Rm 4, 18-19), mucho más grande y maravillosa es la figura de María que, con su fe superó mayores obstáculos que los de Abraham.
La respuesta de María nos revela también la fuerza de su esperanza y el altísimo grado de su caridad; ella nos ayuda igualmente a comprender su profunda humildad y la perfección de su obediencia: María es la humilde sierva del Señor, totalmente dócil, totalmente abierta, totalmente disponible a la voluntad de Dios. Ella se deja configurar por Dios, ella estructura su vida, como quiere, camina con confianza por los caminos del Señor. María pone su honor y su gloria en servir al Señor, y se alegra en llamarse "la sierva del Señor".
María, modelo de todas las virtudes, es también modelo de vida consagrada en su respuesta de adhesión incondicional al mensaje del Ángel, ella pone confiadamente todo su porvenir en las manos de Dios, manifestando su inquebrantable decisión de consagrarse enteramente al servicio exclusivo de la causa de Jesús. María hace a Dios la oferta total de todo lo que la pertenece, ofrece a Dios todo lo que es y todo lo que tiene, pone toda su vida al servicio exclusivo del plan de Dios. María se consagra totalmente a Dios y al plan que él ha establecido, se consagra sin reservas a la persona y a la obra de Jesús.