4. Una verdadera familia

            Aun en la variedad de las formas de pertenencia, los laicos que se sienten llamados a compartir el carisma buscan una familia espiritual en la que vivir la vocación cristiana. Tienen necesidad de un lugar de referencia y pertenencia para poder caminar juntos, animados por los mismos valores carismáticos.

            Ya que la suya es una vocación auténtica que viene del Espíritu, tienen el derecho de experimentar una comunidad donde se vive el amor mutuo y se respira afecto y estima entre los componentes de la comunidad misma y respecto a ellos mismos. Esperan encontrar personas capaces de escuchar y comprender sus problemas, de leer sapiencialmente su camino de vida.

            Nosotros mismos nos damos cuenta de que no podemos ya caminar solos. También nosotros necesitamos ver nuevos reflejos y encarnaciones del carisma, ser ayudados por la fe de los laicos, por su constancia en la prueba, por la concreción de su vivir cotidiano ... . La palabra clave es “reciprocidad”; el estilo es el de “familia”.

            A este propósito, no bastan una genérica familiaridad, ocasionales encuentros de oración, de comensalía, de intercambio de opiniones y de cosas que hacer juntos. Ni siquiera es ya suficiente hablar únicamente de animación y asistencia espiritual por nuestra parte. La reciprocidad espiritual reenvía al estudio conjunto del carisma, a su interpretación y actualización partiendo de la diversa sensibilidad vocacional, a una coparticipación, en la oración y en la experiencia, de la vida evangélica y de la irradiación y testimonio apostólico.

            Esto nos obligará también a cambiar de lenguaje, a adaptar nuestros ritmos de vida a los suyos, a pensar la misión teniendo siempre en cuenta la óptica y sensibilidad de ellos.