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Juan Pablo II
Ecclesia in Asia

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La unicidad y la universalidad de la salvación en Jesús

14. Los padres sinodales recordaron que la Palabra preexistente, el Hijo unigénito y eterno de Dios, «ya estaba presente en la creación, en la historia y en todo ser humano que anhela el bien»46. Mediante la Palabra, presente en el cosmos incluso antes de la Encarnación, el mundo recibió la existencia (cf. Jn 1, 1-4. 10; Col 1, 15-20). Pero como Palabra encarnada que vivió, murió y resucitó de entre los muertos, Jesucristo es proclamado ahora coronación de toda la creación, de toda la historia y de toda aspiración humana a la plenitud de la vida 47. Resucitado de entre los muertos, «está presente en todos y en la creación entera de un modo nuevo y misterioso»48 . En él «los valores auténticos de toda tradición religiosa y cultural, como la misericordia y la sumisión a la voluntad de Dios, la compasión y la rectitud, la no violencia y la justicia, la piedad filial y la armonía con la creación, encuentran su coronación y su realización»49. Desde el primer instante del tiempo hasta el último, Jesús es el único Mediador universal. También para cuantos no profesan explícitamente la fe en él como Salvador, la salvación llega a través de él como gracia, mediante la comunicación del Espíritu Santo.

Nosotros creemos que Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre, es el único Salvador, dado que sólo él, el Hijo, ha realizado el plan universal de la salvación. En efecto, como manifestación definitiva del misterio del amor del Padre hacia todos, Jesús es único y «es precisamente esta singularidad única de Cristo la que le confiere un significado absoluto y universal, por lo cual, mientras está en la historia, es el centro y el fin de la misma»50.

Ninguna persona, ninguna nación, ninguna cultura es impermeable a la llamada de Jesús, que habla desde el corazón mismo de la condición humana. «Es su misma vida la que habla, su humanidad, su fidelidad a la verdad, su amor que abarca a todos. Habla, además, su muerte en la cruz, esto es, la insondable profundidad de su sufrimiento y de su abandono»51 . Al contemplar su naturaleza humana, los pueblos de Asia encuentran la respuesta a sus interrogantes más profundos y la realización de sus esperanzas; encuentran su dignidad elevada y su desesperación vencida. Jesús es la buena nueva para los hombres y mujeres de todos los tiempos y lugares que buscan el sentido de su vida y la verdad de su misma humanidad.




46 ASAMBLEA ESPECIAL PARA ASIA DEL SÍNODO DE LOS OBISPOS, Relatio post disceptationem,3.



47 Cf. ib.



48 Ib.



49 Propositio5.



50 JUAN PABLOII, carta enc.Redemptoris missio, 6: AAS 83 (1991) 255.



51 JUAN PABLOII, carta enc.Redemptor hominis, 7: AAS 71 (1979) 269.






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