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Pio XII Sponsa Christi IntraText CT - Texto |
7. Las mujeres que profesaban virginidad, las cuales tendían ya desde antes a una vida común, apartada lo más posible del trato con los hombres, así por el amor a la soledad como por defenderse contra los gravísimos peligros que les amenazaban de todos lados en la corrompida sociedad romana, muy pronto imitaron la vida cenobítica, y se refugiaron a ella casi todas, favoreciendo a esto las circunstancias, y dejando generalmente para solos los varones el género de vida solitaria.
8. La Iglesia recomendaba en general a las Vírgenes la vida común, tomada en sentido lato; pero por mucho tiempo no quiso imponer estrictamente la vida monástica, ni aun a las Vírgenes consagradas, a quienes dejó que continuasen libres en el mundo, pero rodeadas siempre del honor y del respeto conveniente. Cada vez, sin embargo, eran más raras y escasas las Vírgenes que litúrgicamente consagradas viviesen en sus propias casas, o con vida común más libre; y finalmente en muchos lugares quedaron extinguidas de derecho, y en todas partes de hecho; y aún más, no fueron restablecidas de nuevo, y últimamente hasta fueron prohibidas.
9. Así las cosas, la Iglesia encauzó su maternal solicitud hacia aquellas Vírgenes, sobre todo, que eligiendo la mejor parte, daban un adiós al mundo, y abrazaban en los monasterios la perfección cristiana total, agregando a la profesión de virginidad la pobreza estricta y la obediencia plena. La Iglesia, con sabia providencia, defendió en el orden exterior esta profesión cenobítica de las Vírgenes con leyes de clausura cada vez más severas. Y en cuanto al orden interno, de tal manera ordenó su género de vida, que casi insensiblemente fue delineando, en forma clara y perspicua, en sus leyes y en la ascética religiosa, el tipo de Monja o de Religiosa dedicada totalmente a la vida contemplativa, bajo una rígida disciplina regular.
10. Y después que en los comienzos de la Edad Media desapareció completamente la forma de vivir que tenían las Vírgenes consagradas permaneciendo en el mundo, estas Monjas, multiplicadas sobremanera en número, fervor y variedad, fueron consideradas como las únicas herederas totales de las Vírgenes antiguas, y como sus legítimas sucesoras; y no sólo herederas y sucesoras, sino también fieles procuradoras y juiciosas promovedoras del patrimonio recibido, de modo que habiendo sido enriquecidas con cinco talentos, ganaron otros cinco más. Los monumentos litúrgicos, los documentos canónicos y los testimonios históricos de toda clase, ya escritos, ya esculpidos o pintados, comprueban y vindican este origen y dignidad de las Monjas, y sus méritos y su santidad.