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Juan Pablo II
Ecclesia in Asia

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La vida consagrada y las sociedades misioneras

44. En la exhortación apostólica postsinodal Vita consecrata subrayé el íntimo vínculo que existe entre la vida consagrada y la misión. En los tres aspectos de confessio Trinitatis, signum fraternitatis y servitium caritatis, la vida consagrada hace visible el amor de Dios en el mundo, testimoniando de manera específica la misión salvífica realizada por Jesús mediante su consagración total al Padre. La Iglesia en Asia, reconociendo que toda acción realizada en la Iglesia se apoya en la oración y en la comunión con Dios, considera con profundo respeto y aprecio a las comunidades religiosas contemplativas como una fuente especial de fuerza e inspiración. Acogiendo las recomendaciones de los padres sinodales, aliento encarecidamente la fundación de comunidades monásticas y contemplativas, donde sea posible. De esa forma, como recuerda el concilio Vaticano II, la obra de edificación de la ciudad terrena puede cimentarse en el Señor y tender a él, para que los constructores no trabajen en vano210.

La búsqueda de Dios, una vida de comunión y el servicio a los demás son las tres características principales de la vida consagrada, que pueden dar un testimonio cristiano atractivo a los pueblos de Asia hoy. La Asamblea especial para Asia insistió en que los consagrados sean testigos, ante los cristianos y ante los no cristianos, de la llamada universal a la santidad, y sean un ejemplo que impulse tanto a unos como a otros al amor generoso hacia todos, especialmente hacia los más pequeños entre sus hermanos y hermanas. En un mundo donde el sentido de la presencia de Dios se halla con frecuencia ofuscado, las personas consagradas deben dar un testimonio convincente y profético del primado de Dios y de la vida eterna. Viviendo en comunidad, atestiguan los valores de la fraternidad cristiana y de la fuerza transformadora de la buena nueva211. Quienes han abrazado la vida consagrada están llamados a convertirse en líderes en la búsqueda de Dios, una búsqueda que siempre ha apasionado al corazón humano y es particularmente visible en las diversas formas de espiritualidad y ascetismo de Asia212 . En las numerosas tradiciones religiosas de ese continente, los hombres y mujeres que se han dedicado a la vida contemplativa y ascética gozan de mucho respeto y su testimonio tiene una gran fuerza de persuasión. Viviendo en comunidad, mediante un testimonio pacífico y silencioso, con su vida pueden estimular a las personas a trabajar por una mayor armonía en la sociedad. Eso es lo que se espera también de las mujeres y hombres consagrados en la tradición cristiana. El ejemplo de pobreza y abnegación, de pureza y sinceridad, de capacidad de sacrificio en la obediencia puede convertirse en testimonio elocuente, capaz de conmover a las personas de buena voluntad y llevar a un diálogo fructuoso con las culturas y las religiones del entorno y con los pobres y los indefensos. Eso hace que la vida consagrada sea un medio privilegiado para una evangelización eficaz213.

Los padres sinodales reconocieron el papel vital que, durante los siglos pasados, han desempeñado en la evangelización de Asia las órdenes y las congregaciones religiosas, así como los institutos misioneros y las sociedades de vida apostólica. Por esta magnífica contribución, el Sínodo les expresó la gratitud de la Iglesia y los exhortó a no cejar en su compromiso misionero214. Juntamente con los padres sinodales, invito a los consagrados a renovar su celo por proclamar la verdad salvífica de Cristo. A todos se les debe asegurar una formación y unas prácticas adecuadas, que estén centradas en Cristo y sean fieles al propio carisma de fundación, poniendo el acento en la santidad personal y en el testimonio. Su espiritualidad y su estilo de vida deben corresponder a la herencia religiosa de las personas entre las que viven y a las que sirven215. Respetando su carisma específico, se les pide que se integren en los planes pastorales de la diócesis en la que se encuentran; y las Iglesias locales, por su parte, deben reavivar la conciencia del ideal de la vida religiosa y consagrada, promoviendo dichas vocaciones. Eso exige que cada diócesis elabore un programa pastoral para promover las vocaciones, asignando también sacerdotes o religiosos que trabajen a tiempo completo entre los jóvenes, para ayudarles a escuchar y discernir la llamada de Dios216.

En el marco de la comunión de la Iglesia universal, no puedo por menos de invitar a la Iglesia en Asia a enviar misioneros, aunque ella misma tenga necesidad de obreros para la viña. Me alegra constatar que se han fundado recientemente institutos misioneros de vida apostólica en varios países de Asia, como reconocimiento del carácter misionero de la Iglesia y de la responsabilidad de las Iglesias particulares en Asia de anunciar el Evangelio en todo el mundo217 . Los padres sinodales recomendaron que, «donde no existan, se instituyan, dentro de cada Iglesia local de Asia, sociedades misioneras de vida apostólica, caracterizadas por un compromiso específico en favor de la misión ad gentes, ad exteros y ad vitam»218. Esa iniciativa dará seguramente frutos abundantes no sólo en las Iglesias que reciben a los misioneros, sino también en las que los envían.




210 Cf. const. dogm.Lumen gentium, sobre la Iglesia, 46.



211 Cf. Propositio 27.



212 Cf. JUAN PABLO II, exhort. ap. post-sinodal Vita consecrata, 103: AAS 88 (1996) 479.



213 Cf. PABLO VI, exhort. ap. Evangelii nuntiandi, 69: AAS 68 (1976) 59.



214 Cf. Propositio 27.



215 Cf. ib.



216 Cf. ib.



217 Cf. Propositio 28.



218 Ib.






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