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Juan Pablo II
Ecclesia in Asia

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CAPÍTULO II

JESÚS SALVADOR: UN DON PARA ASIA

 

El don de la fe

10. Mientras se desarrollaba la discusión sinodal sobre las complejas realidades de Asia, resultaba cada vez más evidente a todos que la contribución específica de la Iglesia a los pueblos del continente es la proclamación de Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre, el único Salvador de todos los pueblos35 . Lo que distingue a la Iglesia de las demás comunidades religiosas es la fe en Jesucristo; y no puede guardar para sí esa preciosa luz de la fe bajo el celemín (cf. Mt 5, 15), dado que tiene como misión compartirla con todos. «La Iglesia quiere ofrecer la vida nueva que ha encontrado en Jesucristo a todos los pueblos de Asia, que buscan la plenitud de vida, para que puedan instaurar la misma comunión con el Padre y con su Hijo Jesucristo, con la fuerza del Espíritu Santo»36 . Esta es la fe en Jesucristo que inspira la actividad evangelizadora de la Iglesia en Asia, a menudo realizada en circunstancias difíciles, e incluso peligrosas. Los padres sinodales han observado que proclamar a Jesucristo como único Salvador puede presentar dificultades particulares en sus culturas, dado que muchas religiones de Asia enseñan que ellas mismas son automanifestaciones divinas que proporcionan la salvación. Lejos de desalentar a los padres sinodales, los desafíos que se plantean a sus esfuerzos evangelizadores fueron un ulterior incentivo al compromiso de transmitir «la fe que la Iglesia en Asia ha heredado de los Apóstoles y mantiene juntamente con la Iglesia de todas las generaciones y lugares»37 , convencidos de que «el corazón de la Iglesia en Asia permanecerá inquieto hasta que toda Asia encuentre descanso en la paz de Cristo, el Señor resucitado»38.

La fe de la Iglesia en Jesucristo es un don recibido y un don que ha de compartirse; es el don mayor que la Iglesia puede ofrecer a Asia. Compartir la verdad de Jesucristo con los demás es el gran deber de todos los que han recibido el don de la fe. En la carta encíclica Redemptoris missio escribí que «la Iglesia, y en ella todo cristiano, no puede esconder ni conservar para sí esta novedad y riqueza, recibidas de la divina bondad para ser comunicadas a todos los hombres»39 , y proseguí: «Quienes han sido incorporados a la Iglesia católica han de considerarse privilegiados y, por ello, más comprometidos a testimoniar la fe y la vida cristiana como servicio a los hermanos y respuesta debida a Dios»40.

Profundamente convencidos de eso, los padres sinodales se mostraron igualmente conscientes de su responsabilidad personal de hacer propia la verdad eterna de Jesús mediante el estudio, la oración y la reflexión, a fin de llevar su fuerza y vitalidad a los desafíos presentes y futuros de la evangelización en Asia.




35 Cf. Propositio 5.



36 ASAMBLEA ESPECIAL PARA ASIA DEL SÍNODO DE LOS OBISPOS, Relatio ante disceptationem: L'Osservatore Romano,22 de abril de 1998, p. 5.



37 ASAMBLEA ESPECIAL PARA ASIA DEL SÍNODO DE LOS OBISPOS, Relatio post disceptationem,3.



38 Propositio8.



39 N. 11: AAS 83 (1991) 260.



40 Ib.






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