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P. Fabio Ciardi, OMI
La vida consagrada “escuela de comunión”…

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2. Laicos con especiales vocaciones

 

            Junto a las personas que viven su compromiso cristiano de forma ordinaria en el ámbito de la familia, de la parroquia y de la vida social normal, la Iglesia conoce múltiples formas de asociaciones de laicos, admitidas por el Código de Derecho Canónico. “La rica variedad de la Iglesia – leemos en Christifideles laici – encuentra una ulterior manifestación suya dentro de cada estado de vida. Así, dentro del estado de vida laical se dan diversas ‘vocaciones’, o sea, diversos caminos espirituales y apostólicos que atañen a cada fiel laico”. En el cauce de una vocación laical “común” florecen vocaciones laicales “especiales” (n. 56).

            No se trata aún de grupos vinculados a nuestras familias religiosas, sino de asociaciones de oración, caritativas, de compromiso cultural, social ... . En este ámbito podríamos clasificar también los movimientos eclesiales y, en ciertos aspectos, algunos de las nuevas comunidades, en cuanto que esas dos formas de vida recogen entre sus miembros gran número de laicos, si no la mayoría. Con estos grupos hay una sintonía carismática: al igual que las comunidades religiosas, con frecuencia han nacido de auténticos carismas.

            ¿Cuál es la relación con estos grupos laicos? La respuesta me parece que la ha indicado la última Asamblea general de la USG (27-29 de noviembre). Un verdadero acontecimiento: además de los 140 superiores o vicarios generales, estaban presentes 50 miembros de 14 movimientos y asociaciones (Asociación Teresiana, Acción Católica, Communauté de Béatitudes, Communauté Chemin Neuf, Comunión y Liberación, S. Egidio, L’Arche, Le Verbe de Vie, Movimiento Schoenstatt, Focolari, Movimiento Salesiano, Orden Franciscana Secular, Renacimiento Cristiano, Renovación en el Espíritu).

            El tema de la Asamblea de los superiores generales no giraba tanto en torno a la relación entre religiosos y movimientos eclesiales, como había ocurrido, por ejemplo, en la asamblea de 1987, sino sobre cómo afrontar juntos los grandes desafíos que ante nosotros abre el Tercer Milenio. Es un enorme cambio de perspectivas que dice cuál debe ser el tipo de comunión y colaboración que religiosos y asociaciones laicales han de establecer. “No se trata de mirarnos el uno al otro – dijo el Hermano Álvaro Rodríguez Echeverría, superior de los Hermanos de las Escuelas Cristianas y Presidente de la USG, citando el Principito de Saint-Exupéry -, sino de mirar juntos en la misma dirección: lo que no puede ser otra cosa que el plan salvífico de Dios. Debemos unir nuestros carismas para responder con creatividad a las nuevas formas de deshumanización, a las nuevas pobrezas, a las llamadas que nos lanza el mundo de los excluidos. Una presencia solidaria ha de estimularnos a una creatividad fecunda en iniciativas propias y a la colaboración en iniciativas conjuntas”.

            Cinco son las grandes prioridades hacia las que miraron juntos. Para cada una se ofrecían testimonios concretos por parte de una Orden y un Movimiento. Para el desafío de la guerra, la Comunidad de San Egidio y los Combonianos; para la pobreza, el Arca y los Jesuitas; para la comunicación del Evangelio, Comunión y Liberación y los Dominicos; para la espiritualidad, la Renovación en el Espíritu y los Carmelitas; para el diálogo interreligioso, el Movimiento de los Focolari y los Franciscanos. Después, las reuniones de grupo para profundizar en el conocimiento y la comunión y ver qué se puede hacer juntos.

            Fue una experiencia de comunión intensa y riquísima entre carismas antiguos y nuevos. Más que las conclusiones que se sacaron, percibieron todos la novedad y belleza del acontecimiento en sí mismo: encontrarse juntas tantas fuerzas carismáticas en la Iglesia, un auténtico don de Dios que tendrá un gran futuro.

            Al participar en esta asamblea, me pareció ver en ella una plasmación de lo que escribe Caminar desde Cristo allí donde invita a los consagrados y consagradas a abrirse a la comunión con los demás Institutos y a las otras formas de consagración, en la convicción de que “no se puede afrontar el futuro en dispersión. (...) También en relación con las nuevas formas de vida evangélica se pide diálogo y comunión. (...) Finalmente, del encuentro y de la comunión con los carismas de los movimientos eclesiales puede nacer un recíproco enriquecimiento. Los movimientos pueden ofrecer a menudo un ejemplo de frescura evangélica y carismática, así como un impulso generoso y creativo a la evangelización. Por su parte los movimientos, así como las formas nuevas de vida evangélica, pueden aprender mucho del testimonio gozoso, fiel y carismático de la vida consagrada, que guarda un riquísimo patrimonio espiritual, múltiples tesoros de sabiduría y de experiencia y una gran variedad de formas de apostolado y de compromiso misionero” (n. 30).

            Deseo vivamente que también la UISG se encamine por esta línea. Ese era también el deseo de los laicos presentes en la asamblea USG, acostumbrados a relacionarse con las religiosas en su vida diaria, y maravillados al tener que confrontarse tan sólo con la parte masculina.




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