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Juan Pablo II
Ecclesia in Asia

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La preparación para la Asamblea especial

2. En la carta apostólica Tertio millennio adveniente, tracé a la Iglesia, con vistas al tercer milenio del cristianismo, un programa centrado en los desafíos de la nueva evangelización. Un elemento importante de ese plan era la celebración de Sínodos continentales, a fin de que los obispos pudieran afrontar la tarea de la evangelización según las situaciones locales y las necesidades de cada continente. Esta serie de sínodos, vinculados por el tema común de la nueva evangelización, ha constituido una importante contribución a la preparación de la Iglesia para el gran jubileo del año 2000.

En esa misma carta, refiriéndome a la Asamblea especial para Asia del Sínodo de los obispos, afirmé que en esa parte del mundo «está más acentuado el tema del encuentro del cristianismo con las antiguas culturas y religiones locales. Éste es un gran desafío para la evangelización, dado que sistemas religiosos como el budismo o el hinduismo se presentan con un claro carácter soteriológico»2 . Es realmente un misterio el hecho de que el Salvador del mundo, nacido en Asia, haya permanecido hasta ahora tan desconocido de los pueblos del continente asiático. El Sínodo ha brindado a la Iglesia que está en Asia una oportunidad providencial para reflexionar en ese misterio y para renovar su compromiso en el cumplimiento de la misión de dar a conocer mejor a todos a Jesucristo. Dos meses después de la publicación de la carta apostólica Tertio millennio adveniente, dirigiéndome a la sexta Asamblea plenaria de la Federación de las Conferencias episcopales de Asia, en Manila (Filipinas), durante las inolvidables celebraciones de la X Jornada mundial de la juventud, recordé a los obispos: «Si la Iglesia en Asia debe cumplir su destino providencial, la evangelización, como predicación alegre, paciente y progresiva de la muerte y resurrección salvífica de Jesucristo debe ser vuestra prioridad absoluta»3.

A lo largo de la fase preparatoria se puso de manifiesto la respuesta positiva de los obispos y de las Iglesias particulares a la propuesta de una Asamblea especial para Asia del Sínodo de los obispos. En las diversas etapas, comunicaron sus deseos y opiniones con franqueza y profundo conocimiento del continente, plenamente conscientes del vínculo de comunión que los une a la Iglesia universal. En línea con la idea original de la carta Tertio millennio adveniente y siguiendo las propuestas del Consejo presinodal que había evaluado las opiniones de los obispos y de las Iglesias particulares en el continente asiático, elegí como tema del Sínodo: «Jesucristo, el Salvador, y su misión de amor y servicio en Asia: ispara que tengan vida y la tenga en abundanciala (Jn 10, 10)». Mediante esta particular formulación del tema, era mi deseo que el Sínodo «ilustrara y profundizara la verdad sobre Cristo como único Mediador entre Dios y los hombres y único Redentor del mundo, distinguiéndolo claramente de los fundadores de otras grandes religiones»4. Mientras nos acercamos al gran jubileo, la Iglesia en Asia necesita ser capaz de proclamar con renovado vigor: Ecce natus est nobis Salvator mundi, «Nos ha nacido el Salvador del mundo»..., ¡ha nacido en Asia!




2 JUAN PABLO II, carta ap. Tertio millennio adveniente (10 de noviembre de 1994), 38: AAS 87 (1995) 30.



3 N. 11: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 20 de enero de 1995, p. 16.



4 JUAN PABLO II, carta ap. Tertio millennio adveniente, 38: AAS 87 (1995) 30.






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